XI

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Alguien había desaparecido en el campamento, y todos sabían de quién se trataba.

La primera la cual abrió los ojos fue Élodie Rakoto, la morena se levantó del tronco en donde había dormido apilada sobre Meg Thomas y Laurie Strode. Estaba algo cansada y las ganas de dormir eran demasiadas pero al menos, debía continuar sobreviviendo con sus necesidades básicas y no dejarse llevar por sus tentaciones.

Abandonó el sitio y dió un par de pasos, caminando alrededor del campamento mientras la vista se alojaba en el exterior del lugar. No había mucho que analizar, simplemente era una fogata en el medio del lugar y alrededor, un par de troncos junto a algunos sobrevivientes durmiendo allí incluyendo el sin fin de árboles que decoraba el bosque.

La morena alzó las comisuras de sus labios y sonrió, recordando los buenos momentos en donde con algunas de aquellas personas del campamento soltó varias risas o pasaron un buen rato. De a uno, comenzó a explorarlos, de igual manera, no perdía el tiempo, no había nada que hacer más que charlar o brindar ofrendas a la Entidad.

Élodie se sentía agradecida de tener a un par de amigos en un mundo tan amargo y solitario, probablemente la palabra correcta sería sanguinario. Esas personas tan distintas e iguales coloreaban su triste estadía en la tortura del Ente.

—Zarina Kassir, Steve Harrington y... Dwight Fairlfield —Señaló la mujer con su dedo índice, contandolos a cada uno mientras pensaba que si realmente estaban todos los integrantes—. Nea Karlsson no regresó la otra vez, probablemente estará durmiendo en el otro lado o no lo sé...

Susurró, insegura, cruzándose de brazos mientras se volteaba y miraba al cielo, el cual, usualmente, no solía tener un color distinto más que un anaranjado muerto, sin alguna expresión de un latido cálido ni tampoco emoción.

Aunque en ese preciso instante, algo le había llamado la atención, no era común observar en aquella atmósfera, un tono negruzco el cual evidentemente lo estaba tomando como alguna clase de manto.

Y luego, Élodie percibió un fuerte temblor en el suelo, algo que le hizo tropezar y caer al suelo, haciéndole abrir demasiado los ojos por la sorpresa inmediata la cual la había atrapado pero lo más importante, era el hecho de que a pesar del todo alboroto provocado, los sobrevivientes no se habían despertado de su habitual sueño.

—Esto no significa nada bueno... —Dijo la mujer, entre temblores mientras soltaba una risa nerviosa—. ¿O tal vez sí?

La pobre joven no tenía ni siquiera alguna idea de lo que realmente se podría tratar acerca de lo que vió en aquél cielo o de lo que sintió, tampoco ayudaban mucho las teorías locas pero de algo estaba segura, no quería decir nada bueno todo lo que había presenciado.

Desesperadamente, Élodie comenzó a fijarse entre los sobrevivientes, temiendo por la vida del que estuviera probablemente desaparecido, acompañada de los enloquecidos latidos que otorgaba su dulce corazón.

En total, eran 24, pero... En ese preciso instante, eran 23.

Era tan lógico de que la mujer no iba a dejar pasar aquella diferencia tan extraña, cualquiera diría que algún sobreviviente, estaría en otra persecusión o demás pero eso no sucedería hasta dentro de dos días.

Y cuando Élodie se percató de que faltaba uno, de inmediato reconoció que se trataba de Jake Park, y los recuerdos, regresaron a su cabeza, como aquél joven temblaba como si se tratase de un gato bajo la lluvia y como este contaba todo el terror que había vivido bajo el tormento de Michael Myers.

—Chicos, hey, vengan, despierten —Exclamó la morena, tocando el hombro de cada uno de los supervivientes, incluso llegando a sacudir a Ash—. ¡Es urgente!

Bonhomía → Michael Myers x Jake Park ©Where stories live. Discover now