Prologo

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Se acomoda en la silla alta, sus pies quedan balanceando sin mucho remedio, sus muslos son ligeramente más gruesos por la presión que hay contra ellos y pone la espalda recta en un mísero intento por verse más atractiva.

Arrastra la mirada hacia la cámara momentáneamente, y casi al instante sus ojos viajan hacia el hombre que sostiene el aparato. La está viendo detrás de aquel lente, lo sabe, lleva haciéndolo incluso desde la primera vez que se encontraron.

—Incluso preocupada luces hermosa— Comenta el fotógrafo, su voz sale en un murmullo profundo que le pone los vellos de punta. —Perché sei preoccupata, mia dea? (¿Por qué estás preocupada, diosa mía?)

Se relame los labios resecos y los aprieta brevemente antes de hablar.

—Es que, ¿no crees que luzco muy mal?— Cuestiona casi en un susurro inseguro. —Estoy segura de que a la gente no le gustaría ver en sus revistas a alguien como yo.

Un suave suspiro escapa de sus fosas nasales y termina bajando la cámara para mirarla a los orbes. Se da cuenta de que sus palabras son serias, que se siente de esa manera, y es posible que algo se rompa en su alma al saberlo.

—Creo que, si yo te hubiese creado para mandarte a este mundo, habría sido egoísta y te hubiese conservado para mí.

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