XLII: LONDRES MUGGLE

1K 85 23
                                    

10 DE NOVIEMBRE DEL 2000.

Ronald Weasley había cometido muchos errores, pero ninguno que dañara a nadie. Era difícil creer que él cometió tal cosa; golpear y casi abusar de su esposa, Pansy.

Los días y las noches que le siguieron al juicio del Consejo de Magia fueron abrumadores, dolorosos e impotentes. Su familia se alejó, y los que creyó ser sus amigos lo repudiaron hablando a sus espaldas; amigos ganados después de ser considerado un Héroe de Batalla.

Que estúpido e imbécil fue. Lo reconocía, aunque demasiado tarde.

Perdió a su mejor amigo, Harry, éste desde la última vez que intercambiaron palabras no volvió a dirigirle ningúna. En cierta forma el pelirrojo lo entendía. Incluso él mismo se decepcionó de sí mismo.

Perdió su trabajo como Auror. Destituido delante de todos como si sus logros de misiones nunca estuvieron allí. No había más «Auror Weasley». Se hallaba sin empleo y para colmo tenía que pagar una multa bastante sustanciosa. Al menos para él, que a penas y había llegado a reunir unos cuantos galeones; más de la mitad fueron despifarrados en licor y gustos innecesarios.

Así que con lo que le restó de dinero, luego de pagar los quinientos galeones al Ministerio, adquirió un apartamento pequeño sin amoblar en Londres Muggle, a unas cuantas calles de la estación de King Cross. Literalmente dormía en el frío suelo. Y debido a que no tenía varita, era horrible vivir sin hacer magia para sus necesidades.

Nunca tuvo que aprender a cocinar, limpiar o hacer otras cosas referentes al hogar, ya que su madre siempre estuvo para él, incluso cuando estaba casado.

Ahora, sin Molly Weasley, se sentía perdido.

Un día intentó hacer algo de comida con una lata de sopa con frijoles, pero se quedó dormido y el líquido terminó por evaporarse y el sólido quedó carbonizado, llenando la angosta cocina con un humo negro y espeso.

Otro día tuvo que lavar su ropa, a mano pues no tenía maquinaria para ello. A la hora del planchado, y entre murmuraciones, terminó lanzando cuatro camisas y dos pantalones a la basura pues les había hecho hoyos en forma de plancha.

Así cada cosa que intentó realizar le salió extremadamente mal. A tal punto que para comer, tenía que ir al Caldero Chorreante. Nada agradable, ya que los magos y brujas que asistían allí, lo miraban sin disimulo mientras le comían las costillas.

Harto de todo ésto, decidió ir a un cafetín muggle. La comida no era exactamente buena, pero por lo menos le calmaba el hambre, además de que el menú tenía platillos accesibles a su bolsillo.

— Mamá, ya no llores —Ginny abrazaba a su madre, consolándola—. Si te preocupa saber cómo está, sólo búscalo.

Aconsejó, mirándola a los ojos. La mujer mayor sorbió la nariz, sonriendo al fin.

— ¿No estás molesta con él?

Ginny respiró hondo, meditando en la pregunta.

— Sí, aún sigo molesta con Ron... —los ojos de Molly volvieron a llenarse de lágrimas. Ginny tomó sus manos, dándole un apretón cariñoso—. Mamá, Ron hizo mal... A pesar de siempre estar peleándonos, yo lo admiraba y es por eso que me cuesta muchísimo perdonarlo... —Molly asintió, comprendiendo—. Pero... si tú deseas ir con él, yo no te lo impediré, ni los chicos tampoco. Ron es tú hijo.

La señora Weasley miró a su hija, con una mirada cargada de orgullo y felicidad. Su niña cada vez era más madura; cada vez se veía como una mujer madura.

— Gracias mi niña —la llenó de besos por todo el rostro, gesto que hizo sonreír a Ginny.

Luego de la visita de su madre a la Mansión Malfoy. Ginny se encerró en su habitación como ya era costumbre.

Ley Matrimonial Mágica: "Siempre Fuiste Tú".  [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora