trentacinque

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Cuando Amélie despierta, hay varios mechones de cabello regados que le hacen cosquillas en el mentón, el cuello y hasta en el pecho cuando se encuentra con que el fotógrafo mantiene la cabeza colocada sobre su pecho, suavemente, moviéndose a medida en que ella respira un y otra vez, aun cuando ella sinceramente no quiere seguir inhalando absolutamente nada y el pensamiento de no desear haber despertado nunca se cruza por su cabeza cuando los recuerdos del día anterior le llegan a la mente como un flechazo vengativo que le da justo en el corazón.

No se mueve un solo centímetro, porque además de no querer despertar a Luke, no cuenta con las ganas de levantarse de la cama para hacer absolutamente nada. Sin embargo, el señor Rinaldi empieza a moverse, y un tarareo escapa de sus labios al mismo tiempo en el que apoya el mentón entre sus senos cubiertos por aquella camisa que le pertenece. Aún tiene los ojos cerrados, y es posible que se sienta cansado, que incluso tenga este leve dolor en el cuello por culpa de los acontecimientos del día pasado, de aquella desgracia que todavía no tiene seguro de que ha sido la causa de todo ello aun cuando se muere por saber.

Separa los párpados al mismo tiempo en el que se relame los labios resecos y se arrepiente de cualquier pregunta que ha estado a punto de salir de su boca al momento de ver a su amante. Luce tan rota, con los ojos hinchados y la piel bucal externa completamente pálida, hay varios rayos de sol que se cuelan por las cortinas y que alumbran la piel oscura y su pelo rizado que se encuentra desparramado por toda la almohada, y aunque luce preciosa desde aquella posición, Luke la encuentra tan triste, tan quebrantada, tan inestable que resulta ser doloroso el verla de esa manera.

—Oh, Vénus— Murmura, con la voz algo ronca por tener la garganta completamente seca.

Sube uno de sus brazos, y sin abandonar el lugar en su pecho, le acaricia la mejilla con la mano. La observa inclinar el rostro hacia su tacto, la calidez en su piel morena es fascinante y es una lástima que sus ojos estuvieran tan hinchados por el llanto y que brillaran únicamente en un reflejo de tristeza que él todavía no comprende, pero que quiere entender.

No duda en volver a hablar.

—Mi Vénus, mi dulce Vénus. Te juro que es verte y mi alma se enciende.

Amélie respira, en su garganta se forma un nudo y se obliga a sí misma a no llorar, porque no le cree del todo, porque las palabras hacen un eco casi sórdido en su cabeza y tan pronto como las escucha se desvanecen por completo.

Se permite carraspear con suavidad.

—Vamos a desayunar— Le dice, y nada más.

El fotógrafo tararea sin estar demasiado convencido por su repentina intención por evitar lo que sea que él tuviera para preguntarle, pero no hace ningún comentario al respecto y solamente se inclina hacia adelante y le da un beso en los labios. Se pone de pie, estira la espalda y espera a que la morena se coloque a su lado para atraerla a su cuerpo.

La mira por completo, guarda cada facción, cada pequeño detalle en su rostro y la besa. Sus largos dedos se hunden en la maraña de pelo rizado, acariciando el cráneo con dulzura y lentitud mientras sus labios se mueven en sincronía delicada que a Amelie le da calma. Respiran en el beso, y cuando se apartan, el artista la abraza por los hombros, dejando que se hunda en su cuerpo y que inspire su aroma matutino, de reojo ve a petunia despertar y bajarse del mueble, y aunque quiere inclinarse para saludar a su mejor amiga, decide que lo mejor es quedarse sosteniendo a Amélie cuando tiene el temor de que si la suelta se vaya a derrumbar.

—¿Estás bien, Vénus?— Le pregunta.

Amélie sacude la cabeza en una negación, y Luke espera a que diga algo, pero las palabras nunca llegan, así que vuelve a inquirir.

—¿Quieres hablar sobre lo que te aflige?

Amélie niega una vez más, y entonces Luke asiente con un suspiro, tan sólo para aferrarse un poco más a ella.

—Sabes que puedes contarme todo, amor mío— Le hace saber en un murmullo bajo, solamente para ella. —Soy tu amante, en lugar de juzgarte te ayudaré en cualquier cosa. Conmigo puedes contar hasta para lo imposible, de ello no dudes, así que cuando estés lista, puedes venir a mí y hablar.

Amélie mueve la cabeza de arriba abajo entonces, y aunque tiene la intención de abrir la boca y revelar todo lo que aquellas modelos han dicho sobre ella y él, prefiere callar, porque el estómago se le revuelve al pensar en ello y no quiere seguir sintiéndose de esa forma.

Se aparta de él con cuidado, le deja un beso en los labios y toma su mano para guiarlos fuera de la habitación. El fotógrafo la sigue junto a Petunia, quien es inocente y no tiene consciencia como para comprender la tensión que aquel par de amantes envuelve. Un ladrido escapa del animal y Luke se sienta en una de las sillas del comedor para darle un poco de atención en lo que Amélie prepara el desayuno.

Es algo sencillo, unas tostadas con queso y jamón y chocolate caliente. Le sirve al artista una buena cantidad y para sí misma se sirve en pocas porciones, diciéndose que con el chocolate está bien y que no necesita más, no cuando es corporalmente repulsiva. La morena deja los platos sobre la mesa, y de reojo observa cómo el señor Rinaldi se palmea el regazo con suavidad, lo comprende casi de inmediato, y con agotamiento profundo se sienta sobre sus pierna, pasando los brazos por los hombros del rubio tan solo para recostarse allí entre su pecho, alejándose de vez en cuando para agarrar la taza y darle varios tragos con la intención de acabarlo.

Luke la abraza todo lo que puede, y desayuna en silencio, notando con premura como ella simplemente bebe y no toca sus rebanadas de pan, y quiere decir algo al respecto, pero tiene miedo de decir algo incorrecto y prefiere llenarla de pequeños besos en la mejilla que llegan incluso a sacarle una diminuta sonrisa.

—Hoy no me apetece ir a Bella Donna— Informa Amélie abriendo un tema de conversación. Luke la mira con curiosidad ante su confesión. —No me siento muy bien y anoche no descansé del todo así que ¿Te molestaría si me quedo aquí a descansar? Puedes llevarte mis llaves y venir cuando hayas terminado de trabajar, si quieres, no lo sé.

Al fotógrafo le parece una buena idea, pero él sinceramente prefiere quedarse con ella, porque es obvio que está increíblemente rota y que la tristeza y el desánimo se desbordan de ella. Sin embargo, él tiene sus propias responsabilidades, y por más que quiere desentenderse de ellas, tiene una sesión para ese mismo día.

Respira.

—No hay problema, estaré aquí a eso de las siete, lo prometo.

Amélie asiente como toda respuesta, el desayuno termina, y Amélie se dedica a recoger la mesa mientras el señor Rinaldi se despide de ella y la deja en la soledad de su departamento. La morena eventualmente se escurre en la cama y se hace un ovillo entre las sábanas y cierra los ojos con la intención de dormir, abrazándose a sí misma con todas las ganas de refugiarse de alguna manera del dolor que le abunda en el alma.

Desea no haberle dicho a Luke que podía marcharse, se dice a sí misma que ha tenido que pedirle que se quedara con ella, que permanecieran en cama todo el día en donde ella pudiera llorar con libertad y él la consolara con sus dulces palabras.

Y es un poco egoísta de su parte, y mientras se queda dormida una vez más, no puede evitar pensar en que Luke Rinaldi definitivamente no merece nada de esto.

Body art [#2] | ✓Where stories live. Discover now