XLVIII

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Después de vagar y vagar anocheció y así como el sol se fue, ambos sujetos casi llegan a un destino esperado tras caminar durante tanto tiempo.

Era la zona rica, aquella que estaba un poco lejos de la ciudad, y aquella a la que habían llegado quien sabe como y quien sabe cuando. Estaba en la montaña y alrededor había mansiones, y casas de gran tamaño que adornaban las calles, tenias que caminar durante 10 minutos para llegar a la siguiente parcela cada que cruzabas por una casa.

Gustabo estaba exhausto y se preguntaba qué demonios era lo que hacían ahí, y Volkov, también un poco cansado, estaba feliz de por fin ver su casa casi al fondo de la calle, ahora él arrastraba su propia maleta y la conversación con el rubio de un momento para otro se había transformado en la conversación común que tendrías con algún amigo en algún momento de tu vida

Habían hablado de tantas cosas. Entre ellas y la que más destacaba era, por su puesto, Horacio.

Claro que Volkov se desahogo y a pesar de que el rubio no era el mejor de todos escuchando a las otras personas hablar de sus problemas personales en relaciones, lo escucho lo necesario para que no se pudiera a llorar tan desordenadamente otra vez. Gustabo no le aconsejó precisamente alejarse de Horacio a Volkov, aunque, claro, tampoco hizo lo contrario. Realmente, para relaciones él era el menos apto, así que trató de no hablar mucho y ver en lo que su hermano estaba metido...

Sin embargo, Volkov se había dado cuenta de muchas cosas.

Como de que era cierto, las cosas entre él y el de cresta habían sucedido demasiado rápido, era normal que alguien como Horacio no pudiera amar tan velozmente a alguien como Volkov y por supuesto, tampoco podría desarrollar unos sentimientos tan profundos en un tiempo tan corto.

Pero, volviendo al mismo punto de siempre. Para Volkov se sintió tan genuino que creyó que podía tocar el alma de Horacio para combinarla con la suya y así, poder morir tranquilo.

Todo lo que lo llenaba

Todo lo que alguna vez lo llenó fue ese sentimiento de verdadera riqueza al tener a Horacio paseando sus labios alguna vez por las espalda del ruso.

El recuerdo de las manos ásperas y anchas de Horacio tocando el pecho de Volkov mientras que por la parte trasera de su cuello se sentia la respiración del de cresta mientras ambos tenian sexo.

La sensación del agarre en sus caderas cuando lo sujetaba para asegurarse de sostenerlo bien.

La manera en que apretujaba su piel cuando llegaba al punto de orgasmo.

Caía sobre él, dejaba un mordisco sobre su cuello y lo soltaba apenas todos los músculos de su cuerpo se relajaran y dejarán de tensarse.

Volkov sintió un escalofrío.

Tragó saliva y aclaró la garganta cuando volvió de sus pensamientos.

Giró la mirada a Gustabo.

-No es que no quiera hacer que las cosas funcionen -Le dice, Gustabo levanta la cabeza al darse cuenta de que el contrario está hablando. -, es solo que no tengo tiempo...

-¿Qué?, te vas a morir o algo? -pregunta este, bruscamente cuando se ha dado cuenta de que han vuelto a esa conversación otra vez.

-Debo viajar a Rusia, -Responde -, tengo problemas aquí y allá... está mi familia

-Que tengas problemas aquí no significa que esos problemas no puedan tomar un vuelo contigo para seguirte y atormentarte -comenta irónicamente -. O dejas que el problema te coma o te lo comes, es lo mismo con Horacio, o lo quieres o no, se acabó.

Café Mentolado || VOLKACIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora