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Eran las tres de la tarde y Horacio estaba cabeceando durante la clase en línea. El profesor parecía seguir hablando y hablando, pero el cerebro de Horacio no podía procesar sus palabras de la manera correcta, su barra estaba llena de cuadernos, hojas, pequeñas notas y una o dos tazas de cafés que tenían únicamente los restos de lo que antes parecía ser una deliciosa bebida.

Bostezó y luego talló sus ojos con cansancio. Los exámenes se estaban acercando y no tenía ni una pequeña milésima de tiempo para distraerse, Horacio era un completo despistado y probablemente si se desconcentrara un poco, todo lo que había aprendido en los últimos tres meses lo olvidaría en un segundo. (Sí, el cerebro de Horacio era bastante Jo'Puta).

Horacio intentaba hacer garabatos en la hoja de su cuaderno, tan siquiera para no quedar dormido. Gustabo, quien estaba con él en el departamento camina hacia la cocina.

Pero si le ponen la canción, le da una depresión, nah, nah... llorando lo comienza llamar... —Tarareaba y cantaba una de sus canciones favoritas, aún cuando solo se sabía el coro.

Horacio le dirige la mirada con los ojos irritados y un poco rojos del cansancio.
Gustabo le mira.

—Ostia, Horacio, ¿viste demasiado porno anoche o qué? —Pregunta de manera burlona al verlo de esa manera, Horacio no le responde así que se encamina a abrir la nevera y mirar dentro.

El rubio saca del refrigerador un pequeño pastel de chocolate con nueces troceadas por encima. Toma un tenedor de los pocos cubiertos que hay y después se sienta del otro lado de la barra, viendo a Horacio de frente.

—¿Puedo comer esto, verdah...? —Gustabo picotea el pastel con el tenedor y después se mete a la boca un trozo del mismo.

—No te lo comas —Dijo con el rostro reposado sobre su mano, totalmente cansado. —, es un obsequio....un obsequio de...

Horacio cierra sus ojos y cabecea de nuevo.
Cuando el de cresta estaba cansado lucía como si estuviera ebrio. Gustabo ríe y continúa comiendo.

—Horacio Pérez —Preguntó una de las voces que venían del computador.

Gustabo se levantó y activó el micrófono, ahora acerca la laptop a su lugar de la mesa. La cámara estaba inactiva, así que no iba a hacer un problema.

Horacio se desploma sobre la mesa, usando su propio brazo como almohada.

—Presente —Dice el rubio, se mete otro trozo de pastel a la boca.

—Ah, ¿disculpe?, ¿usted es...?

—Ostiah —Gustabo carraspeó aclarando su voz—, sí. Lo que pasa es que estoy medio resfriado, ahora la voz la tengo un poco rara, pero no pasa nada, hombre. Si sueno más sexy de esta manera, joder...

—¿Vale...? —Había dicho el aparente profesor un poco dudoso, Gustabo se silenció de nuevo y continuó comiendo.

Horacio se acomoda, arrugado un par de papeles. Cuando Gustabo lo mira sonríe con levedad, pero pronto se desvía e intenta entender al menos una o dos de las gráficas que aparecían en la pantalla.

El teléfono de Horacio suena. Gustabo lo mira.
Lo toma y después desbloquea la pantalla con la ayuda de uno de los dedos de Horacio.
Había un mensaje recién llegado de un tal "Ford".

¿Ford no era ese con el que Horacio estaba saliendo?, se preguntó Gustabo dentro de su curiosa y chismosa cabecita.

Gustabo abre la notificación y afirma su duda al ver el mensaje.

Café Mentolado || VOLKACIOWhere stories live. Discover now