51- Kaldor.

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Inmediatamente dirigió el cañón del arma a los casi humanos que sostenían las lanzas, uno, dos, cuatro, cinco tiros, todos al corazón, no falló en ninguno. Ella soltó una risa harisca y larga mientras veía que el ultimó se desplomaba al suelo a tomar aire porque le había perforado de un tiro los pulmones. Kaldor salió de su estupor y aniquiló a los siete que todavía quedaban, tocándolos distraídamente con las manos. Ni siquiera prestó atención al peligro, estaba anonadado, mirándola.

Ambos corrieron hacia el río y se internaron en un bosque oscuro, un nuevo grupo, esta vez más numeroso, los seguía. Sonaban como treinta animalillos. Una flecha silbó a pocos centímetros de la oreja de Kaldor. Él extendió sus manos y sin dejar de correr acarició con la yema de sus dedos un viejo roble. Al instante el árbol se desmoronó sobre el bosque, tumbando a otros dos de sus perseguidores.

No giró a ver sus resultados, pero estaba seguro de que les había bloqueado el camino, nadie tocaría un obstáculo que había tocado él, porque Kaldor era una enfermedad infecciosa. Entre monstruos era el peor de todos.

Eso le dio unos valiosos segundos de ventaja.

Una lanza se incrustó a medio metro delante de él. Kaldor frenó y derrapó sobre la tierra húmeda, aterrizando de culo. La nariz chocó con el palo de la lanza que zumbaba como la cuerda de un violín. El mango era de acero pulido como un espejo. Fugazmente pudo ver a Reflejo, encogido con una sonrisa que maligna que le deseaba la muerte.

—Kaldor, querido ¿Recuerdas las palabras de Calvin? Él dijo que quería escapar de Melvin por una deuda y adentrarse en Sombras para encontrar un lugar tranquilo donde vivir ¿No te parece raro que haya dejado Villa Contruri cuando se llevaba de maravilla con la Señora Alas? Ya había encontrado su lugar seguro, después de todo, les dio un mapa, él ya cumplió con su parte del acuerdo, pero los sigue guiando al cambiaformas. Era una trampa. Ay, Kaldor, querido, lo has dejado con tus amigos.

La carcajada de Reflejo perforó el aire.

—¡Lo veo todo y veo cómo los atraparon! ¡Los están masticando en este momento! ¡Quisiste deshacerte de Olivia, pero fue a la única que salvaste!

Olivia arrancó la lanza de la tierra, la alzó por encima de su hombro y cuando Kaldor creía que ella no podía arrojarla lejos con ese bracito minúsculo que tenía se equivocó.

Encertó con ella a una mujer rubia. Fue como cazar a un pez. Le había dado en el centro del estómago, la punta la había atravesado y el filo la había tumbado al suelo donde se clavó como un tornillo en una pared.

—¡Eso es por robarle el brazo a Calvin, vieja bruja! —rugió con voz acalorada, ronca de la rabia, el cabello pelirrojo se le había caído sobre la cara sudada, estaba poseída—. ¡Voy a arrancarte parte por parte! ¡Lamentarás haber matado a papá, Darius!

Se agarró los faldones de su vestido de dama y avanzó un paso dispuesta a terminar con ella. Estaba en un trance otra vez, imaginando cosas. La mujer continuaba tendida en el suelo, emitiendo gárgaras de sangre, con los brazos y las piernas extendidas, como una estrella infantil, mirando el entramado de árboles sobre su cabeza. Sería lo último que miraría.

Kaldor se incorporó, la tomó de la mano, la hizo girar y comenzó a correr con ella nuevamente. El río estaba más cerca. Las flechas y las lanzas volaban codiciosas a su alrededor, silbando amenazadoras. Olivia extendió el brazo que cargaba el arma hacia él ¿Iba a matarlo? ¿Qué mierda le pasaba?

Disparó.

Pero la bala fue dirigida a un cuerpo que estaba a veinte centímetros de Kaldor y que estiraba sus garras ambiciosas ¿Cómo no lo vio venir? ¿Qué tan rápido se habían adelantado?

Tu muerte de abrilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora