61- Olivia.

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El mane cargaba en sus brazos un bracero y las manos de su cabeza sostenían dos cuencos con caldo. Tenía un equilibrio extraordinario. Le suministró sendos paltos a cada uno con cucharas flotando en el líquido blanco. Depositó el brasero en el suelo, encendió un fosforó con los dedos y lo echó a las brasas para que ardieran. Luego observó a Peptolomena con nostalgia y permaneció parado frente a ellos.

Kaldor no se molestó en preguntarle nada, estaba demasiado ocupado tragando como un cerdo. Olivia tenía etiqueta así que se sentó sobre los trapos y las sábanas de una manera apropiada, con las piernas dobladas bajo sus muslos. Colocó el plato simétricamente en el suelo, introdujo la cuchara, la deslizó sobre el canto del cuenco para que no derramara gotas, sopló el vapor y con la mano derecha se dirigió lentamente la comida a los labios. Kaldor ya había terminado, y como no, estaba lamiendo el plato.

Ella dio un ligero sorbo. Estaba salado y sabía a tubérculos.

-Delicioso -sonrió-. Señor... ¿Mane?

El mane continuaba parado frente a ellos, abrió sus ojos blancos y se dio un golpecito en la frente como reprimiéndose por la torpeza. No tenía ni cejas, pestañas o párpados.

-Oh, sí, qué torpe fui. Me llamo Jora Jobbit.

-Mane era mejor -murmuró Kaldor con la cuchara en la boca.

-Es un placer Jora, un nombre precioso -elogió cordial, tragó saliva, revolvió el caldo con la cuchara la soltó y miró al monstruo-. Dime Jora... ¿Conoces a Cratos?

-Sí, podría decirse que somos amigos.

Ese comentario la ayudó a encontrar el coraje que escondía.

-Verás, yo también conozco a Cratos. Él era amigo de mi hermano Darius, iban a la misma escuela de élite, para la familia real o políticos. Yo soy la princesa de Reino...

-Oh, princesa.

Jora hizo una reverencia y se arrodilló de tal manera que sus numerosos brazos y manos quedaron a la altura de la cara de Kaldor el cual retrocedió asqueado. Olivia no pudo saber si lo descomponía la anatomía del monstruo o que la adorara a ella.

Ella le devolvió la reverencia, porque ese anciano merecía ser homenajeado al menos con una inclinación de cabeza.

-Cratos me dijo que llegarías, pero tenía mis dudas, creí que eras la dríada -dijo mirándola arrodillado.

Kaldor se enderezó, las llamas se reflejaban en sus ojos verdes.

-¿Cer?

Jora asintió, colocó una mano sobre su abdomen y regresó a su postura erguida habitual. A Olivia le había gustado que la reverenciara, la había hecho sentir importante, como si las cosas no hubiesen cambiado para nada. Sin embargo, había sido totalmente diferente, los habitantes de Reino solían reverenciarla con fanatismo, pero nunca se había visto como un gesto afectuoso, era más como un dogma.

Pero ahí estaba Jora mostrándole respeto de una forma racional y amigable. Sintió que estaba en deuda con él.

-Sí, Cerezo, la dríada, ella también va a venir.

-¿Está viva? -preguntó Kaldor aun sentado, como si no quisiera creer del todo, apretó las mantas con sus puños-. ¿Dónde está? ¡Iré a buscarla!

-Cratos tiene anotado en su cuaderno todos los posibles movimientos que harán ustedes y lo que tiene que hacer en consecuencia. Yo no sé dónde está, pero ella vendrá, se paciente. El destino de todos es importante, de los cinco, cada cosa que hacen, juntos o por separados, los vincula.

Olivia depositó el plato en el suelo.

-Disculpe si no lo comprendo señor Jobbit pero el destino de Cratos fue ser comido por una familia de trastos. Él lo cumplió cuando salió del Ritual. Lo haya cumplido o no debería estar muerto.

Tu muerte de abrilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora