T r e c e.

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 Me revuelvo algo agresiva presa del pánico. 

— ¡Pero qué..! — Intento zafarme e intentar gritar, pero no funciona.

— Shh.. —Me silencia alguien de una manera mordaz contra mí nuca.— No me hagas arrepentir de tener compasión de ti. —Su tono de voz es frío y autoritario.

Debe estar asustado, puedo sentir su corazón latir de prisa contra mi pecho. Las linternas de alta potencia se cuelan a través de la rendija de la puerta desviando mi atención.

— Calmate. — Me indica en susurro, controlo mis movimientos de defensa pero sin dejar de estar alerta.

Dejo de sentir el tacto de aquel individuo y lo observo con dificultad por las lagrimas a una sombra deslizar una clase de puerta falsa, que logra camuflarnos en una clase de closet de espacio diminuto.

Las voces se encontraban en el cerco de habitaciones. Reprimo con todas mis fuerzas las ganas de gritar por el miedo a que nos vayan a descubrir y porque estoy encerrada en este momento con un total desconocido expuesta a miles de situaciones.

La mano del sujeto vuelve a taparme antes de que pueda emitir algún otro pequeño sonido, pero esta vez de frente.

Su pecho estaba a escasos centímetros de mi rostro, el olor de alcohol, tabaco y frescor me inunda las fosas nasales. 

Me concentro en tratar de aclarar mi vista luchando contra la oscuridad ante la posibilidad de que sea quien mis ideas estaban rondando. Poso mi mano delicadamente en su pecho y me encuentro con una zona húmeda y chiclosa. Huele a Cuba libre.

Este completo extraño hace que mi cuerpo reaccione de una manera totalmente desconocida para mi. Me obligo a relajarme por la cantidad de alcohol y el subidón de adrenalina que aún llevaba.

— Pero que va, que es la primera vez en años que veo que llama. — Era un poco difícil distinguir la cantidad de distancia en la que se encontraban las voces ya que se mezclaban con los ruidos que hacían los oficiales pateando las botellas, latas y vasos.

— Tom. — Llama un extraño — He encontrado un Whisky que va justo con lo que necesitaba para el cumpleaños de Eva.

— Eh, deja ahí, que tu sabes muy bien para que hemos venido — Le reclama mientras sale del pasillo.

Siguieron los murmullos en el transcurso de unos seis minutos. Lo sé, porque estoy jodidamente nerviosa, no puedo mirar a ningún lado porque tampoco puedo distinguir nada, así que solo me queda cerrar los ojos y contar, rogando que esto terminará de una vez.

Llevo la yema de mis dedos hacia el agarre de él, y delicadamente inspeccionó en el área de la mano. Mi sentido del tacto se agudiza y detallo un par de cicatrices en la muñeca, dispersadas en diferentes secciones.

Mi piel se eriza totalmente al sentirlo un poco más cerca de mi, la humedad de su polo choca contra mi pecho sin bra y siento mis pezones totalmente erguidos por la sensación del frío.

Su otra mano se posa en mi cintura delicadamente, totalmente diferente al agarre del inicio. Los latidos de su corazón se mezclan con los míos, éramos totalmente descompaginandos.

El ardor aparece en las zonas en las cuales me toca, esta proximidad es totalmente incomoda y novedosa para mi pero a la vez no quisiera moverme.

El pequeño espacio formado por nosotros quema. Si alguien lograra abrir la puerta, inmediatamente una ola de calor podría incendiar todo este local.

Con prudencia me destapa la boca, mis ojos se mantienen cerrados expectante de sus movimientos. Sus manos se deslizaron hasta mi cuello para después llevar tus pulgares hacia mis labios que se encontraban totalmente resecos causando una sensación de cosquilleo, abrí ligeramente los labios, la respiración se me entrecortaba cada vez más, punzadas en mi viente respondían campantes a él.

Las palmas de sus manos eran asperas, ladee un poco la cabeza inmediatamente deslizo el primero, dibujando el contorno de mi labio superior. Me sumerjo en el mar de sensaciones que percibo y decido dejarme llevar. Podía sentir con mis labios el calor que irradiaba su piel.

Subo la mano izquierda hasta su cuello, mi pulgar inspecciona aquel pequeño punto sobresaliente que creía observar de lejos, confirmando ante el tacto que era un lunar.

— ¿Ho..la? — Murmuró sobre su dedo, el pequeño ápice de consciencia que tenía tenía que confirmar antes de lanzarme al vacío.

Mi tobillo no pareció aguantar más la escena, torciéndose de manera agresiva logrando romper la tensión. Gimoteo ante mi reacción y él se aclara la garganta mientras me suelta totalmente confundido, es como si de un golpe en nos hubieran devuelto a la tierra en un meteorito.

Por un segundo, me había olvidado de la policía, de todo lo acontecido hace un par de horas y de mi autocontrol.

La puerta falsa que nos lograba cubrir se abre. El susodicho dio unos pequeños pasos lentos un poco con las manos en los bolsillos. Antes de abrir la puerta, se quedo unos segundos parado. 

Pero una pequeña penumbra, cortesía de una luz lejana piso me dio un golpe en el estomago.

¡¿Evan?!

Maldigo internamente arreglándome los mechones rebeldes de mi cabello por los nervios viendo como mis teorías quedaban totalmente confirmadas al ver sus tatuajes brillando a contraluz. 

Pestañeé rápidamente, primero porque no podía concebir la idea de la situación y segundo porque mis ojos ya estaban acostumbrados a la oscuridad.

La diferencia de temperatura se hace notar totalmente y estoy segura que no soy la única. Me sonrojo inmediatamente al mover ligeramente la pierna, sintiendo la humedad que logró formarse hasta hace unos minutos.

Sigo sin poder distinguir sus tatuajes, a excepción de una rosa tatuada que exclaman mi atención, gracias a la parte de la camiseta mojada se dejan notar. Pensándolo bien, haberle arrojado un trago no fue tan mala idea.

Indica en un gesto que no me mueva. Lo observo sacar sigilosamente la cabeza, como un lobo en asecho.

— Ya se fueron. —Dice todo borde y termina de abrir bruscamente la puerta principal, emanando un sonido que rebotó en todo el lugar, para así desaparecer en menos de lo que me toca recobrar la cordura.

— ¿Gracias? — Respondo, sacada de contexto totalmente en voz totalmente baja que hasta podría confundirlo con un pensamiento. 

EDÉN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora