XXIII

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[H]

Horacio estaba a la orilla del lago en el parque que antes, cuando era un pequeño niño, solía ser su favorito.

Solia venir a este nostálgico lugar cuando estaba en la escuela elemental del Bronx.  Estaba prohibido entrar en el lago, pero durante el verano, cuando atardecía y se dirigía a casa desde la escuela se acercaba para quitarse los zapatos, arremangar el pantalón de su uniforme y hundir sus pies por un rato, antes de ir a casa.

Un día, en el cumpleaños número diez de Horacio, Gustabo y él fueron a ese mismo lago por la noche.

Gustabo había ahorrado durante todo un mes para comprar un pastel de chocolate para el de cresta, así que se escondieron bajo el puente que cruzaba el lago y lo comieron sin necesidad de cuchillos, platos u servilletas...
Luego de eso Gustabo logró convencer a Horacio de entrar en el lago. Ambos entraron y jugaron por un rato ahí dentro, luego de eso se fueron a casa de Horacio y durmieron juntos después de darse una ducha.

En ese mismo lago también había ocurrido algo que alguna vez fue maravilloso para el corazón de Horacio.

Cuando él había regresado para quedarse por unos meses y trabajar en Nueva York conoció a una hermosa persona.

Una con la que Horacio creyó que podría pasar el resto de sus días, una que Horacio consideró digna para presentar a su hermano, y una que hacía latir el corazón de Horacio como si quisiera correr a toda velocidad.

"Me gustas mucho" había dicho aquella persona "quiero convencerte de que lo digas también, quiero... quiero gustarte, Horacio".

Oh, esas palabras solían ser tan dulcemente dolorosas.

Ahora Horacio no sabe si quiere recordarlas de esa misma manera.
De una manera destructiva para su corazón, su cuerpo y alma.

Tiene dudas acerca de seguir viendo como es que el rio ya se ha congelado completamente. Desde las orillas, hasta el centro, aún cuando solo ha pasado un día desde que lo miro.
El frío no tiene ningún tipo de piedad cuando se trata de los crueles recuerdos del de cresta.

"Tal vez deberíamos pasar la navidad juntos" su voz resonó como la de ningún otro "ya sabes, como novio y novio" entonces él rio. Horacio también lo habla hecho, también había reído. "Suena extraño, pero eso es lo que somos, ¿no es así?, novio y novio...."

Diablos las relaciones eran tan complicadas.

Nueva York era tan complicado.

Horacio era tan complicado....
Todo a su alrededor lo era, incluso las cosas mas inertes.

Como ese lago. Como el frío. Como el pasto. Como el puente.

Como todo Nueva York...

Horacio suspiró y una nube de humo salió de su boca. La temperatura había bajado, pero no demasiado.

Horacio aún podía soportar.

El aroma dulce lo haría soportar. Al menos un poco más...

—Hey... ¿sabías que los buñuelos mexicanos son masa frita con Canela y azúcar? —Dijo la voz de aquel acompañante que había estado junto a él desde que salieron del hotel. — son como una tortilla tostada con azúcar...

Horacio volteó hacia él tan solo girando la cabeza, aún seguía sentado, con las rodillas dobladas hacia él.
Volkov se sentó a su lado en cuanto lo alcanzó.

—¿Eso es un buñuelo mexicano? —Preguntó después de mirar como sostenía una especie de tostada semiredonda bañada de azúcar.

El contrario asintió.

Café Mentolado || VOLKACIOWhere stories live. Discover now