XXXII

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[...]

Volkov había visto la oportunidad de escapar en cuanto las puertas del elevador se abrieron ante él de manera simultánea.
Caminó hacia su habitación sin correr, acelerarse u hacer algún extraño movimiento que pusiera a Horacio a la defensiva, sin embargo, en cuanto llegó a su puerta, abrió, entró y cerró cuando el de cresta estaba preparándose para entrar.

Echó el candado.
Horacio tocó la puerta algo confundido. Dudo de si debía hacerlo.

Cuando Volkov había dicho que se iría a la mañana siguiente, el rostro de Horacio cambió por completo. Su mirada, aparte de lucir exhausta, ahora se veía como si se resistiera a hacer un montón de preguntas. Volkov frunce el ceño cuando el recuerdo de los ojos del Horacio se presenta en su cabeza, luego deja caer su cabeza contra la puerta.

Sus sentimientos estaban atacandolo.

Sus pensamientos también.

Él mismo se estaba haciendo trizas mentalmente.

Sinceramente él también estaba algo perdido respecto a cómo habían surgido aquellas sensaciones que nunca antes había sentido. Se preguntaba en qué momento habían surgido. Como lo habían hecho. Porque ahora y porqué con ese sujeto al cual había conocido hace tan poco tiempo.

Se cuestionaba si podría ser eso amor a primera vista.
Se cuestionaba si tal vez era algo parecido a su primer amor.

Por alguna razón tenía la sensación de que no quería que se acabara, pero ahora todo estaba siendo un desastre.

Horacio lo había rechazado de la forma más cruel; dejándolo solo, en medio de la cama en donde recién habían dormido juntos, esperando por una respuesta.
Oh, volkov habría aceptado un “Lo siento, no es igual para mi”, pero en cambio obtuvo la cobardía de Horacio, quien se había escondido tras la puerta del lavabo para evitar dar una respuesta.

Horacio toca la puerta una vez más.

—Volkov ... .— Llamó el de cresta. —¿Puedes abrir un segundo?, necesito que hablemos…

Volkov cierra sus ojos, aun manteniendo la cabeza contra la puerta. Deja caer el abrigo y se ve así mismo rendido, exhausto y con ansias de irse pronto.
Ya no quería escuchar a Horacio.

—¿Puedes almenos decirme qué quieres decir con que te vas mañana? —Preguntó su voz apagada—, habías dicho que te irías después de año nuevo, ¿es por lo que pasó el otro día?

Oh, por supuesto. Evidentemente si el ruso tenía la oportunidad de irse más pronto, la tomaría para evitar la incomodidad de este tipo de situaciones, sin embargo, a la vez, tampoco era por eso.
Había recibido una llamada de parte de su familia la noche en que se había topado con ese guardaparques. Desafortunadamente y como Volkov esperaba, no era precisamente para decir “feliz navidad”, más bien, era la mezcla de un sermón y un aviso que provenía de su padre.

Iban a entregar la empresa y Volkov tenía que estar presente.
Estaba feliz, nervioso y un poco ansioso, pero a la vez, aquellos sentimientos se mezclaban con la humillación, la incomodidad y la tristeza que le causaba el de cresa. No sabía en qué situación debía enfocarse más y eso al final le hizo un desastre de emociones, aunque bueno, ya lo tenía desde antes….

Volkov no respondió.
Entonces el pomo de la puerta comenzó a moverse, delatando que Horacio intentaba abrir.

Se oyó un suspiro del otro lado del pasillo.

—No tienes que aislarte ahí dentro, eso es ridículo…

Volkov frunció el ceño.
Así que era ridículo para Horacio.

Café Mentolado || VOLKACIOWhere stories live. Discover now