XXXIII

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7 días.

Desde hace tiempo, lo había estado planeando todo. De principio a fin, pensó en cada paso y las consecuencias de su movimiento, también, en que si llegaba a fallar, como podría revertir su fallida secuencia.

No era más que un sucio juego para él que pronto le pondría un fin. A pesar de ser una persona extremadamente reservada e irónicamente fría, también en el fondo, tenía su retorcido humor en sus maneras de divertirse.

Su manera de pensar era superior a la de cualquier asesino. Lo planificado que era sorprendía a cualquiera y más por sus sádicas acciones, calculadas en silencio y sigilo.

Era como jugar al ajedrez en su propia cabeza y, cuando decidía tomar el cuchillo de cocina, el juego comenzaba.

Las piezas se movían a medida de cada movimiento y sus presas, no eran más que peones cayendo ante su audacia e inteligencia.

Podría arriesgarlo todo para simplemente ganar para obtener lo que deseaba.

El asesinar lo disfrutaba. Los gritos de agonía de los sobrevivientes eran su deleite y la sangre chorreando del cuchillo no era más que un trofeo.

Él no era de fingir sus sentimientos. Cuando algo realmente lo sentía, trataba de decirlo o incluso, de demostrarlo con acciones: Algunas malas y otras tal vez buenas. Un hombre difícil de leer y de adivinar lo que estaba ocurriendo en sus mórbidos pensamientos.

Desde que la locura descendió en lo que le quedaba de humanidad en su raciocinio, la mayoría le tenía respeto y muy pocos; Miedo. Nadie se metía con él a menos que la situación sea lo suficientemente grave como para invadir su propiedad.

Algo que él pronto vengaría de la peor manera posible, desafiando la crueldad humana con sus propias manos. Sus manos cubiertas de sangre y la máscara salpicada de aquél líquido bordó.

No le importaba asesinar a quién fuese, ni tampoco a los animales, sin importar que fuera un gato u perro, la piedad era algo con lo que no había nacido.

El corazón, el único órgano el cual le permitía estar vivo y sereno, no era más que un adorno.

Hasta que apareció él, y precisamente "Él" lo cambió todo.

La única prioridad del asesino era protegerlo, atraparlo entre sus brazos u esconderlo detrás de su espalda y no permitir que nadie se atreva a lastimarlo.

No de la manera en la que él lo hizo en su pasado, conocía perfectamente las intenciones de las otras personas cuando miraban lo que era suyo.

El corazón se le aceleraba al pensar que en algún momento podría perderlo, ya sea sentimentalmente o físicamente pero lamentablemente, sin saber lo que le iba a presentar el futuro, opciones no tenía.

Los nervios se convirtieron en algo habitual por más que siempre demostró que aquél sentimiento nunca existió en su persona. Un asesino seguro de sus pasos sin siquiera serle relevante cuánto errores implicaría un movimiento en falso, pero él, era lo que más quería proteger sobretodo.

Los planes que su manada estaba haciendo, le desconcertaban. Una infinidad de diferentes posibilidades de lo que podría llegar a suceder si capturan lo más apreciado que tiene, en realidad, lo que a él podría pasarle, era lo que más temía.

Incluso por esas insanas dudas, era por lo que no podía dormir tranquilo en las frías, lúgubres y oscuras noches.

Oyó que le respondió y sus pensamientos se esfumaron como tierra en el viento. Michael sacudió la cabeza de lado a lado y dobló su cuello, haciendo tronar su cuello y luego se quedó mirando fijo a Jake.

Bonhomía → Michael Myers x Jake Park ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora