XII

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Pequeño maratón de año nuevo porque las quiero mucho, ok?, Gracias por leer.
Parte 1/3

[H]

Horacio sentía una tierna calidez, sin embargo, cuando trató de acurrucarse entre las sábanas algo se lo impidió.

...Alguien se lo impidió.

Horacio abre los ojos al despertar, encontrándose con el brazo del señor Ford rodeando la mitad de su cuerpo.

El de cresta abre bien los ojos en una extraña mezcla de miedo y asombro. Encamina su brazo con la mirada hasta que llega a su hombro y luego al torso totalmente desnudo del contrario.

El señor Ford no tenía camisa.

Y estaba en la cama de Horacio.

Y ambos estaban durmiendo juntos....

Horacio sintió una gran presión sobre el pecho y luego retiró el brazo del contrario con cautela. Rápidamente, cuando Horacio se había librado de la pequeña prisión que se formaba con los brazos de Ford, levantó la sábana y se aseguró de tener los pantalones puestos.

Él aún los tenía (los pantalones y los calzoncillos también), al igual que el contrario, eso fue un pequeño alivio, sin embargo, Gustabo le había enseñado a Horacio que siempre debía estar totalmente seguro.

Horacio se levantó con demasiado cuidado, sin la intención de despertar a quien dormía tan dulce y tranquilamente.
Cuando estuvo fuera de la cama inspeccionó el suelo con la mirada. En el piso estaban regados la camisa, los calcetines y los zapatos de Ford, nada más.

No había ningún indicio de que se hubieran arrojado condones fuera de la cama, lo cual también era un alivio.

A no ser...

Horacio caminó hasta el baño y revisó el bote de basura, por suerte, tampoco había ningún tipo de residuo extraño.

El de cresta se sintió un poco mal por haber pensado en que tal vez él y Ford pudieron haber hecho cosas indebidas la otra noche, pero no se explicaba como era que ambos habían llegado a dormir juntos en la cama. Era ciertamente un poco extraño, pero lo único que recordaba acerca de la noche anterior era el pequeño abrazo que ambos habían decidido darse.

Después de eso, los recuerdos de Horacio parecían desvanecerse.

Un sonido proveniente de afuera hace que Horacio salga de sus pensamientos, se dirige a la sala en busca del ruido y alguien abre la puerta principal.
Gustabo aparece algo despeinado y con unas ojeras impresionantes.

—¡Hombre...! —Gustabo mira a Horacio con una sonrisa —, ¿Cómo te fue anoche?

Horacio le indica a su querido hermano que guarde silencio de manera desesperada, manteniendo su dedo índice en medio de sus labios.

—¿Pero que pasa...? —Le pregunta confundido al bajar la voz.

Horacio hace una seña para que se acerque y Gustabo camina hacia él, después ambos caminan en silencio hasta la recámara.

Gustabo se detiene bajo el marco de la puerta en la habitación de Horacio.

—Ostia puta, no me jodas... —Susurra para si mismo, dirige su mirada hacia el contrario en seguida —, ¿Qué ha pasao' aquí?, ¿estás bien?

El rubio tiene ahora un semblante preocupado, toma de los hombros a Horacio y le da la vuelta de manera brusca, después intenta con ansias quitarle el pantalón al de cresta.

—Déjame verte, ¿te duele...?

Horacio frunce el ceño y golpea las manos de Gustabo para quitárselas de encima.

Café Mentolado || VOLKACIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora