37- Kaldor.

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El resto del desayuno consistió en charlas sin importancia.

Después de que Cer desayunara cinco jarras de agua, mierda santa iba a tener que comenzar a anotar todas las rarezas que hacía el bicho raro de su futura novia, se pusieron en marcha. La mujer de las alas les obsequió dos carpas montables y plegables. Las dejó en la entrada y se las señaló hasta que las tomaron.

Kaldor le dio los bolsos más livianos, los de los víveres, a los humanos mientras Cer, Río y él cargaron con las carpas encogidas en compactas mochilas.

El sol estaba saliendo por los árboles de Sombras, por tener un nombre tan oscuro ese lugar estaba lleno de luz, el sol era igual de justo para todos. O eso creyó hasta que se adentraron en las entrañas del bosque. Tomaban ese camino, si es que podía llamarse así, para esquivar Villa Cardena y llegar a Tierra de Colmillos para el anochecer.

De todos modos, evitarían todas las ciudades, tierras o pueblos que había en Sombras.

Los árboles se aglomeraban en filas, torbellinos o racimos que impedían el paso a los transeúntes. El follaje tejía una bóveda mezquina que se quedaba toda la luz para sí y el suelo se convirtió en un abultado tapiz de raíces viejas y gordas.

Tuvieron que usar linternas a pleno medio día. La primera vez que estuvo en un hogar fue en la casa de las alas, creyó que no había sido gran cosa hasta que lo abandonó.

El dificultoso y oscuro camino no fue la única amenaza.

Una tromba de tres horas se desató sobre ellos y los empujó violentamente. Eran lluvias endrenadas.

Esa clase de lluvias provocaba que vieran los objetos y las personas de formas idénticas, bajo el aspecto de un mismo ser, podía tratarse de animales, humanos o criaturas, variaba de una lluvia a otra. En esa ocasión la tromba causó que Kaldor viera a todos sus compañeros como un hombre de bigotillo rojizo, con peluquín, una barriga prominente, pantalones, camisa blanca y corbata corta y roja. Por alguna razón, intuía que ese hombre se llamaba Randy.

No solo sus compañeros se veían idénticos, los árboles eran una figura deformada de Randy; las rocas eran un hombre de quince o treinta centímetros, achatado. Ya no caminaba por el suelo, caminaba sobre la cara de Randy. Incluso veía al hombre en las gotas, en sus manos y en cada rincón del universo.

El mundo se convirtió en un harén de hombres con fachada de oficinista. La lluvia endrenada solía causar el efecto de narcóticos. Esa tormenta sería la fantasía de Robin, por los narcóticos y la cantidad desmedida de hombres.

Olivia quiso parar, decía que la lluvia endrenada la estaba mareando, supo que era Olivia por la forma tan llorica que tenía de quejarse, porque en realidad se veía igual que el resto: se veía como Randy.

Kaldor se negó, no podía retrasarse mucho, tenían los días contados y, por lo tanto, las horas. Mientras más rápido llegaran a la Fuente Negra tanto mejor.

Río soltaba risillas con Calvin, encontraban muy gracioso que todo el mundo, de repente, tuviera la apariencia de un hombre.

—El efecto no dura más de quince minutos. Dentro de un rato solo será lluvia normal —prometió Cer, gritando para hacerse oír sobre el silbido del viento y el chasquido del agua.

A los cinco minutos, aunque el agua continuaba azotándolos, los efectos se desvanecieron. Tal como ella prometió. Eso hizo que el grupo recuperara energías. Estaban esquivando las raíces abultadas y trepando las rocas del terreno escapado. Aunque al principio el chaparrón los había intimidado y habían avanzado agazapados como conejos, ahora estaban acostumbrándose al agua helada y el viento recio.

Tu muerte de abrilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora