Cinque

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Luke Rinaldi sostiene la mano de Amélie mientras la guía por las escaleras de piedra. Su mente se encuentra llena de preguntas que giran alrededor de a dónde la lleva y por que, sin embargo, no es capaz de formular ni una sola de ellas cuando se encuentra demasiado concentrada en el hecho de que el mismo Luke Rinaldi, el fotógrafo más reconocido de toda Italia y de probablemente el mundo entero, está agarrando su mano y ha notado su entera existencia.

Amélie lo hubiera dejado pasar en cualquier otro instante si no fuera por el hecho de que no es un simple agarre de manos el que ejercen. El hombre literalmente ha entrelazado sus dedos con los de ella, de manera casi íntima, calidad, apretando suavemente como si quisiera aferrarse a la sensación hormigueante que Amélie no tiene idea de si él siente, pero tiene por seguro de que ella sí. Todo va desde la punta de sus dígitos hasta su muñeca, desde su brazo hasta su pecho, quedándose allí y transformándose en un sentimiento que jamás ha conseguido percibir en su vida,

Se relame los labios nerviosa y cuando el fotógrafo le dedica una mirada con una suave sonrisa de por medio, Amélie puede jurar que va a desmayarse en ese instante. Pero no lo hace, porque por fin llegan a un piso y se detienen delante de una puerta que Amélie desconoce.

Por aproximadamente dos años, Amélie ha estado viendo las fotografías que Luke Rinaldi toma, sabe que él es el responsable de todas aquellas imágenes en donde se encuentran un montón de mujeres delgadas, preciosas, que con ayuda de sus ángulos sólo consiguen verse divinas, casi como si hubiesen sido esculpidas por el mismo cielo. Él es el responsable de las ganas que Amélie tiene guardadas de ser igual de preciosa que ellas, porque básicamente aquel hombre logra milagros con su cámara, el arte en su mayor esplendor.

Y lo admira, como nadie tiene idea, y es justamente por eso que se encuentra medio paralizada, medio sorprendida, sin saber qué es lo que debe hacer.

Luke abre la puerta, logrando sacarla de sus cavilaciones, y le hace un gesto con la mano para que cruce primero. Amélie entra un tanto temerosa, y sus ojos viajan por los alrededores de la habitación dándose cuenta de que se encuentran en una oficina. Ahoga un jadeo cuando su mirada se encuentra con el hombre que está detrás del escritorio de caoba y no puede creer que se trate de nadie más y nadie menos que Ashton Milego, uno de los dueños de Bella Donna.

El fotógrafo se aclara la garganta tan pronto cierra la puerta, y se coloca al lado de Amélie a la espera de que Ashton les preste atención.

Sube la mirada hacia ellos y Amélie se fija en que parece estar igual de confundido que ella.

El no sabe el por que de su presencia.

¿Es que acaso el fotógrafo está intentando jugarle una muy mala broma?

—¿Quién es ella?— Pregunta Ashton, sus ojos avellanas viajan hacia ella con lentitud, como si estuviera intentando escanearla con la esperanza de que su cerebro tuviera algún recuerdo sobre su persona.

Amélie no puede evitar sentirse enteramente avergonzada, porque tiene esta creencia de que debe de estar juzgándola en su mente, pensando en que hace una chica con sus fachadas en su oficina.

El fotógrafo se llena los pulmones de aire antes de hablar.

—Ella es nuestra salvación, Ashton— Dice con el entusiasmo brotando de sus labios, de su voz. Ashton parece que todavía no lo comprende, y eso solo logra que Luke chasquee la lengua. —¿Recuerdas a todas esas modelos que rechacé  para nuestra nueva temporada de revista porque no cumplían con los requisitos de mi visión?

—Eh, si. Lo recuerdo. ¿Y?

—¿Y? ¿Como que y?— Inquiere, visiblemente indignado de su ignorancia. —¿Que acaso no lo ves? Ella si los cumple. Es la indicada, una diosa caída del cielo. Mírala nada más, Ashton.

Amélie arruga las cejas, y piensa que está bromeando, que juega con ella de manera cruel y que es solo cuestión de segundos para que las cámaras escondidas salgan de donde sea que se encuentren y le digan que acaba de caer en una de las bromas mas pesadas de todo el mundo, porque honestamente y para ella, todo lo que dice el fotógrafo en esos momentos no son más que estupideces.

Ella nunca cumpliría con las expectativas de nadie, no se cree lo suficientemente bonita ni para cumplir las propias.

Amélie observa a Ashton ponerse de pie, y se acerca a ella casi con lentitud. Se siente nerviosa, percibe que en cualquier instante en nudo que tiene en el inicio de la garganta se volverá nada y se echara a llorar, y se pregunta qué clase de personas le hacen esto a alguien tan rota e insegura como amelie, lo siente como comer delante de un muerto de hambre, es como exponer a alguien delante de todos sus temores; así de horrible se siente con esta situación, y aunque todavía no es capaz de decir cosa alguna, Amélie cree que en cualquier instante será presa de las críticas de alguien que ni siquiera conoce.

Ashton se detiene delante de ella, la observa de arriba a abajo, y se regala a sí mismo una caricia en el mentón, como si estuviera considerando las palabras del fotógrafo y asegurándose de que lo que dice es cierto. Y es guapo como él solo, casi tanto como Luke Rinaldi, y a Amélie le abruma estar rodeada de ambos.

Ashton se relame los labios, a Amélie se le ponen los vellos de punta por el atractivo gesto.

—Puede ser, pero no estoy del todo seguro, Rinaldi— Comenta con cierto tono pensativo. —A lo mejor debajo de toda esa ropa esta dulzura está en los huesos. Ya sabes que está de moda usar prendas holgadas, nada nuevo.

—Tienes razón, no lo considere— Murmura el fotógrafo. Amélie le asegura mentalmente que debajo de su vestimenta hay todo menos huesos, y es posible que saber eso la haga sentir pesimista. El fotógrafo parece considerar una rápida solución a su problema, porque de repente chasquea los dedos y la mira con una inmensa sonrisa, y cielos, es realmente guapo. —Lo so. Potresti toglierti i vestiti per me, bella? (Ya sé. ¿Podrías quitarte la ropa para mi, preciosa?)

Body art [#2] | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora