XXVIII

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Volkov reía con un vaso desechable entre las manos. Horacio estaba sobre él, tratando de besarlo mientras sonreía.

Volkov retrocedía, siendo cuidadoso de no derramar su bebida y no caer de la cama por accidente.
Ahora, bueno... ahora estaban en un lugar más cálido que el exterior, siendo específicos, en la habitación de Horacio, a la cual habían llegado ya hace un rato

Habían decidido volver al hotel en el momento en que Horacio dejó de sentir sus manos por el frío que hacía afuera. Regresaron, tomaron una mochila y volvieron a bajar para comprar alcohol a escondidas en una tienda a dos calles del sitio (al parecer el hotel no permitía que las personas ingresaran con alimentos externos al lugar; el ruso y el de cresta se sentían como un par de vándalos rompiendo las reglas cuando se escabulleron por la recepción...).

Ambos tomaron una ducha caliente (por separado, por supuesto) y pasaron el rato jugando con algunos juguetes que habían decidido comprar cuando pasaron frente a una tienda durante su búsqueda por licor, entre ellos, un tablero de serpientes y escaleras, un manojo de cartas españolas y un extraño juego llamado "Jenga", que consistía en armar una torre para luego tomar piezas a su alrededor y destruirla.

También, cuando dieron las doce, Horacio llamó a su querido hermano para desearle una feliz y hermosa navidad, de igual manera, aprovechó la leve borrachera que le acompañaba en ese momento para presentarle a Gustabo a aquel sujeto que lo había acompañado durante aquellos pocos dias, Volkov. Pareciera que el rubio tampoco estuviera lo suficientemente consiente, porque le habló como si fuera su amigo del alma y la conversación fluyó como si se conocieran ya desde hace un tiempo.
El ruso, por su parte, estaba bastante dentro de sus casillas. Él era un experto con aquello de alcohol así que tenía un gran aguante, sin embargo, a pesar de eso, también le siguió la conversación al hermano de su "parejita" y le deseó una blanca y feliz navidad en cuanto cruzó palabra con él.

Ahora pasaban de las 3 a.m. y ellos continuaban despiertos, ambos cansados y adormilados, pero sin querer dormir aún.
Horacio insistía en toquetear y querer besar al contrario, mientras que Volkov tan solo reía y aceptaba los dulces y pequeños besitos que el de cresta le otorgaba. A veces escapaba de él, pero solo para molestarlo, en realidad le encantaba tener a Horacio encima; eh, eh.... sin albur..

Horacio se dejó caer sobre Volkov y besó su cuello, provocándole cosquillas en aquel punto débil.

-Oye -Habló entre risas el ruso, tratando de apartar a Horacio -, ya debería irme a mi habitación, estás realmente borracho.

Horacio se detuvo y le arrojó una mirada enfadada a Volkov. Tenía el ceño fruncido, la nariz arrugada y las mejillas amontonadas.
Estaba haciendo un puchero... algo que nunca antes había hecho. Al menos no de manera consiente.

Volkov río y dejó caer su frente sobre la de Horacio.

-Quieres dejarme, no lo hagas, no me dejes solo en navidad. -Quejó paseando sus manos por el interior del suéter de Volkov.

-Vas a derramar mi vaso si continuas moviéndote de esa manera -Dijo, sosteniendo una de sus manos para detenerla, la otra, bueno, seguía explorando la espalda del ruso.

Horacio había desarrollado una especie de obsesión por la piel de Volkov en las últimas tres horas. Cada vez que tenía la oportunidad metía sus manos entre la ropa del ruso y aprovechaba para hacerle cosquillas, o tan solo para tocarlo y sentir lo cálido y suave que consideraba que era su piel.

También, aquellos besos en el cuello habían aumentado, todo el tiempo lo atacaba y lo mordisqueaba si sentía que era el momento adecuado. Le gustaba cuando esos pequeños ruiditos vergonzosos salían de la boca de Volkov sin la intención de provocarlo. Oh, y esas veces en que su piel se erizaba, también lo amaba, no importaba si eso significara escuchar los regaños de Volkov cada vez que se enfadaba porque el contrario estaba yendo demasiado lejos.

Café Mentolado || VOLKACIOWhere stories live. Discover now