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Hoy el día está tranquilo. Se dijo Horacio así mismo en su propia mente.
El bar estaba algo lleno, pero parecía más una velada tranquila que las veces que la noche estaba atareada, cuando Horacio tenía que correr aquí y allá atendiendo mesa por mesa mientras era apurado por los diferentes clientes que pedían más alcohol.

Gustabo, como siempre, estaba preparando las bebidas en la barra, atento a si llegaba algún hombre que desprendiera aquella aura glamurizada, con una colonia que fuera claramente cara y un traje que se notara extremadamente caro a la distancia.

A Gustabo le encantaban los hombres ricos, o tal vez quiero decir que a Gustabo le encantaba el dinero que robaba de los hombres ricos.
Él tenía una táctica bastante peculiar para atraer a ese tipo de hombres; siempre comenzaba con pequeñas miradas, hasta finalmente avanzar hasta las conversaciones y las salidas a los hoteles. Cuando finalmente estaba alli, se preparaba para tener sexo y cuando el trabajo estaba hecho esperaba a que la victima durmiera y asi finalmente se robaba el dinero que el sujeto albergara en su cartera.

Horacio no podía imaginar cómo era que Gustabo no mostraba ningún tipo de cargo de conciencia.

El de cresta era totalmente diferente, él se dedicaba únicamente a su trabajo, ser mesero no era lo más divertido, y sobretodo, no era como que él hubiera crecido con el sueño de servir alcohol a personas que no conocía de ningún lado, pero por alguna razón, Horacio era el tipo de persona que se conformaba con lo fuera que le tomara por sorpresa.

-¡Disculpe! -Llamó alguien desde una mesa cercana.

Horacio sobresaltó al llamado y rápidamente se puso en camino para recibir la orden de aquel sujeto.

[...]

El tiempo pasó y finalmente llegaron las 3 am.
La jornada de Horacio y Gustabo había terminado, ahora ellos se encontraban cerrando aquel lugar.

Horacio barría el piso, mientras que el rubio se mantenía limpiando las mesas.

-Que puto asco, tío... -Gustabo quejó cuando se encontró con los vómitos de alguien en una de las últimas mesas. -, ¿Horacio puedes venir a limpiar esta mierda?

Horacio se asomó cuando escuchó a Gustabo desde el otro lado del lugar.

-Te toca, yo limpié los baños ayer -Respondió con una sonrisa burlona al ver la cara de Gustabo.

-Me cago en mi puta madre... -Murmulló sosteniendo un brazo sobre su nariz para resistir el mal olor.

Horacio rio, aparentemente Gustabo no había conseguido ningún bolsillo que robar hoy, por lo que había tenido que quedarse a limpiar junto a Horacio, y eso era algo que le tocaba bastante lo que no suena.
Al de cresta le encantaba ver como Gustabo maldecía mientras limpiaba las mierdas que dejaban las personas, Horacio solía pensar que eso era alguna especie de castigo que el destino le daba por vaciar las billeteras de la gente.

La campana en la puerta de entrada sonó llamando la atención de Horacio, quien confundido dio la vuelta y caminó hasta la puerta, donde se encontró aquel sujeto...

-Horacio... -Lo llamó con una sonrisa inquieta, esperando de pie bajo el marco de la puerta.

Horacio soltó un suspiro y ladeó la cabeza.
Ese hombre estaba ahí de nuevo.
Con esa cara, como si no hubiera hecho nada de lo que tuviera que arrepentirse, o como si no fuera suficiente el hecho de estar tras Horacio durante todo el día.

-Kevin Ford... -Lo miró con fastidio, pero prontamente sonrió sin poder creerlo, de una manera claramente molesta. -¿Qué hace aquí...?

-¿Vine...a llevarte a casa...? -Respondió nervioso. -, te traje una hortensia. -Le ofreció la pequeña flor intentando persuadir su actitud.

Café Mentolado || VOLKACIOWhere stories live. Discover now