Uno

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El sol ya se está escondiendo, el cielo va tomando diferentes tonalidades de naranja y rojo y la vida parece ser un poco más risueña desde ese punto de vista. Es otoño ahora, no hay una sola nube alrededor y está esta dulce brisa fría que le vuela el cabello de forma desastrosa.

Amélie se lo aparta sin ningún disturbio, y para la página de la revista que lleva mirando desde hace unos veinte minutos, justo el tiempo que tiene sentada en aquel parque cerca de su modesto departamento.

Italia es la ciudad más callada del mundo, o al menos para ella lo es, que a veces se encuentra ensordecida y abrumada por la envidia que le causa ver a aquellas modelos. No se trata de una envidia maligna, en realidad les desea todo lo bueno. Sin embargo, ella quisiera tantísimo ser más como ellas, un poco más bonita, más alta, tal vez más perfecta.

Ese es uno de los sueños de Amélie, pero lo considera tan imposible como que del cielo empezaran a llover perros.

Nunca va a pasar.

Se muerde la esquina del labio inferior, sus ojos se pasean por las fotografías y pasa la hoja una vez más. Ahoga un jadeo cuando se enfoca en esta preciosa mujer vestida con ropa juvenil, totalmente a la moda y con una gracia que Amélie considera hasta celestial.

Se enamora un poco de ella, de su vestimenta, de aquel bellísimo top negro que dejaba a la vista su vientre plano y esas líneas en su abdomen que solo presumen lo bien ejercitado que está. También queda fascinada con los pantalones de cintura baja, de ese color azul divino con un estampado de flores rojas en el muslo izquierdo y unos zapatos altos que simplemente hacen que Amélie suspire.

Se fija una vez más en lo delgada que es su cintura, en lo estrechas que son sus caderas, sin ni un solo quiebre en la piel, sin rastro de haber experimentado en su vida lo que es tener masa de más en el cuerpo.

Y siente envidia.

Tiene tanta que tiene que dejar escapar el aire una vez más con la esperanza de desintoxicarse un poco de aquel sentimiento.

El viento vuelve a soplar, su cabello rizado vuela en la misma dirección, y de repente el flash de una cámara logra que su atención se desvíe totalmente de las imágenes en la revista.

Alza la mirada con velocidad y arruga las cejas cuando se encuentra con un hombre alto, vestido de negro de pies a cabeza con una gorra que evita que Amélie pueda visualizar bien su apariencia. Lo único que consigue reconocer es al cachorro que se encuentra a su lado, sujeto por la correa que cuelga de su brazo.

Las tripas se le encogen cuando un mal pensamiento se le cruza por la cabeza, y se pregunta si aquel sujeto acaba de tomarle una fotografía a ella o a algo cercano.

Prefiere creer que es la segunda opción, porque nadie querría tenerla inmortalizada en una imagen como lo están esas modelos que tanto admira.

Niega con la cabeza para sí misma con la intención de continuar martirizándose con lo que nunca podrá ser, pero no lo consigue cuando el mismo cachorro se acerca a ella.

Amélie no puede evitar pegar un pequeño salto de impresión y ladea la cabeza confundida cuando se da cuenta de que el animal tiene una hoja de papel en la boca.

Se lo deja en el regazo con suma obediencia y la muchacha vuelve a levantar la mirada con la intención de averiguar qué es lo que está sucediendo exactamente en esos momentos. Sin embargo, el hombre ya no se encuentra en donde estaba.

Solo hay un espacio vacío y un cachorro ajena.

Se relame los labios con brevedad, toma la nota por una esquina que no está mojada y le acaricia la cabeza al perro, que se deja mimar con toda la complacencia del mundo, agitando la cola de un lado a otro en lo que Amélie termina de comprender lo que dice la nota.

Un silbido se escucha a lo lejos y de repente el animal se va corriendo, dejando a Amélie como la persona más confundida en todo el mundo.

Body art [#2] | ✓Where stories live. Discover now