trentacinque

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Amélie se remueve en la cama cuando un par de labios viajan por todo su rostro, dejando cuidadosos besos que logran despertarla. Abre los ojos con cierta pereza para ver de quién se trata, y un sentimiento de alivio se extiende por su pecho cuando se encuentra con un par de orbes azules preocupados.

—He traído la cena— Murmura el fotógrafo con suavidad, justo antes de dedicarle una caricia en la mejilla con la punta de los dedos. —¿Has estado muy cansada, Vénus?

Amélie asiente, pero sinceramente el cansancio lo tiene en la mente y hubiese preferido no haber sido despertada en absoluto, no ahora que el dolor todavía sigue fresco en su cabeza, en su pecho. Inclina el rostro hacia la caricia que su novio le continúa brindando, y deja escapar un profundo suspiro.

—He traído la cena— Repite él, esta vez deteniendo las caricias para llamar su atención, porque casi parece como si Amélie se hubiera perdido en ese momento. —Vénus...

—Sí, yo, yo escuché, es solo que no tengo hambre, no ahora— Le dice en un murmullo distraído, la sola mención de comida le provoca cierto malestar cuando recuerda lo gorda y repugnante que es, y las palabras de aquellas modelos vuelven a hacer eco en su memoria.

Y Amélie está algo así como, demasiado harta, porque aquello resulta ser mucha tortura para solo un día, sobre todo cuando ese no parece querer acabarse nunca. Se incorpora en la cama hasta quedar sentada junto al artista, quien, con ojos preocupados y demasiado azules, mira atento cada movimiento que ella realiza. Amélie bosteza con somnolencia y mira a todas partes en busca de alguien.

—¿Dónde está Petunia?— Pregunta en un murmullo cuando no la ve por ningún lado.

—La dejé en casa —Responde, extiende la mano hacia ella y le acaricia el brazo. —Quería la noche para nosotros.

—Pero, ¿y si tiene que ir a hacer sus necesidades?— Inquiere con el ceño repentinamente fruncido. —¿Qué comerá esta noche? Mañana por la mañana, debiste...

—Vénus— La interrumpió, soltando una suave risa que llama la atención de Amélie cuando en serio luce precioso con una acción tan simple como esa. —Petunia va a estar bien ¿sí? En la parte trasera de mi casa hay una salida para ella y puede ir y venir cuando quiera de hacer sus necesidades, está bien entrenada. Y en cuanto a su comida le he dejado lo suficiente. Estará bien, lo prometo.

Mientras las palabras bailan por sus labios, Amélie posa la mirada sobre su boca, alzando la vista de vez en cuando hacia sus ojos para comprender lo que dice, pero regresando casi de inmediato a su boca carnosa. Lo cierto es que lo ha extrañado tanto, y aun en sus sueño ha estado queriendo sentir sus brazos alrededor de su cuerpo, deseando sentir el calor que emana de él hasta mezclarse con la frialdad que habita en su alma quebrantada.

—Te he echado de menos hoy, mi dulce Vénus— Habla el fotógrafo con la voz un poco ronca por el volumen tan bajo que utiliza ahora, y Amélie tiene que respirar cuando piensa que es casi como si le hubiese leído la mente. Se siente un poco aliviada al saber que no ha sido la única. —Ya no es lo mismo recorrer las calles de Italia sin ti. Es... aburrido, muy poco artístico, demasiado nostálgico el no tener una mano que sujetar ni labios que besar en el camino.

—Lo siento— Murmura ella, porque es todo lo que consigue pronunciar.

Su corazón revolotea en su pecho, y se le caen los párpados cuando Luke desliza la mano por su mejilla una vez más y la besa, con cariño puro y sincero, moviendo los labios lentamente y sin intenciones secundarias, queriendo solamente sentir su tacto y nada más.

Se aparta de ella brevemente, aun con la posibilidad de acariciar su nariz con la punta de la suya. Un breve silencio se forma entre ellos, y las caricias con las puntas de los dedos se desplazan por lugares secretos hasta convertirse en mucho más. Amélie mantiene los ojos cerrados, deseando relajarse, queriendo dejar de sentir aquel malestar interno que la carcome desde su interior.

Body art [#2] | ✓Where stories live. Discover now