trentotto

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Un gimoteo casi desesperado, pero bajo sale de los labios de Amélie, al mismo tiempo en el que se abraza al cuerpo de su amante y siente como la boca de su estómago se comprime y revienta en lo que resulta ser el placer en vida. Los dedos del fotógrafo se hunden con tanta fuerza al instante en el que comparte aquellas sensaciones, y ambos caen básicamente desplomados en el espaldar del mueble que ha sabido aguantar aquella brusca intimidad.

El rubio le acaricia la espalda oscura con lentitud, regulando su respiración. Una pequeña mueca se le cruza por el rostro cuando le molesta un poco el dolor en la pelvis, pero aquello termina siendo lo de menos cuando considera que ha valido completamente la pena todo el esfuerzo, y deja varios besos en la sien de su amor, quien mantiene los ojos cerrados por el cansancio.

—Estoy— Empieza a decir en un murmullo, y se tiene que relamer los labios y tragar saliva porque se percibe la boca terriblemente seca. —Muy enfadado ahora mismo.

Amélie alza la cabeza al escucharlo.

—¿Con la persona que entró de repente?— Cuestiona, la idea de que sea con ella ni siquiera se cruza por su mente y es un gran alivio para su subconsciente.

El fotógrafo asiente casi de manera efusiva, con un ceño fruncido prominente en su rostro. Amélie le acaricia la frente con el pulgar queriendo suavizar su expresión y casi lo logra, pero de alguna forma Luke se encuentra realmente fastidiado.

—Así es, quien quiera que haya sido te ha visto desnuda, ha entrado a mi estudio en el cual nadie que yo no autorice puede entrar y ha presenciado como te hago mía. ¡Es inaudito! Una total falta de respeto hacia mí y sobre todo hacia ti— La mira, y extiende la mano hacia arriba para regalarle una caricia en la esquina del rostro para mirarla con adoración. —A mi Vénus nadie la mira en su mayor resplandor excepto yo.

Amélie se muerde los labios avergonzada, ocultando una sonrisa cuando le llega a gustar ese asunto de que sólo él puede verla, porque honestamente no dejaría que ningún otro hombre o mujer la miraran desnuda.

Jamás.

Es un privilegio, como presume aquel artista devoto que solo le concedería a él toda la vida.

—Esto no volverá a pasar, Vénus— Le dice con convicción, viéndola fijamente a los ojos oscuros. — Lo prometo.

—Sonaste muy molesto, te vibró el cuerpo cuando gritaste— Le comenta, porque de cierta forma no lo quiere dejar pasar.

—Lo sé. Lo lamento.

El señor Rinaldi deja un beso en la frente de la morena y sale de su interior con delicadeza, apreciando como su amante tiembla ligeramente en medio de su sensibilidad. Gira ambos cuerpos y deja el de Amélie sobre la extensión del mueble, y se pone de pie al mismo tiempo en el que se sube la ropa interior y los pantalones mientras parece buscar algo en el suelo.

La muchacha ladea la cabeza medio confundida.

—¿Qué haces?— Cuestiona.

—Estoy buscando tu sostén— Frunce los labios al no encontrarlo. —¿Lo habré lanzado demasiado lejos? No lo veo.

Amélie suelta una risita y sacude la cabeza en una ligera negativa, cerrando más las piernas en un intento de ocultar su desnudez.

—Está debajo de mi camiseta, puedo ver uno de los tirantes desde aquí— Le informa sin problema, aunque el rostro le arde en su bochorno.

El fotógrafo asiente en un tarareo, se abrocha los pantalones y busca toda la ropa de Amélie, se arrodilla en el suelo y la ayuda a vestirse incluso cuando ella le asegura que no es necesario. Le coloca el sostén, le pone la prenda inferior, acariciando con sus dedos los muslos rellenos y le cruza la camiseta por la cabeza, peinando con sus dedos los rizos de la morena y dejando un beso en sus labios.

Se incorpora sin problemas.

—Estás lista— Declara con una pequeña sonrisa de por medio. — ¿Vamos?

La muchacha arruga ligeramente el entrecejo.

—¿Ya no haremos la sesión?

Amélie toma la mano que le ofrece y el artista asiente.

—Claro que sí, pero luego de que resuelva el problema que tuvimos hace un momento. Será rápido, Vénus. Tranquila.

Amélie se deja guiar fuera del estudio sin más preámbulos y caminan por el pasillo en dirección hacia las escaleras. Consiguen bajar hacia el siguiente piso, y Amélie sacude las pestañas cuando una cantidad impresionante de luces se hace presente. Aprieta la mano de Luke en un acto reflejo ante la presencia de tantas personas allí.

—¡Todas las modelos a la oficina de Milago ahora mismo! — Demanda.

Su voz resuena en todo el piso, quizás en el de abajo también y tan pronto como lo escuchan, todas las modelos se encuentran corriendo hacia la oficina de Ashton. El fotógrafo rodea la cintura de su amante y está dispuesto a avanzar cuando de uno de los estudios sale un hombre alto, de pelo rizado y ojos verdes intensos, con una cámara colgando del cuello y un entrecejo fruncido en su rostro.

Amélie lo mira de arriba a abajo, la belleza de aquel hombre quedando plasmada en su mirada.

—Pero ¿qué es esto, Rinaldi? — Inquiere tan pronto como aquellos orbes caen sobre el rubio. — No puedes sacar a las modelos, me has interrumpido el 70 por ciento de la sesión.

—Oh, no te preocupes Dante— Dice Luke con desdén, abraza más a Amélie. —Tu modelo regresará pronto, sí es que mi ira no cae sobre ella.

El hombre, Dante, asiente con cierta inseguridad de por medio cuando de seguro no tiene ningún contexto sobre sus palabras, y su mirada se posa sobre Amélie de pronto.

—¿Y quién es esta bella dama? — Cuestiona, una ligera sonrisa deslizando por sus labios sonrojados.

—Su nombre es Amélie, es nuestra modelo principal para la nueva temporada de la revista— Informa Rinaldi. —Vénus, él es Dante Rossi, uno de nuestros mejores fotógrafos. Y digo uno porque el mejor soy yo, claro está.

A Amélie le llega a causar un poco de gracia su narcisismo, le saca una sonrisa incluso mientras que Dante pone los ojos en blanco y toma la mano de la morena, tan solo para llevarse el dorso a los labios y plantar un beso en el lugar. Amélie no siente nada más que vergüenza ante su repentino gesto, y el aliento se le escapa por un momento cuando la ve por debajo de las pestañas con aquel par de faros verdosos.

Sonríe de lado.

—Es un placer conocerla, señorita Amélie— Le dice con un exquisito murmullo.  —Espero poder colaborar con usted pronto teniendo en cuenta su posición en Bella Donna.

—Muchas, muchas gracias, señor Rossi— Balbucea, completamente perdida ante la realización de que ya lo reconoce.  —He visto sus fotografías en la revista, son magníficas.

Al hombre se le expande la curva en los labios todavía sin soltar la mano de la muchacha, y el señor Rinaldi arquea una de las cejas esperando a que la deje de una vez por todas, cosa que de alguna forma no sucede pronto.

—Rossi, esa es la misma mano con la que Amélie me cogió la polla, ¿podrías, por favor soltarla ya?

Amélie jadea sorprendida y por sí misma aparta la mano de la de Dante, sin saber qué hacer o decir tiene la intención de hacerle saber al hombre que aquello no es tan cierto, pero nada sale de su boca cuando él consigue hablar primero.

—Tranquilo, Rinaldi— Dice Dante con un gesto calmado. —Me ha quedado claro de que es tu mujer.

—Bien. Luego nos vemos.

Y con eso emprende con Amélie el viaje escaleras abajo hacia la oficina de Ashton.

—Vénus, ¿cuándo entenderás que solo a mí me llamas señor? — Le murmura cerca del oído, dándole un suave apretón en las caderas. — ¿Tendré que enseñártelo cuando regresemos a casa?

Es posible que Amélie se muera de la vergüenza, así como también es probable que mueva la cabeza de arriba abajo en un asentimiento, porque después de todo y en secreto, le gusta que el fotógrafo sea de esa manera, atrevido y sin pudor alguno, completamente suyo.

Body art [#2] | ✓Where stories live. Discover now