Capítulo 42: Ovodonación

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El domingo, Rachel se despertó a las seis con treinta y cinco de la mañana. La noche anterior, había tomado su coche y se dirigió a la ciudad de Columbus a pensar un poco. No le quedaba, por los momentos, intenciones de volver a su casa en New York y mucho menos, verle la cara a su esposa. Necesitaba tener la mente en blanco, al menos eso trataría.

A pesar de no haber dormido más que un par de horas, se sentía extrañamente descansada. Supuso que se trataba de algún tipo de reacción física. Por primera vez en muchos meses, se puso ropa de hacer footing, que llevaba siempre en el compartimento trasero de su camioneta, y salió a correr a un ritmo furioso hasta el muelle de la ciudad.

Sabía que Quinn llegaba sobre las ocho de la mañana, así que decidió ir a descargar toda la energía que sintió acumularse en su cuerpo desde el día anterior. Sin embargo, lo de furioso sólo fue verdad durante unos cuantos centenares de metros ya que su lesionada rodilla empezó a dolerle tanto que aminoró la marcha y continuó corriendo con parsimonia. Disfrutaba del dolor de su pierna a cada paso que daba.

A las siete y media estaba sumergida en sus pensamientos mientras la serenidad de la ciudad le ayudaba a relajarse a lo lejos. Miró su reloj de pulsera y decidió dar marcha atrás para ducharse y cambiarse, esperando a que Quinn pudiera entender toda la situación que tenía encima.

Un vaso con agua descansaba en su mano izquierda cuando el sonido de la llave en la cerradura la sacó de sus distracciones. Suspiró y colocó el mismo sobre la mesa de estar.

— Hola linda, buenos días. Traje pastelillos para desayunar — Saludó Quinn al entrar y cerrar la puerta detrás de ella. Rachel, le devolvió la sonrisa.

— Buenos días... Llegaste temprano.

— Si. Se me hacía una eternidad el camino y aparte, me he levantado muy temprano para no hacer de la espera un desespero.

Las manos delgadas de Quinn, rodearon la cintura de Rachel atrayéndola hacia ella para atrapar sus labios y fundirse en un beso el cual la morena lo convirtió en uno muy apasionado al querer ser completamente de la rubia. 

Deshizo el mismo y le abrazó con bastante calurosidad y entusiasmo, como si su vida dependiera de ello. La abrazaba con fervor oliendo cada parte de su ser, repartiendo besos alrededor de su dorado y despeinado cabello.

Continuó. Tomó su suave rostro entre sus manos y dejó estelas de besos alrededor. No dejó un solo rincón sin que sus labios profanaran toda la belleza que a solo centímetros disfrutaba.

— Eres hermosa... No cabe duda de lo hermosa que eres, Quinn — Dijo y volvió a apretarla contra su cuerpo tratando de que sus lágrimas no abandonaran sus achocolatadas pupilas.

— ¿Qué pasa, Rachel? Estás...nerviosa. Te siento frágil.

Rachel se fue apartando despacio sin quitarle la mirada a Quinn quien extraña y mentalmente suponía, algo estaba pasando. Nada bueno era.

— ¿Puedes terminar de hablar, Rachel? Me tienes en ascuas.

— Siéntate entonces. Necesito decirte algo — Se pasó la mano por el cabello, aparentando estar relajada. Quinn, obedeció.

Hubo un minuto de silencio que le pareció una eternidad a ambas. El reloj dejó de marcar los segundos y los minutos se perdieron en algún lugar de aquel espacio que se les iba reduciendo mientras Rachel buscaba un poco de paz en su interior.

— Quinn, hay cosas que necesito explicarte — Hizo una pausa y suspiró — Mi esposa... Quinn, Santana... Santana, se ha embarazado.

Fue como si la tierra hubiese dejado de girar a su alrededor o peor aún, sintió que el mundo había desaparecido por completo. Dejó de escuchar por unos segundos, hasta que cayó en cuenta de las palabras que Rachel acababa de decir.

— ¿Qué?? — Trató de ponerse de pie enseguida al escuchar aquello, pero las piernas no le respondieron en el acto — ¿Qué me estás diciendo, Rachel? Espera... ¿Quiere decir que te ha sido infiel? ¿Qué vas a separarte de ella? ¿Eso quieres decirme?

Rachel tragó fuerte sintiendo que su propia saliva le quemaba la garganta. Venía la parte más dolorosa de explicar y en la que necesitaba ser más fuerte. Volvió a pasar su mano por el cabello y cerró los ojos para abrirlos y encontrarse con que Quinn, se había puesto de pie y caminaba hacia su encuentro.

— Estoy esperando una respuesta Rachel porque no entiendo tú silencio. ¿Acaso piensas torturarme todo el día?

— El bebé que está esperando....es mío, Quinn.

Fabray detuvo su andar mientras trataba de razonar las palabras que supuso escuchar en algún idioma extraño e incomprensible para ella, que Rachel había soltado por su boca. A continuación, una carcajada fue lo único que se escuchó dentro de las cuatro paredes que cada vez más se iban encogiendo y asfixiando más a Rachel Berry...

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