XVI

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Simplemente no podía dejar de besarlo, algo lo atraía sin importar que lo que sus labios estaban tocando eran únicamente los de una máscara pero aquello para Jake Park: Expresaba todo.

Arrugó el cuello del overol con sus puños y con lentitud, sus manos se fueron relajando al punto de quedar casi suspendidas mientras que el oxígeno, abandonaba su cuerpo.

Jake se apartó aún con los ojos cerrados mientras que regresaba a respirar pero esta vez, de una manera más agitada y extraña además de que sus mejillas ardían, tanto que aquello se hacía notar por el famoso rubor que las adornaba.

—Y-Yo lo siento... —Dijo el superviviente en tono de culpa, sintiéndose abrumado por sus impulsos y como Michael Myers no había hecho nada más que solo dejarse besar por él—. Me siento muy avergonzado, ah... Dios, yo, en serio, solo no pude evitarlo y fue un impulso, me siento un idiota por haber hecho eso, tan solo... Olvídalo.

Michael frunció el ceño con una expresión de confusión en su rostro, algo que no se pudo percibir debido a la máscara que tapaba su cara pero también, el asesino quería decirle algo, quería responder que no, que no había sido un impulso y que tal vez, él también lo había disfrutado pero no lo entendía.

—Ese beso no debió suceder —Dijo Jake apenado, alejándose un poco de Myers mientras que evitaba mirarlo a los ojos—. Fue un error.

“¿Beso? ¿Eso fue lo que pasó? ¿Por qué él está tan... Así?”

Michael en sus veinte años de vida, jamás había besado a alguien, ni siquiera a alguna niña o niño del sanatorio cuando vivía allí, tampoco en los retos que los jóvenes hacían con la botella, Myers siempre estuvo alejado de la sociedad desde tiempos inmemoriales.

Y él, por eso mismo, no tenía ni idea de lo que era besar y el gran significado que este conllevaba, ni siquiera entendía por qué Jake estaba tan enloquecido por lo que había sucedido.

Quizás, para Michael, el nerviosismo se debía a la gran cercanía, como también lo había hecho notar su corazón al palpitar rápidamente cuando el asiático estaba tan solo a unos centímetros de los labios de la máscara.

Eran como si realmente fueran los suyos.

—Yo... Debo irme —Exclamó Jake mientras que se dispuso a levantarse del sofá para posteriormente acomodarse la camiseta, y añadió— No me iré de aquí, solo iré a tomar un poco de aire —Explicó Park para posteriormente, percatarse de que había un cubo de rubik sobre la mesada más cercana, a lo que fue a tomarlo y se lo entregó al asesino—. Ten. Juega con esto mientras que yo no estoy, ya vuelvo.

Michael quiso pararse pero se detuvo al ver como Jake de inmediato abandonaba la sala, dejándolo totalmente solo, sumergiendose nuevamente en la soledad la cual durante tanto tiempo había vivido.

“¿Qué es lo que hice tan mal, qué tú tuviste que dejarme solo?”.

Por supuesto que Michael Myers no sentía culpabilidad pero sí confusión, se sentía confundido por todo lo que había pasado y también algo enojado, ya que él, en ningún momento, debía dejar ir a su obsesión.

Jake Park es suyo y de nadie más.

Aunque el homicida, ya tenía un buen entretenimiento entre sus manos, el cual era aquél cubo de rubik que Jake le había dado. Michael empezó a girar el dichoso cubo hacia los lados, sin entender muy bien la gracia del juego.

El superviviente antes de irse debió de haberle explicado que la gracia del juego, era precisamente ordenar bien los colores, no dejar un mar de tonos dispersos en el Rubik pero el pobre Michael, no lo sabía.

Bonhomía → Michael Myers x Jake Park ©Where stories live. Discover now