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A Amélie el restaurante no le queda realmente lejos. Tiene esta extraña ventaja de que su departamento queda cerca de absolutamente todo y con unos cuantos buenos minutos de caminata casi siempre logra llegar a los lugares sin muchos disturbios.

Conoce muchos sitios, y aunque todavía no es muy buena con los nombres de las calles ni nada por el estilo, ha tenido la oportunidad de encontrarlos gracias a esos días en los que se ha puesto a jugar a ser turista en Roma tan solo porque sentía que habían demasiados locales por conocer y que no estaba aprovechando el tiempo como debía.

Ha sido tonto, ahora que lo piensa no tenía la necesidad de ponerse a turistear, pero tampoco es que se arrepiente ni nada por el estilo porque ha hallado lugares muy buenos que ahora disfruta frecuentar.

El Pinsa 'Mpò es uno de ellos, y le alegra un poco el por fin llegar. Busca una mesa vacía y se sienta sin ningún tipo de disturbios al aire libre. Tan pronto como nota su presencia, Marco, el camarero que suele atenderle, se acerca a ella con una gran sonrisa y buenos ánimos.

Amélie está segura de que Marco es la única persona en toda Italia que no la mira como si fuese terriblemente inferior, el único que no alza las cejas en su dirección ni la mira de manera despectiva, mucho menos susurraba cualquier cosa horrible sobre ella como acostumbra a ser la mayoría.

De alguna forma, la gente puede ser muy cruel con Amélie, y si tuviera que hacer un diagrama al respecto, Marco quedaría en un círculo apartado de todos ellos.

—Buonanotte, bella Amélie— La saluda con aquella curva de labios brillante, animada, porque él siempre parece estar de buen humor. Amélie le devuelve la sonrisa con suavidad. —Tu vai di richiedere la stessa cosa? [Buenas noches, bella Amélie. ¿Vas a pedir lo mismo?]

A la muchacha se le va la sangre a las mejillas al escucharlo, y tiene esta pena creciente en las entrañas al momento de contestar.

—Proprio così, solo che invece di media, lo voglio grande— Murmura, la vergüenza incrementa en su anatomía, pero prefiere no torturarse demasiado el respecto. [Así es, solo que en vez de mediana, la quiero grande.]

Siente que si no come en esos instantes se echará a llorar, y está segura de que puede ocurrir porque ya ha pasado en más de una ocasión, y no es lo más agradable de ver.

—Ah, stiamo festeggiando qualcosa di speciale?— Cuestiona, anotando la orden en una pequeña libreta. (Ah, ¿estamos celebrando algo en especial?)

Amélie sacude la cabeza.

—Eh, no.

Marco asiente sin problema alguno y se retira hacia el interior de la cocina, desapareciendo por completo del campo de visión de Amélie. Se queda sola entonces, e incómoda en su propia soledad. Baja las manos a su regazo y empieza a jugar con sus dedos pulgares porque no tiene absolutamente más nada que hacer.

De repente se fija que una pareja entra al local y casualmente ocupan la mesa que se encuentra junto a la suya. Amélie puede verlos con nitidez, y ellos a ella, pero se hallan tan sumergidos en su propio amor que no se dan cuenta de lo mucho que a ella le gustaría tener aunque sea un poco de aquel cariño.

Y se siente tan sola ahora que la ansiedad incrementa en su interior, y sin siquiera ser realmente consciente de sus propias acciones, se empieza a rasguñar el dorso de las manos con las uñas, y no puede evitar preguntarse dónde está su orden.

Aguanta la respiración brevemente, y de repente se da cuenta de que la chica se encuentra mirándola, y hace esto de acercarse a su pareja y susurrarle algo, sin dejar de verla. El muchacho se gira hacia Amélie sin disimulo alguno, y frunce el ceño de forma tan marcada que Amélie sencillamente reconoce que no ha dicho nada amable sobre ella.

Lo comprueba cuando ve la suave patada que le da el muchacho por debajo de la mesa.

Y es horrible, y ella no puede evitar sentirse de esa misma manera porque siempre es así.

Su pedido llega, y la pizza grande es colocada delante de ella con sencillez. Marco le desea un buen provecho antes de marcharse y Amélie empieza a comer con la esperanza de que aquellas sensaciones espantosas desvanecieran, o que por lo menos la respuesta a aquella incógnita que la nota ha creado en su mente.

Pero no consigue ninguna de las dos, y ahora lo único que le queda es dar mordiscos a sus pedazos de pizza mientras la culpa incrementa y el sentimiento de ser observada crece con cada segundo.

Piensa que está en su mente, sin embargo, logra notar la luz de un flash en su dirección. Se sobresalta sin tener la intención de perder la calma, y no tarda en girar el rostro con la intención de buscar la fuente de aquel rayo artificial.

Su mirada se enfoca en el mismo hombre que ha visto en el parque, con la misma ropa negra, aquella gorra que no deja que se vea su rostro y aquel bonito perrito a su lado, que mueve la cola de manera energética, como si adorara estar allí.

Amélie lo observa fijamente, con el ceño fruncido mientras se limpia las manos con una servilleta. El sujeto le toma una nueva fotografía y se marcha como si no hubiese hecho nada en absoluto, seguido por el cachorro.

La cabeza se le llena de preguntas al respecto, un montón de incógnitas crecen en ella de una manera tan sublime que incluso le llega a doler la cabeza con brevemendad. Tiene que darle un trago a su bebida con la esperanza de que las sienes dejen de palpitarle, pero lo único que consigue es sentirse más ansiosa y necesitar un nuevo pedazo de pizza.

Así que continúa comiendo, aún cuando no tiene ni la menor idea de lo que está pasando en su vida.

Body art [#2] | ✓Where stories live. Discover now