39- Kaldor.

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 —Mira, un nevrra —señaló Olivia estirando un brazo a modo de barrera para detener a Río y Cer, como si el grupo entero debiera admirar lo que había encontrado—. Un árbol de hielo. Debe estar perdiendo su fría corteza. Le crece hielo de noche y lo pierde durante el día.

 Kaldor identificó lo que ella señalaba: una figura traslucida y reflectante.

—¡DESCANSO! —decretó Kaldor arrojando al suelo la carpa compacta—. Pido ¡DESCANSO!

 Como si estuviera esperando escuchar esa palabra Río se liberó de su mochila, Calvin se desplomó sobre una roca, Cer se sentó en el suelo y Olivia la imitó. Calvin giró en todas direcciones su cuello con contractura y Río se masajeó los pies mientras se quejaba:

—¿Quién lo puso a cargo de los descansos?

—¿Votamos para destituirlo? —preguntó Cer.

—Democracia —observó Olivia y sonrió—. Me gusta.

—¿Es broma? —preguntó Cer resoplando—. ¿Eres de la monarquía y te gusta la democracia?

Olivia se ruborizó y balbuceó algo incomprensible... que sonó extrañamente como una blasfemia. Río soltó una carcajada y Calvin chasqueó la lengua.

—No es para tanto, puede ser que... —articuló una oración en defensa de ella.

 Kaldor saltó raíces y esquivó matorrales para llegar hasta el árbol que había señalado Olivia. Él esperaba encontrar una escultura de hielo macizo, pero en su lugar halló el típico árbol aburrido cubierto de una lámina de hielo pulido que crecía a intervalos, era como escarcha espejada.

 Se estaba derritiendo, al cabo de media hora no habría nada. Había sido un milagro que Olivia lo viera, él prometía agradecerle después a la loca. Arrancó con cuidado una fina esquirla y se vio reflejado. Suspiró de alivio.

—Kaldor, querido, tanto tiempo —Reflejo le sonrió—. ¿Pero qué pasó? ¿Por qué todavía no mataste a nadie? —inquirió preocupado.

 Preguntas ¿Qué le preguntaba? ¿Cuál era el secreto de Olivia? ¿Quién era el sicario Máscaran? ¿Por qué habían gritado código azul cuando él abandonó la ciudad? ¿Quién moriría en ese viaje? ¿Quién era confiable o quién no? ¿Cómo salir de Muro Verde? ¿Existía la Fuente Negra? ¿Qué es lo que más ansia el cambiaformas? ¿Vive en la fuente? ¿Cómo puede ayudarlos?

—¿Existe el cambiaformas?

Reflejo rio.

—¡Amigo mío! ¡Creí que ya lo habías pillado! ¡Todo existe en Muro Verde! Es tierra de muerte y para morir hay que existir.

—¿Existe o no? —preguntó impaciente.

—Sí... sí —contestó de mal humor—. Le quitas el suspenso a todo, maldita rata.

—¿Dónde está?

Sonrió. Hoyuelos de niño. Otra pregunta y Reflejo amaba las preguntas.

—Sigue caminando y lo encontrarás —su sonrisa se desvaneció—. Pero te lo advierto, cuando lo encuentres ya no lo querrás. Es más, creo que cuando lo encuentres dejará de ser el cambiaformas. Será como buscar un corazón y hallarlo, pero no tener a nadie a quien amar.

—¿Qué esconde Calvin?

Reflejó parpadeó.

—¿Por qué crees que esconde algo?

—Porque es tan... raro. Se ve...

—Igual confías en él, porque lo estás siguiendo —sonrió.

—No confió... o sea yo... él es tan raro. Se ve tan...

—Solo —dedujo seriamente—. Lo está, Kaldor. No es la primera, ni la segunda o la última alma que se sentirá sola en este atestado mundo de condenados que caminan en polvo y se llenan los pulmones con oxígeno que no quieren respirar.

 Vaya, qué exagerado, pensó Kaldor. Miró al grupo para asegurarse de que no lo oían.

—¿Qué es lo que piensa todo el tiempo? Parece que quiere ser feliz pero no puede, parece que... extraña a algo.

—Extraña un lugar. Su hogar. Está lejos pero no puede regresar allá caminando, ni tomando un barco. Lo que Calvin piensa todo el tiempo es que está en coma, soñando, o que está encerrado en un experimento del gobierno o una realidad virtual como Matrix. No cree que ustedes sean reales. No entiende por qué lleva más de diez años encerrado en este lugar e inventa repuestas. Ya veremos si tiene razón ¿No crees?

 Kaldor frunció el ceño, eso no tenía completo sentido. Reino no hacía experimentos, mucho menos con gente. O sí... ¿O si? Tal vez ese era el secreto que ocultaba Olivia. Pero, aunque Reino los hiciera, era extraño que reflejo hablara de gobierno. Gobierno sonaba al nombre que recibiría otro lugar.

 Calvin está dormido. Gobierno tal vez era la realidad ¿Y eso en que lo convertía a él? 

—¿Estar en coma es como dormir? ¿Por eso él cree que está soñando?

—Sí.

—¿A qué te refieres con mundo real?

—A que Calvin es dueño de la realidad. 

—Pero todos somos dueños de la realidad.

Reflejó se desternillo ruidosamente.

—Kaldor, querido mío, claro que no ¡Si ni siquiera eres dueño de tu vida ni de tu libertad! ¿Imaginas ser dueño de tu realidad? La fuente controla tu destino y allá Calvin tiene otros dioses, como dijo él, pero se llaman gobiernos, empresarios, dinero, sueños... Solo hay una cosa de la que eres dueño y es de toda la desesperación que acarrea ser un esclavo famélico, mamando las fantasías de alguien más.

Meneó la cabeza, no entendía mucho a Reflejo, le estaba hablando misteriosamente a propósito porque sabía que estaba desesperado por saber. Sus palabras tenían múltiples interpretaciones, cavilar y meditar en todas las posibles respuestas lo volverían loco y la proyección lo sabía por eso lo torturaba.

Reflejo meneó los dedos como si fueran esos palillos que usaban los directores de orquesta y canturreó con la misma tonada que empleaban las personas para cantar el feliz cumpleaños:

—¡Te mueres en abril! ¡El otoño llega en abril y te mueres para volver a vivir!

—Shhhh.

No podía pensar con todo su parloteo.

Reflejo dijo que eso era lo que pensaba Calvin, no que fuera lo real o la verdad ¡Ja, había pillado su juego de palabas!  Cuando se trataba de respuestas con Reflejo había que aprender a leer entre líneas. Calvin creía que estaba dormido y que todo lo que lo rodeaba no era real. Tal vez el humano estaba loco, como todos los otros humanos.

 Pero ya le quedaba poco tiempo, el hielo casi se había derretido en sus dedos. Reflejo estaba todo encogido como si tuviera que saltar a una cajita diminuta. No podía arrancar otra esquirla del árbol, ya todas se habían derretido.

—¿Puedo confiar en Calvin?

Reflejo sacudió la mano y chasqueó la lengua repetidamente como regañándolo:

—Kaldor, Kaldor, Kaldor, amigo, esa no es la pregunta. La pregunta es si Calvin puede confiar en ti.




 ¡Feliz fin de semana gente!

 ¡Abrazo y nos vemos el siguiente viernes!

Tu muerte de abrilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora