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Intentar concentrarme en el resto de las clases me resultó completamente imposible. Era incapaz de alejar mis pensamientos por lo sucedido en la mañana, y prueba fehaciente de eso fueron dos lápices rotos por mi culpa. Deslizaba por vigésima vez la palma de mi mano a través de las raíces de mis cabellos, intentando disimular las ganas de tener que arrancarme el cuero cabelludo por la ansiedad.

Las ganas de que esto fuera una mala broma de bienvenida o algo por el estilo terminaron por consumirme por completo. Era en vano que siguiera sentada aquí cuando mi mente está imaginando mil escenarios posibles a la vez dejando aflorar mi ansiedad cada vez más. Me levanté quince minutos antes de que finalice para poder despejarme, si no logro salir de aquí es posible que termine calva.

Aceleré el paso y una vez en el exterior di una profunda bocanada de aire al sentir el contacto con la brisa otoñal, me envolví en el pequeño abrigo gris que traía el día de hoy. Estoy segura que un rato conmigo misma no vendrá absolutamente nada mal. 

Empecé a caminar sin rumbo, no contaba con una ruta fija y supuse que no sería tan mala idea poder encontrar un lugar en el cual pueda despejarme por si vuelven a suscitarse situaciones en las cuales me deriven a estos estados emocionales. Me cuesta muchísimo regresar a aquellos recuerdos que me obligaron a terminar aquí a la fuerza en primera instancia y todo esos flashbacks son gracias a la única solución que podría aceptar en este momento para poder evitar este gran trago amargo a lado de Evan, pero sé que la cura sería peor que la enfermedad.

Quisiera poder olvidar pero realmente siento que la cuerda que ata toda estas escenas solo me llevan al pasado una vez más, y tengo mucho miedo, a volver a hundirme y no saber como salir. A perderme una vez más y confirmar que quizás no soy tan fuerte como lo que intento aparentar.

Los juegos del destino a veces son crueles.

Levanto la mirada para reconocer el lugar en el que estoy, el haber caminado sin ni siquiera prestar atención me confirma que estoy perdida y no logro ubicarme a primera vista. Me levanto en puntas para por lo menos lograr encontrar una banca para poder descansar y a la distancia logro reconocer una, decido acercarme y noto que me conduce a través de un pequeño desvió del camino. Es absolutamente precioso, unas pequeñas y milagrosas hojas de cerezo adornan este lugar, es como si fuera un pequeño escape de la infraestructura del campus, en primavera esto debe estar lleno.

— Oh. — Me sorprendí al ver que a lado del banco, había un pequeño tacho de basura casi lleno de colillas de cigarro, el aroma que perpetraba ese conjunto amontonado de desecho de tabaco era fuerte, por lo que me llevo a sentarme al lado opuesto de este. 

¿Quién podría arruinar este pequeño y precioso espacio con este aroma? 

Supongo que para alguien más este lugar también es un tipo de escape. Recoste la espalda y me estiré completamente, gimiendo ante la sensación de placer que me daba el quemar de mis músculos por el movimiento.

Un par de minutos más, un par de minutos menos transcurrían e intentaba no pensar en alguna decisión respecto a lo sucedido en la mañana, podría dejarlo pasar y como última oportunidad conversar con el profesor.

Mi tranquilidad duro poco al reconocer el sonido de mi teléfono adentro de mi bolso. Lo rebusque de manera intensa al darme cuenta que iba ya en las ultimas timbradas hasta que lo encontre.

A primera vista, no reconocí el número telefónico hasta que lo hice. El golpe que sentí en el corazón era indescriptible, las manos empezaron a temblarme y el cuerpo se me escarapelo completamente. Dos timbradas más y la pantalla de llamada entrante se desvaneció, dejando solo la de inicio indicándola como perdida.

No puedo calcular el tiempo exacto que me quede viendo el teléfono anonadada con el estomago revuelto. Puedo deducir que bastante porque solo mi cerebro conecto a la tierra cuando la pantalla se volvió a encender gracias a una llamada de Stephen.

Deslicé como un zombie aceptándola y llevándola a la altura de la oreja.

— Nena, ¿dónde estas? Estoy con Alex en la cafetería, ¿estás libre?

— Eh — Titubié, quizás vi mal— Sí, si estoy libre, en un par de minutos llego.

Colgué y emprendí marcha a la cafetería rápidamente regresando mis pasos para así hallar el camino de vuelta. 

Después de unos quince minutos, ingrese a esta y el olor al grano de café me llevo a sonreír automáticamente, creo que mi sentido del olfato jamás se cansará de este. Mis compañeros se encontraban sentados cerca a la entrada por lo que ubicarlos no fue un problema. Estiré mi mano y saludaba mientras me acercaba.

— ¿Pero dónde estabas? —Comento Alex acompañada de los últimos suspiros a una carcajada producto de su conversación con Stephen.

— Lo siento, me distraje un poco por aquí y otro por allá — Acomode mis cosas en el pequeño asiento que se encontraba vació a mi costado para así sacar mi billetera para poder consumir.

— ¿Qué tal? — Stephen susurro de una manera casi diabólica mientras daba pequeños sorbos ruidosos.

Alex dio una pequeña risilla en complicidad a su pregunta.

— ¿Qué tal qué? — Ladeé la cabeza e hice un gesto casi gracioso por lo desubicada que estaba por su pregunta. — Pues bien, solo he tenido clases y todo ese rollo.

— Pero no te hagas la tonta. — Stephen bajo la taza y se empezó a revolver en su asiento imitando el movimiento que recuerdo haber intentado hacer con un par de chupitos encima el día de la fiesta.

Las mejillas se me tornaron coloradas, abrí los ojos en modo de suplica para que parara antes que todos posaran sus miradas sobre nosotros, así no entendieran el hecho de que observaran me ponía en evidencia automaticamente.

Me levanté entre risas señalándolos con el dedo de manera amenazante mientras me acercaba al mostrador. Me perdí en la carta ante las novedades de la semana, debo admitir que me emociona de cierta manera probarlas.

— ¿Te emociona el nuevo Cold Brew?, debo admitir que el de caramelo se ve bastante tentador. — Una voz conocida susurró a la altura de mi hombro, volteé y reconocí que era Connor.

Lo que faltaba. 

EDÉN.Where stories live. Discover now