XXIX

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[...]

Fue un suspiro. Luego de ello abrió sus ojos y se topó con una piel blanca y suave de la que estaba abrazado.

Cuando tomó conciencia y estuvo casi totalmente despierto se dio cuenta de que en realidad era una de las piernas de Volkov. Dejó un pequeño beso sobre ella y después se levantó con lentitud hasta que finalmente quedó sentado sobre la cama.

Volkov se dio la vuelta en cuanto Horacio dejó de tocarlo, dándole la espalda y ocultando su rostro bajo una almohada, la cual abrazaba.
El de cresta sonrió ante la dulce satisfacción que le provocaba el tener al ruso de su lado. Se inclinó y deslizó una de sus manos sobre su abdomen, paseando su mano por el interior de su suéter. Después se acercó hasta dejar un beso sobre el cuello del contrario y abandonar una pequeña risilla sobre su oído.

Volkov se encogió, delatándose así mismo. Haciéndole saber a Horacio que se encontraba despierto.

—Buenos días —Soltó sobre su nuca, mientras que su mano continuaba acariciando el estómago de Volkov.

No hubo respuesta por parte del contrario.
Horacio río otra vez.

—Oye —Insistió para obtener una respuesta —, dije buenos días, sé que estas despierto...

—Buenos días —Se escuchó una leve voz bajo la almohada que cubría el rostro de Volkov.

Horacio pasó la otra de sus manos hasta la cabeza del contrario, adentrándose entre la gris cabellera de Volkov.
Acaricia su cabello y se recuesta de nuevo, esta vez abrazándolo por la espalda.

—No estas mirándome —Dice Horacio, sin ningún tono de voz especifico. No habla como si estuviera triste, ni como si estuviera impaciente por ello. —, ¿es por mi aliento?

Vuelve a haber silencio.
Nada hay que responda lo que Horacio acaba de preguntar.

Horacio se incorpora sobre uno de sus brazos y de nuevo se inclina para intentar ver el rostro del ruso.

—¿Estás... estás decepcionado?, ¿es eso? —Pregunta otra vez Horacio.

Volkov sigue sin responder.
Horacio toma la almohada, la desliza con lentitud para apartarla y el contrario se lo permite.

El de cresta se encuentra con una mirada rojiza. Una vacía. Una húmeda...
Entonces Horacio frunce el ceño y siente como su corazón se ha exaltado por un segundo. Provocando que trague saliva y su piel se erice de repente.

Volkov gira hacia él, mirándolo directamente y aumentando su tormento en cuestión de segundos.
Horacio desliza la mano que tenía sobre la piel de Volkov y con ella alcanza el mentón del contrario. Después desliza su pulgar hacia sus húmedas mejillas y ahí se detiene para apreciar al ruso detenidamente.

Horacio se acerca y deja caer su frente sobre la del contrario, justo como lo había hecho antes, en días pasados.

Eso lo tranquilizaba a él, pero quien sabe si tranquilizaba a Volkov también.
El ruso cierra sus ojos lentamente, dejando caer otro par de lágrimas cuando lo hace.

Horacio no dice nada, solo extiende su brazo bajo la cabeza de Volkov y deja se recueste sobre ella, recostadose el mismo también.

Volkov mueve una de sus manos y la dirige hasta el brazo de Horacio, entonces se desliza, apartando el toque de ambas frentes y acercándose al cuerpo del de cresta para que lo abrace.
Horacio lo rodea de inmediato y siente de nuevo su húmedo rostro, esta vez contra su pecho.

Volkov se destroza así mismo.
Comienza a llorar con levedad otra vez, pero gradualmente, los que eran al principio sollozos se habían vuelto con rapidez gritos y lloriqueos desordenados y escandalosos.
Provocando las lágrimas contagiosas en el de cresta...

Café Mentolado || VOLKACIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora