XXI

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[H]

Estaba dando golpecitos con la punta de la pluma al papel.
La mente de Volkov no estaba lo suficientemente clara, estaba pensando una y otra vez en Horacio y eso no le permitía escribir una sola palabra en el cuaderno sobre la mesa en el comedor del restaurante.

Tenía las piernas cruzadas, una encima de la otra moviéndose ansiosamente. En realidad, para él no era necesario escribir todos los días en aquel diario, sin embargo, tenía el sentimiento de querer decir algo, con el impedimento de que las palabras no salían ni de su boca, ni de la tinta en su pluma...

El mesero llegó hacia él con la intención de pedir su orden, con una de sus manos sosteniendo una pequeña libretita e inclinándose a Volkov para llamar su atención.

—Señor, ¿puedo tomar su orden? —Preguntó amigablemente. Volkov no lo había notado llegar por lo que se sorprendió un poco en cuanto lo vio frente a él de repente.

Lo miro por un segundo, después volteó al pasillo y luego de eso miró a su diario; como si alguna de aquellas miradas le diera la respuesta a la sencilla pregunta del joven.

—Ah, bueno... —Volvió a girar hacia el pasillo, en busca del chico a quien invitó a desayunar — solo trae... solo trae 2 tazas de café por ahora, ¿está bien?

El chico sonrió y prontamente se apresuró a apuntarlo en el papel que sostenía tras sus manos. Dio la vuelta y Volkov lo miró caminar.

—Ah, disculpa —Habló este de nuevo, el mesero dio media vuelta y miró al ruso —, que sea mentolado, por favor...

Asintió, después Volkov le sonrió con levedad hasta que se fue. Segundos después, le devolvió la mirada y el estrés a la hoja en blanco en su cuaderno...

Acercó la punta y la pluma rápidamente dejó un rastro de tinta sobre la hoja.

"Tal vez no debí pedir dos tazas" escribió sin pensar. Luego frunció el ceño y se preguntó así mismo porquéhabía escrito eso.

Hubo rayones que intentaron ocultar lo que escribió.
Después, hubo más rayones sobre aquella frase que se volvió casi ilegible por la tina que la cubría.
Después hubo rayones por toda la hoja, denotando una clara desesperación.

Quizá Volkov no era un escritor.
Pero estaba teniendo uno de esos "bloqueos".

Se sentía horrible.

No poder concentrarse tan solo por el hecho de haber visto a un hombre semidesnudo, medio dormido y con un rostro terriblemente atractivo para cualquier mujer y hombre gay en la tierra.

Eso se sentía horrible.

Pero también se sentía horrible la confusión y la duda que perseguía a Volkov. Por que se suponía que él debería ser todo lo contrario a un hombre que se siente atraído por otro hombre. Por el hecho de que debería ser heterosexual. Y por el echo de que debería estar listo para asumir su compromiso con la heredera de una de las familias más ricas en acciones del país.

Volkov cubre su rostro con ambas de sus manos, suspira e intenta ignorar lo que le grita su alrededor.

"No sé supone que sea gay, se supone que sea heterosexual " pensó. Y luego creyó que tal vez eso debería escribir en el cuaderno.

Hubo un traqueteo que hizo que Volkov levantara la mirada en algún momento. Un chico alto, con cresta y un moreno casi perfecto había arrastrado la silla de manera escandalosa para después sentarse en ella. Él parecía aturdido, llevaba uno de esos pantalones joggers, otra de esas desordenadas sudaderas y una gorra rosada sobre su cabeza que estaba girada hacia atrás.

Café Mentolado || VOLKACIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora