27- Olivia.

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 Llevaban caminando por cinco horas, sus pies la mataban, pero solo se habían detenido una vez a pedido de Calvin, por siete minutos. Dejaron atrás el pueblo y se adentraron en un bosque que continuaba siendo, en lo posible, normal. El cielo ya había amanecido, estaba tan brillante como una joya preciada. Olivia presenciaba el tercer día sin descanso, cuando una voz molesta la arrancó de su ensoñación:

—¿Qué significa código azul? —preguntó Kaldor, apareciendo repentinamente a su lado.

Olivia tuvo un respingo. Esa palabra no. Por favor.

—Hola —respondió con cortesía, alzando tímidamente la mano que apretó bajo el peso de la otra, no se podía iniciar una conversación sin presentarse, eso lo sabía todo el mundo.

—¿Qué significa código azul? —presionó Kaldor, interesado solo en eso.

—¿Para qué quieres saberlo? —preguntó tratando de desviar el tema, jadeó.

Hablar y caminar era agotador, sobre todo si llevaba a cuestas un vestido tan pesado. Kaldor se encogió de hombros.

—Para saber qué significa código azul —contestó él con obstinación.

Él se hallaba fresco como una huerta, sus fuerzas estaban tan enérgicas como cuando lo conoció, no parecía faltarle horas de sueño y hablaba tranquilamente cuando caminaba. A Olivia le dio la horrible sensación de que él podría estar horas corriendo y hablando, sin respirar, como una máquina.

Estaban caminando en un bosque de pinos, la tierra se escondía bajo un tapiz de agujas secas y húmedas que amortiguaban sus pisadas, no había hierbas, solo esos árboles rectos y solitarios. Crecían con tanta distancia el uno del otro que pudieron haber avanzado con auto por allí, si existieran los autos en Muro Verde.

Olivia echaba de menos la civilización, su celular tenía poca batería y cuando se agotada solo quedaría una pantalla negra.

—Código azul significa que alguien de la familia real ha muerto, lo anuncian a los ciudadanos para que se detengan todas las actividades y comience el luto inmediatamente —contestó.

La última vez que había escuchado aquellas palabras, gritadas desde la azotea de la atalaya, fue cuando su padre había fallecido.

—¿Por qué? ¿Dónde lo escuchaste?

—En ningún lado, bonita —respondió recogiendo una piedra del suelo y tratando de tirársela a Río, pero falló.

Cer tenía razón, su puntería era pésima.

—¿Reflejo te habló de eso? —se interesó Olivia.

—¿Para qué quieres saberlo? ¿Vas a romperme otra vez todos los espejos?

—Lamento eso —se horrorizó, recordando la desesperación que había sentido esa noche.

—¿Qué te pasó ayer?

No era una pregunta cortés, ni preocupada, él tenía la habilidad de volver todo un brusco interrogatorio. Olivia enmudeció y miró el camino que tenía delante, Kaldor abrió los ojos y sonrió:

—Eh, ratoncita, un búho te comió la lengua.

—Es el gato te comió la lengua, tonto —masculló Olivia, tratando de comprobar si alguien estaba al tanto de que ella había insultado a Kaldor.

Cuando comprobó que no, se relajó.

—Claro, de lenguas tú eres la experta.

Acto seguido se inclinó ligeramente hacia Olivia y pasó la húmeda lengua por todo su cuello, ascendiendo el recorrido hasta su mejilla donde que ella lo apartó de un manotazo. Kaldor soltó una risotada estruendosa que hizo voltear a los demás por encima de su hombro y fisgonear con curiosidad.

Tu muerte de abrilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora