73- Olivia.

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Eran dos jóvenes, ambos tenían dieciséis o quince.

El chico había desenvainado con rapidez asombrosa una espada, era hermoso, de ojos grises, cabello azabache y ensortijado, de rasgos angulosos y piel bronceada, cubierta de cicatrices de batalla. La chica a su lado le llegaba al hombro, su piel estaba un poco bronceada también, pero su cabello era castaño y tenía la mirada triste. Ella sujetaba un arco y cargaba la flecha lista para disparar.

Se veían un poco cansados, como si hubiesen tenido un viaje largo.

Los dos estaban uniformados con un overol negro y botas militares, las únicas diferencias eran el carcaj de ella en la espalda, el cinturón con la funda de la espada de él y un bulto en el pantalón de la chica. Era un teléfono celular, podía ver la mitad superior sobresaliendo, pero diferente a los móviles de Reino, que eran todos redondos, aquel era cuadrado y tenía una manzana dibujaba en el lomo.

Pero esa insignia no la extrañó. Lo que la desconcertó fue el espiral que había en el pecho del overol de cada uno, sobre el corazón. No, no era un espiral, eran dos letras únicas, formando un extraño torbellino: «GG»

Pero eso no era lo que molestaba a Kaldor era una figura lejana, en el bosque, volando sobre las copas de los árboles secos y negros. Olivia parpadeó al no creer lo que veía. Se veía como una ballena, que husmeaba entre las ramas delgadas y desnudas de los pinos, pero desestimó la idea, era muy absurdo, seguramente se trataba de un avión. Los jóvenes habían llegado de ese avión.

No podía entender cómo alguien, además de ellos, podría tener algún interés por esas tierras infértiles. Sospechaba que sus intenciones eran igual de extrañas que las de ellos.

La chica tensó el arco. Iba a disparar. Kaldor sonrió, retándola, como si estuviera seguro de que la flecha le rebotaría.

—¡Alto! ¡Basta! —intervino Olivia situándose entre ambos—. Kaldor no los mates.

Ella había entrenado para ser una mediadora de paz y por primera vez quiso lucirse.

—¿No vinimos aquí para matar todo lo que se apareciera? —preguntó Kaldor—. Debemos abrir camino para Cer y...

—¡Cállate, transversus! —opinó el muchacho.

—¿Cómo me llamaste? —preguntó Kaldor afinando la voz, casi divertido.

Transversus, eso eres, una criatura tonta.

—Esta criatura tonta te derretirá las pelotas —amenazó comenzando a molestarse.

—No si te disparo primero —desafió la chica, pero le temblaba la voz, tenía tanto coraje como una liebre.

—Hazlo y verás cómo la flecha no me mata, querida, ya lo intentaron otros. Es más, estoy de buenas te daré una demostración de lo que hago.

Kaldor retrocedió hasta un pilar de roca, lo acarició delicadamente con los dedos, casi rozándolo, como se tocaría la mejilla de un bebé. En cuestión de segundos la roca estaba hundiéndose en un montículo negro y humante, como cenizas mojadas o pan húmedo.

La muchacha titubeó, la flecha se le cayó. Olivia se regocijó al notar que era nueva en portar armas, de seguro si disparaba ni siquiera le atinaría al blanco. Estaba mal posicionada y los dedos no estiraban bien la cuerda del arco, lo sabía porque ella era experta en armamentos. El joven a su lado notó la vacilación y el miedo en los ojos de su compañera, avanzó un paso dejándola atrás y los miró a Olivia y a él con detenimiento.

Olivia quería seguir a su padre o al menos averiguar por qué su corazón seguía latiendo o de dónde había salido.

—¿Vieron a un hombre enmascarado aquí?

Tu muerte de abrilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora