XXVII

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[...]

Volkov estaba parado en medio del parque, sin nada que evitara que el frío chocara contra su esbelto cuerpo.

El viento helado se colaba por aquellas partes en su ropa que estaban descuidadamente descubiertas y aunque en algunos momentos tuviese escalofríos, aún así le gustaba estar rodeado del aire helado y la nieve acumulada sobre suelo que pisaba.

Horacio también estaba emocionado al respecto, no paraba de tomar fotografías y de hablar de cuánto tiempo había pasado sin haber visto la nieve caer de la manera en que ahora lo hacía.
Tenía una sonrisa impresionante. Una brillante, que no podía estirarse más, aún si el de cresta lo intentara.

Una que Volkov había guardado mentalmente para después.

Para hacer un retrato tal vez...
O quizá simplemente para recordarlo cuando tuviera un mal día y sonreír ante el recuerdo fugaz de su risa sonando de manera contagiosa...

Volkov sonríe con levedad y camina de manera solitaria por el parque en el que habían estado la otra noche.
Se topa de nuevo con ese viejo árbol seco rodeado por una valla negra. La banca que estaba frente a él la noche pasada seguía estando ahí, intacta y con los mismos rayones y grafitis que había visto la última vez.

Algunos decían groserías. Otros... bueno, eran dibujos estúpidos y obscenos.

Aquella banca era un asco en comparación a las otras. Tal vez los sujetos que le daban mantenimiento al parque simplemente ignoraban esa zona y pasaban de largo, porque, bueno, en realidad no lucia como si aquella parte en específico fuera cuidada.
O tal vez no recibían la paga suficiente y dejaban su trabajo a medias...

Volkov encogió sus hombros y metió sus dos manos dentro de los bolsillos de su saco, refugiándose del viento una vez más.

Sintió algo sobre su hombro, de inmediato sobresaltó y dio media vuelta.
Horacio había recargado su barbilla sobre el hombro de Volkov. El ruso se alivió en cuanto miro al contrario...

—Ah... me asustaste —Dijo, con una leve sonrisa confusa.

Horacio también le sonrió, aunque de una manera más clara, y le ofreció un café y una pequeña bolsa de galletas que llevaba en la mano izquierda.
Volkov tomó ambas cosas y de nuevo le sonrió.

—Desde la otra noche estabas mirando esa banca... ¿hay algo que te interesa de ella? —Preguntó Horacio, con una voz más baja a la de su tono usual.

—No.. —Responde desviando la mirada hacia la banca. —, no solo... intentaba leer algo... de entre todas las palabras que hay...

Horacio de nuevo se acerca a Volkov, abrazandolo por la espalda con una mano, ya que con la otra llevaba su propio café.

—¿Puedes mirar el centro? —Preguntó el de cresta.

Volkov hizo lo que Horacio dijo.
Fijo su mirada al centro de la banca.

Seguía habiendo garabatos que él no podía entender.

—Ah... bueno, sí.  Lo veo...

—Justo en el centro —Volvió a repetir una vez más. — tres letras muy pequeñas...

Volkov frunció el ceño e intentó caminar un poco más cerca, Horacio se acercó junto con él, sin dejar de abrazarlo.

Era cierto. Había tres pequeñas letras en el centro.

—¿"H... & C"? —Preguntó el ruso sin estar seguro de si esas eran las letras que estaban escritas.

Horacio asintió. Volkov volteó para mirarlo correctamente.

Café Mentolado || VOLKACIOWhere stories live. Discover now