Capítulo 29. El regalo más grande

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Las 7:30 am, otro nuevo día y la casa vacía. Pensar en ir a la oficina era la solución más viable para poder distraerse un rato. Judy y Russell regresaban esa tarde al país después de unas merecidas vacaciones en Londres y a duras penas, había tenido información de Rachel.

Le había prohibido rotundamente que se comunicara cuando estuviera con "ella", a pesar de todo, aquella mujer merecía respeto y no consideraba, por más problemas que Rachel tuviera con su esposa, que la denigrara cuando estuviera a su lado.

Ahora, ¿qué debía hacer con el nido de sentimientos que llevaba dentro de su corazón? Sus pensamientos y amor, estaban dedicados a una mujer que se encontraba a miles de kilómetros de distancia y un matrimonio encima. Su mejor amiga, había sucumbido a su deseo y ambas cometieron el error más grande y de la cama hicieron un torbellino de sentimientos, dejándole claramente a la vista que Britt sentía algo más profundo por ella pero que aún no sabía cuáles eran las intenciones verdaderas de que aquella amistad se convirtiera en algo más. De algo si estaba segura, no iba a permitir que de allí pasara, por más que su cabeza estuviera confundida.

Entró al cafetín de la empresa sintiendo las miradas de algunos empleados sobre ella. Quería desayunar algo, así que se sentó en una mesa ya con un café en sus manos mientras esperaba el resto de su orden. Mientras removía su café un tanto distraída, alzó la vista cuando sintió a alguien llegar a su lado y la saludaba.

— Hola Quinn. ¿Puedo sentarme a desayunar contigo?

— Claro — Dijo la rubia, escaneando despreocupadamente el lugar — Si no tienes más en donde hacerlo — Se encogió de hombros.

— Siempre tan amable, Q — Aclaró sarcásticamente la chica sentándose frente a la rubia con un pastelillo y un zumo de naranjas. Fabray continuó bebiendo su café, agradeciendo al chico que ya le había traído su pedido, a la mesa — Cuéntame, ¿cuándo regresáis los Sres Fabray? — Cuestionó de nuevo la chica al ver que Quinn seguía concentrada en su comida.

— Hoy.

— Me parece excelente. Supongo que el resto de la semana, vendréis a la oficina, ¿cierto? Hay una gran cantidad de cosas por firmar.

— Que yo sepa Anna, sigo encargada de la gerencia. Fácilmente esos o cualquier otro documento que requiera urgencia, me los puedes llevar a mi oficina. ¿Por qué no lo has hecho? — Miró fijamente a la chica morena de cabellos largos que sólo le regresaba la mirada con una sonrisa de lado mientras sostenía a la altura de su boca, un trozo del pastelillo.

— Entrar a tú oficina últimamente se ha hecho una tentación y no quiero terminar como las "otras" empleadas, de patitas en la calle sólo porque la hija de la dueña es intocable.

— Con mi vida hago lo que se me de la gana y si aún no te ha quedado nada claro, lo que pasó hace mucho tiempo entre tú y yo simplemente fue sólo una noche. Nadie más tiene ni tendrá porque saberlo o ¿eso es lo que quieres? — Dijo copiando la misma sonrisa triunfante que de inmediato logró borrar la otra morena de su rostro dejándola completamente en silencio.

— ¿Sabes? Has lo que te de la gana, Quinn Fabray. A ti sólo te importan un bledo las mujeres y sólo las usas cuánto... ¿Una, dos noches? Supongo que por eso despidieron a Marley Rose o me equivoco? No soy tan estúpida y me sé el cuentito de que era tú amante.

— Algo que jamás lograste Anna, ¿te duele? — Bebió un sorbo de su café viendo como la chica contenía sus fuerzas para lograr comportarse decentemente en aquella mesa.

— No... No soy lesbiana como tú, Quinn...

— Ni tampoco me importa si lo eres o no. Me importa un comino si eres religiosa o no. Si crees en Harry Potter o te gusta ver El Señor de los Anillos. Fuiste solo eso Anna, una sola noche la que por cierto, pasé excelente, nada más. Eres demasiado buena en la cama... Solo eso. Ahora, si me disculpas, debo ir a trabajar y en diez minutos quiero todos esos papeles "importantes" sobre mi escritorio — Terminó su caliente bebida y sin quitarle la vista de encima a Anna, quien la veía con cara de "Me arrepiento haberme sentado en esta mesa", se levantó. Luego, de haber dado algunos pasos, giró sobre sus pies y volvió a dirigirse a la chica — Se me olvidaba, puedes entrar las veces que quieras a mi oficina porque me das igual.

Del mismo modo en que soltó aquello de su boca, dio media vuelta y salió del cafetín dejando a Anna echa una furia en la mesa, tratando de calmarse y sobre todo, tratando de no llamar la atención de los demás comensales que volvían a lo suyo una vez que vieron salir a Quinn con un andar apresurado del lugar.

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