XXVI

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Ahora ya habían pasado por una larga caminata. Una relajante y cómoda antes de llegar a aquel lugar que desprendía una sensación totalmente cruel, triste y contradictoria.

Horacio y Volkov caminaban juntos. El de cresta lo miraba cada diez o quince segundos y cuando el contrario lo notaba, volteaba hacia él y le otorgaba una dulce sonrisa, la cual era rápidamente correspondida por Horacio.

El de cresta tenía ciertas ansias. Desde que habían cruzado bajo el lumbral de la puerta del cementerio una sensación pesada y agria lo llenó de un sentimiento horrible. Se le había creado un nudo en el estómago y si se detenía para mirar alrededor las náuseas se declaraban como más que presentes. Aparentemente la presión que estar en ese lugar implicaba, era demasiada.

—¿Es... umm... es por aquí? —Preguntó Volkov, viendo que se dirigían a un especie de mausoleo de piedra

Horacio levantó la cabeza y de inmediato se sorprendió, llegando a lucir confundido después de unos instantes.

—No... no —Dijo desconcertado, mirando hacia los lados para intentar encontrar el camino — en... en realidad, es por allá...

Horacio, mantuvo la cabeza dirigida hacia la dirección contraria, por lo que ambos comenzaron a caminar hacia aquella dirección.
Volkov frunció el ceño e intentó asomarse para ver el rostro de Horacio.

—¿Te sientes bien? —Preguntó el ruso, tomando su hombro para verlo de mejor manera.

Horacio lo miró y después de ello asintió con una inseguridad bastante clara.
Volkov deslizó sus mano hasta la espalda de Horacio, tratando de darle alguna especie de confort.

—Si tienes que parar... solo debes decirlo... —Insistió, preocupado. Horacio le respondió con una sonrisa decaída, dando a entender que todo estaba bien.

Continuaron caminando y durante el transcurso Volkov deslizó su mano para apartarla. Cuando finalmente estuvo abajo, se acercó un poco y tomó con su dedo índice el meñique de la mano de Horacio.

El de cresta se sintió levemente aliviado por aquello, por lo que solo lo aceptó y no dijo nada al respecto.

Pasaron algunos instantes tan pronto como Volkov se dio cuenta de que ahora estaban subiendo por una cuesta hacia arriba, como una pequeña colina.
Se estaban alejando de las demás criptas, urnas y mausoleos, y también, por alguna razón, se sentía como si estuvieran dejando atrás una extraña sensación depresiva.

Todo lo que pisaban ahora era césped, ya no había más grava o piedras en el camino. Ahora era más el suelo verde que lucía opaco por culpa del invierno.

Tras caminar unos metros, se encontraron con una cripta, una que comenzó a hacerse más clara mientras se iban acercando.

Horacio finalmente se detuvo cuando ambos estuvieron frente a ella. Volkov, se paró unos pasos tras él.

"Clarissa Perez, descanse hoy y siempre" decía en la leyenda grabada en la piedra que conformaba su tumba.

Volkov, consideró adecuado soltar la mano de Horacio, para que el tuviera su momento. Sin embargo, Horacio sobresalto en cuanto sintió que Volkov había dejado de tocarlo, pero decidió no decir nada.

—Creo... —Habló Volkov llamando la atención de Horacio —que ella se ganó el mejor sitio de este lugar...

Horacio sonrió mientras aún miraba el nombre de su madre casi borroso.

—Mi tío, el hermano de mi padre pagó mucho por este lugar —Respondió Horacio. —. Era solo para ella y se suponía que llenaríamos la colina con flores ...

Café Mentolado || VOLKACIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora