112| Catorce millones en la ciudad del amor

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"La cárcel de una mujer, es un hombre enamorado de ella"

"La cárcel de una mujer, es un hombre enamorado de ella"

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La limusina se detiene frente a la alfombra roja. Alex sale primero. Mi respiración es demasiado inestable. Alex tiende una mano para ayudarme a salir. Saco los pies juntos primero y luego me levanto con cuidado. El flash de las cámaras nubla mi visión por unos segundos.

Mi vestido blanco ondea con la brisa, los diminutos cristales que lo componen brillan más gracias a los disparos de las cámaras. Alex no está nada conforme con mi vestido por el pronunciado escote, pero no me importa.

Edmond cierra la puerta detrás de mí. Tomo el brazo de Alex y doy los primeros pasos sobre la alfombra roja. Bjorn, Jackson y Alice están detrás de mí también. Todos vestidos de gala para no llamar la atención, aunque es difícil para los camarógrafos obviar la presencia de cuatro hombres fornidos.

— ¡Señorita Deberaux! — los primeros gritos se hacen notar en cuanto soy reconocida.

— ¿Señorita Deberaux cuándo volvió a Europa?

— ¿Sabe usted algo sobre la muerte de su padrastro?

— ¿¡Señorita Deberaux quién diseñó su vestido?!

— ¿Cuánto dinero donará industrias Deberaux para este evento?

Alex me mira, rodea mi cintura con su brazo y me encamina hacia la puerta de embarque sin dejarme responder.

Por lo visto todas las actividades de esta noche se celebrarán en una réplica de un famoso barco llamado L'Ocean y construido en medio del río Sena con vistas a la torre de París. La réplica está anclada a suelo, sin posibilidad de moverse, pero no deja de ser magnifica.

Intentando mantener la calma acerco mi cuerpo al de Álex y continúo caminando a su lado con paso firme. Empiezo a acostumbrarme a las luces y evito acercarme a la valla que nos separa de aquellos que solo quieren información sobre mí para llenar sus bolsillos.

Las preguntas van en aumento, tanto en tono, como en falta de sensibilidad. Preguntan a gritos por el cuerpo perdido de Jensen, por la fortuna de mi familia, exigen saber el motivo oculto del porqué Alex no lo heredó todo en mi lugar.

Y porqué, pese a ello, él sigue a mi lado.

Oh, se obsesionó conmigo y ahora me acuesto con él.

Imaginar ese titular en los periódicos y telediarios deja fluir una grata sensación alrededor de mi cuerpo.

— No les hagas caso — susurra Alex, muy cerca de mí.

Me siento más aliviada cuando estamos con los pies dentro del barco. Lejos de los gritos de esa gente y de las ráfagas de frío helado.

— Señor Deberaux — la voz de un hombre de seguridad nos interrumpe cuando íbamos a dirigirnos hacia el comedor, dentro del barco — su reservado está listo, señor.

Sumisa ©Where stories live. Discover now