5- Olivia.

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Mamá la sentó en un diván ígneo que estaba al lado de la chimenea donde Bianca y ella solían contarle historias a Abbi, aunque la bebé no entendiera nada de lo que hablaran.

Se sentó a su lado. Repiqueteó sus dedos sobre las rodillas, alzó los hombros con una sonrisa radiante, tratando de combatir el rostro serio de mamá y las sombras que retorcían su estómago. Ellos representaban la cara del reino por lo que debían estar siempre felices y despreocupados porque en tierras prósperas no hay tiempo para entrenar la mente con problemas.

Mamá solo tenía sonrisas para la gente que vivía tras ese muro, nunca al revés.

Sin embargo, a pesar de que siempre llevaba consigo la cara pálida y melancólica de un fantasma, ese día tenía los labios quietos, como dos hojas muertas flotando en un lago frío.

Ella llevaba el rostro cubierto bajo maquillaje de plomo, con dos manchones borgoña rodeando sus ojos, como si fuera una calavera. Era el traje ceremonioso para el Ritual, el que vestía todos los años, después de todo ella lo dirigiría, era la reina o el rey los que siempre oraban en esos días.

—Olivia, —la llamó con una voz que no era suya, o al menos nunca la había escuchado emplearla—, tengo que decirte, algo importante sobre tu destino.

—Me lo darán hoy —bromeó soltando una risilla.

Mamá continuó con su rostro inexpresivo, meneó imperceptiblemente, suplicándome en silencio que me callara. Olivia se mordí la lengua. Su ausencia de sentimiento era correspondida a la expresión que las personas ponen en los velorios, un poco rotos, avergonzados de no haber muerto y aliviados también.

Era la cara que había tenido hace cinco años en el funeral de papá.

—Como sabrás cada criatura mágica, no importa su procedencia, recibe el día del Ritual de Nacimiento un destino de la Fuente Madre ubicada en Catedral....

—Lo sé, mamá, no necesitas darme una lección de historia...

—Olivia, escucha y no digas ni una palabra.

Asintió lentamente, deseando más que nada irse de allí. Tal vez por eso amaba tanto a Abbi porque todavía no sabía hablar, ni herir y sonreía indiscriminadamente del lugar o la persona. Tenía risas para todos y las cambiaba como si fueran monedas.

—El origen de nuestro mundo, todo su orden, se debe la Fuente Madre que es dadora de destinos. Nadie conoce su origen, pero para organizarnos, todos los que vivimos en el Reino es porque cumplimos lo que ella dice. Ella es todo. Los subversivos, los que no siguen su ley divina son desterrados por portar La Enfermedad. También sabrás que hace cientos de años, tu antepasado Thelonious, un simple zapatero, con el estómago vacío y el corazón lleno, se presentó a la ceremonia a sus dieciocho años, tres meses y cuatro días de edad. Él retiró un papel de las aguas doradas de la fuente y ahí leyó: «Serás el nuevo rey de Reino y ejercerás la paz»

Arrugó el ceño, desconcertada. Así había sucedido.

—Fue el rey más justo y noble que hubo en toda la historia de reyes. Y la Fuente Madre notó que su sangre era tan pura que deseó que todos sus sucesores tuvieran el mismo destino.

Sonrió, amaba la sangre que corría por sus venas ya que la obligaba, la impulsaba a ser una mejor persona, como sus ancestros. Siempre aspiraba a convertirse en una persona decente, honrada, amable, gentil, servicial y todo lo puro que el mundo pueda ofrecer. No era fácil, claro estaba, pero era la única forma que tenía de honrar la sangre que portaba.

Apretó sus dedos y los hizo crujir, a veces, Olivia, sin darse cuenta, se lastimaba. Pequeños raspones o moretones, pero se los provocaba sin notarlo, era como si algo oscuro y macabro pugnara por salir de ella.

Tu muerte de abrilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora