XL: EL ALCOHOL NO ES BUENO

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2 DE NOVIEMBRE DEL 2000.

Hannah iba por el pasillo que conecta las doce habitaciones, la segunda biblioteca y el cuarto de dibujo. Al final de éste, se hallaba las escaleras. Mientras hacia el recorrido, el cual hacia constantemente, su sonrisa decayó al ver el cuadro que mostraba la imagen de una mujer esbelta, de una tez chocolate y unos llamativos labios carmín.

Conmocionada ante el repentino malestar, se acercó a paso paulatino hasta el retrato, terminando de echar al suelo el velo negro que lo resguardó de sus ojos hasta ese momento.

Fue como si hubiese recibido un golpe en el estómago, quitándole el aliento y con un dolor insoportable en la parte trasera de la cabeza.

«¡Eres una maldita Sangre Sucia!»

Hannah se tambaleó hacia atrás, aturdida por el eco molesto de una voz femenina. Su piel se erizó, reaccionando ante las imágenes que se abarrotaron en su cabeza como un torbellino asfixiante.

«¡Hannah, corre!»

Cerró los ojos con fuerza al reconocer la voz cálida de Neville, aunque ésta sonaba urgida, decidida y preocupada.

«¡Neville!»

Esa fue la suya. ¿Pero por qué se oía aterrada? El martilleo siguió constante detrás de su cabeza. La confusión que sentía se había mezclado con uno de pánico, dolor e irá; sentimientos que no sabía el por qué estaban allí junto a esas voces.

- ¿Hannah? -sintió dos manos inspeccionando su rostro, pero ella se negó abrir los ojos. «Sangre Sucia» Volvió a oír, ésta vez algo lejano-. Hannah, mírame... Dime algo. ¿Qué sucede?

Al fin abrió los ojos, inundados de lágrimas que nublaban su vista. Cuando las dejó ir, cayéndoles por las mejillas, pudo distinguir el rostro preocupado de su esposo. Dentro de ella, quería correr lejos... marcharse fuera de sus brazos como si tan solo su tacto le quemara como brazas ardientes. Sin embargo, extrañamente luchaba contra el sentimiento impérico de no soltarlo, y acurrucarse entre sus calidos brazos. Cómo estaba acostumbrada hacer.

Blaise inquirió con la mirada, pidiéndole con gran necesidad que le hablara. El terror cada vez se estaba plantando en sus ojos negros, delatando un abismo deprimente.

- Llamaré al Medimago MgCauly... -dijo para él. Más no dió un paso lejos, ya que Hannah asió de su brazo jalándolo hasta ella. No podía mentirse, con tan solo ese pequeño y simple acto, le había vuelto el alma al cuerpo.

- No... no me dejes... -la voz estrangulada de Hannah rebotó en el pecho de Blaise. C
asi pudo sentir que justo ahí, un calor se extendió por su cuerpo entero-. T-tengo m-miedo... mucho miedo -sollozó con más ahínco.

El moreno exhaló, y alzando su vista se fijó en que el cuadro de su madre estaba descubierto. Se maldijo mil veces por no tener el tacto frío de quemarlo meses atrás, más ahora, ¿qué le importaba el retrato de una mala mujer? Era por su culpa que Hannah estaba así. Así ella no se lo dijera, él podía presentirlo.

- Nunca te voy a dejar, mi amor... -se alejó un poco para verla a los ojos. Limpió con las yemas de sus dedos cada rastro de lágrimas, y besándola en los labios, castamente, repitió con más firmeza y seguridad que antes-: Nunca te voy a dejar...

Ese día iban a la inauguración de un segundo restaurante de la cadena de restaurantes Zeus, propiedad de Blaise Zabini y las cuales compartía porcentaje con sus dos mejores amigos, Theo y Draco, más al ver el estado en que Hannah se hallaba, el moreno tomó la decisión de posponerla. Para él, todo lo que no conocernía a su esposa, quedaba en segundo plano para él.

Ley Matrimonial Mágica: "Siempre Fuiste Tú".  [TERMINADA]Where stories live. Discover now