XIV

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Apretando los ojos fuertemente y la respiración agitada.

Tenía miedo y la forma de demostrarlo, era bastante obvia.

Jake Park sintió el tacto, el filo de un cuchillo en su pecho se hallaba recorriendo todo su tronco, ejerciendo una fuerza ligera en cada moretón. Gimió por el dolor, aquellos pinchazos tan tortuosos los cuales se hacían presentes con cada roce.

No estaba preparado mentalmente para estar en una situación así con Michael Myers. En primer lugar, Jake sabía que lo imposible estaba en morir a manos del asesino hasta que llegara el día de la dichosa caza de la cual, tanto solían hablar y señalar.

Pero no podía evitar sentirse tan conmocionado y aterrorizado si Michael, estaba tan cerca, respirando en su oído mientras que pasaba el cuchillo por su cuerpo, como si fuera alguna clase de lienzo.

"Vamos, no cuesta nada abrir los ojos. No te hará nada, él te lo hizo saber".

Jake suspiró, levantando lentamente sus párpados, encontrándose con aquella figura la cual, tanto temía. Se sintió perturbado por lo cerca que se hallaba el asesino, al punto de llegar a verle los ojos y percibir el flujo de aire de la respiración acariciar su cuello y rostro.

El azabache alzó la mano, agarrando la de Michael, en la cual, este estaba sosteniendo el cuchillo, pero el arma, se hallaba dirigida al ombligo del menor, amenazando con enterrar.

El corazón le latía a mil y aquello, hacía compás con los desconocidos cosquilleos que se encerraban, también, en su pecho.
Jake apretó los dientes, mirando a Michael directamente a los ojos, como si le estuviera rogando con la mirada.

Poco a poco, el cuchillo comenzó a ir hacia abajo, bajando hasta quedarse en el costado de la pierna del asesino, el cual ni siquiera se inmutó con lo que había hecho Jake.

—No vuelvas a hacer eso. De verdad casi me matas del susto —Dijo Jake con un intento inútil de valentía, como si estuviera diciendo una advertencia pero sabía que aquello, no servía de nada pedirlo. Aunque de inmediato, Michael extendió su mano izquierda y recostó los dedos en los tonos morados de las costillas del superviviente—. Uh, eso sí me duele un poco.

Michael se hizo a un lado, apartando el cuchillo en la cama más cercana y regresó, en frente de Jake, para posteriormente, levantar las manos y colocarlas en la cintura del azabache, trazando líneas con las yemas de los dedos alrededor de la zona.

Subió, cerca de las costillas mientras que con la mano derecha, apoyaba la palma en el pecho de Jake, el cual, reaccionaba con leves escalofríos. Cabe recalcar la expresión de su angelical rostro, los ojos bien abiertos como si fueran platos y la boca entreabierta, sorprendido. Quizás, con su mirada estaba rogando que se detenga pero el asesino lo ignoró, continuando con las manos en los respectivos sitios. Ahí mismo, Michael comenzó a caminar hacia delante, provocando que Jake también, pero hacia atrás, casi tropezandose por la repentina acción del otro—. ¿M-Michael?

La espalda de Jake chocó contra la pared, provocando que este intente avanzar pero Myers, aquél hombre con una altura descomunal, lo detuvo con su propio cuerpo, devolviendo al mismo lugar al azabache.

El asiático percibió el frío de la pared y las gotas de agua por la lluvia incumbir dentro de la habitación, golpeando con impetú la ventana y entrando, a penas, por el pequeño orificio de una gotera.

La tercera gota cayó en su cabeza, perdiéndose entre su largo cabello.

Michael pareció maravillado por eso y lo hizo notar al esparcir sus largos dedos por los mechones de cabello azabaches de Jake. El joven reaccionó con una acción involuntaria, queriendo apartar la mano del homicida pero rápidamente, sin querer, agarró su muñeca. En aquél momento, Jake no sabía qué hacer, si quedarse como una estatua, disculparse o como última alternativa: Escapar.

Bonhomía → Michael Myers x Jake Park ©Onde histórias criam vida. Descubra agora