>IV<

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[H]

Horacio había pasado el día mejor de lo que esperaba (exceptuando la pequeña situación en el restaurante, todo fue maravilloso con el señor Ford) y ahora él estaba siendo conducido a casa en ese Mercedes deportivo que tanto lucía.

—¿Quieres hacer algo más esta noche? —Preguntó su acompañante con amabilidad mientras conducía.

Horacio estaba recargado en la ventana, mirando el camino ya un poco cansado.

—Estoy exhausto... —Dijo con un aliento cansado después de eso —, necesito dormir aunque sea unas pocas horas...

—¿Te aturdí demasiado...?

Horacio sonrió levemente.

—Señor Ford, me la pase magníficamente hoy —Horacio lo miró, ya estaban casi llegando a la zona de departamentos donde Horacio vivía. —, se lo agradezco mucho.

La manzana en el cuello de Ford subió y bajo, sus manos apretaron el volante.

—Entonces, entonces creo que me alegra mucho —Dijo, sonriendo, aún mirando el camino.

Horacio tomó su mochila preparándose para salir.
Segundos después, el coche se detuvo frente a la entrada del edificio.

—Señor Ford, espero que podamos salir juntos de nuevo —Dijo Horacio, tomando la mano de Ford por un momento antes de irse.

—Sí... sí, claro. Claro que sí. Joder, sí...

Horacio río, después abrió la puerta y finalmente bajó del coche. Esperó a que el auto se fuera y se despidió a lo lejos moviendo su mano de un lado a otro cuando finalmente lo hizo.
Con pasos relajados y algo cansados también, tomó el elevador y presionó el botón hacia el piso 15, al llegar caminó por el pasillo.

Había una silueta sentada frente a la puerta de su departamento.

Cuando se acercó lo suficiente, Horacio pudo distinguir a su querido hermano jugando a un frustrante juego hecho de sinfonías y cubitos. Geometry Dash.

—¡Pero me cago en la puta! —Exclamó enfadado, apunto de arrojar su teléfono —, ¡puto juego de mierda...!

—Vas a hacer que los vecinos se enfaden —Dijo Horacio, llamando la atención del rubio. —, ¿Qué estás haciendo aquí?

Gustabo levanta la cabeza topándose con su querido mejor amigo, de inmediato se pone de pie, permitiendo así que Horacio pueda abrir la puerta.

—Perdí la copia de la llave que me dejaste la otra vez, ¿Me das otra? —Gustabo entra tras Horacio, cerrando la puerta tras él.

—Ya te he dado suficientes, tío. Media ciudad debe tener mi llave y ni siquiera lo sabe.

—¡Es que se pierden solas! —Quejó —, ¡...regálame un puto llavero de cumpleaños, entonces...!

Horacio suspira, arrojando su maleta al pequeño sillón en la sala de estar que se encuentra frente a la entrada. El departamento de Horacio es pequeño, acogedor, pero pequeño...

—¿Has intentado preguntar en los hoteles?, a las tías de la limpieza o algo...

—Yo termino, espero a que se queden dormidos y pues me voy. Yo ahí ya no regresó... —Responde Gustabo, quién ahora descansa recostado sobre el sillón.

¿No regresa ahí para proteger su propia dignidad o porque teme que le exijan que devuelva el dinero que robó...?

Horacio se sacó los tenis (iban con el cambio de ropa que había preparado por la mañana), y se recostó junto a Gustabo.

Café Mentolado || VOLKACIOWhere stories live. Discover now