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Amélie se siente palidecer cuando las  palabras se desenvuelven en su cabeza y las comprende. Sacude las pestañas en varios parpadeos y dirige su mirada hacia el fotógrafo con un gesto de estupefacción, porque en serio no puede creer que le acaba de pedir que se quite la ropa. Así sin más, sin pudor, sin vergüenza, sin nada.

Se traga el jadeo que se le quiere escapar cuando abre la boca.

—¿Qué?— Inquiere, porque quizás ha escuchado mal, porque tal vez no ha entendido bien su petición y simplemente está confundida.

—Oh, tranquila— Interviene Ashton, porque de seguro Amélie tiene una cara de espanto terrible. —Solo queremos ver cómo luce tu cuerpo debajo de las prendas, con que te saques la camiseta es suficiente, no es necesario que te desnudes por completo.

Amélie está segura de que eso debería de ser una especie de alivio para cualquiera, pero lo cierto es que solo pensar en levantarse la blusa la pone de los nervios y le provoca taquicardia. Observa al rizado, que se ha apoyado del escritorio detrás de él y se ha sacado una cajetilla de cigarrillos del bolsillo de la chaqueta que lleva puesta, sacando un par tan solo para extender uno de ellos hacia Luke. No parece afectado en lo más mínimo con lo que dice, en realidad parece como si ya hubiesen hecho este tipo de cosas un millón de veces y ya fuese costumbre

Aquello la incomoda ligeramente, pero de alguna forma, sus dedos se mueven hacia el final de su camiseta, y sin saber qué está haciendo, ni por qué lo está haciendo, Amélie se sube la prenda por la cabeza hasta quitársela. Aguanta la respiración cuando queda en sostén y sostiene su vestimenta como si fuese a protegerla de cualquier cosa en el mundo.

Cierra los ojos con fuerza e ignora la fuerte sensación de ser observada por aquel par de hombres, se repite a sí misma que ellos saben lo que hacen, que no se van a reir de ella, que no la insultaran por sus muslos gruesos ni su vientre abultado, y cree que si llegan a tocarla indebidamente siempre puede gritar por ayuda, o patearlos y correr por su vida.

Si, ese es su consuelo y cuando no escucha ningún comentario hiriente, algún sonido de desagrado, o siquiera un movimiento que le hiciera saber que ellos todavía siguen allí; decide abrir los ojos. Frunce el ceño cuando los encuentra con la boca entreabierta, un cigarrillo sin encender entre los dedos y un brillo alucinante en los ojos, en especial en aquel par de orbes azules, que la miran al rostro fijamente, con asombro, como si estuviese tratando de averiguar cómo es que Amélie es real.

—No te muevas— Pide el fotógrafo de repente, reaccionando increíblemente rápido y empezando a hablar en voz muy alta. —¿Dónde está mi cámara? ¿Dónde está mi cámara? Ashton— Lo mira de manera acusatoria. —¿Le has puesto la mano a mi maldita cámara? Necesito fotografiarla así de bella, no me la quiero perder.

Se mueve por toda la oficina, revisando en los cajones del escritorio, en el librero que hay a un lado. Ashton por fin enciende el cigarrillo y camina hacia la ventana para abrirla sin problema. Le echa un vistazo al fotógrafo.

—Está colgando de tu cuello, deficiente— Le hace saber, regresando la mirada hacia el cuerpo de Amélie y llevándose el cigarrillo a los labios. —En serio luce bella.

—Cuidado con lo que dices, Milago. Hablo de la instantánea, no esta.

Ashton alza las cejas momentáneamente, como si se abstuviera de poner los ojos en blanco.

—Ya. Está en la estantería, en la parte más alta.

El fotógrafo trota hasta ella y encuentra la cámara instantánea en un instante, no se le hace difícil, porque al final es tan atractivamente alto que a Amélie se le olvida por un segundo que sigue en sostén. Observa sus movimiento casi con disimulo, desde la manera en la que sostiene la cámara delante de su rostro hasta la forma en la que la acomoda para conseguir un buen ángulo, desde el cigarro apagado que cuelga de sus labios hasta sus ojos azules dándole una última mirada brillante antes de dispara el flash de la camara. Amélie se cubre con los brazos justo a tiempo, y aparta la mirada hacia cualquier parte, menos al lente.

Y de alguna forma, Amélie puede jurar que el fotógrafo ha quedado sincera y eternamente encantado con ella. Pero no logra entender por qué.

Body art [#2] | ✓Where stories live. Discover now