"Él demonio también juega, no le puedes engañar"
Ángel:
Tocó mis pechos. Mordió mis labios. Jugó con mi cuerpo a su antojo. Lo unico que me molesta es que me obligó a dormir desnuda entre sus brazos. Yo quería mi pijama de tela.
Estúpido enfermo.
Miro a mi alrededor, no hay nadie. Entonces me doy cuenta que esa voz era mía. Pero yo no pensé en eso. Incluso me gustó un poco.
Observo a Alex, está dormido. Así que salgo lentamente de la habitación. Son las seis y veinticinco de la mañana. Tengo cuatro minutos y veintiséis segundos para entrar a su despacho, obtener el elixir y beberlo.
— Señorita — saluda Beau.
Me detengo al verlo en la puerta del despacho.
Hoy no le tocaba a él. Joder.
— Alex te llama — informo.
— Eso es imposible, señorita.
Me encojo de hombros.
— Puedes quedarte aquí y esperar su castigo, o ir con él.
Beau observa a su compañero.
— Ve e informa al jefe que la señorita está haciendo una de las suyas de nuevo.
— Señora... — duda el otro tipo.
Sonrío — ve, no tengo miedo.
El hombre se marcha. Y me acerco lentamente a Beau. Una vez coloco la palma de mi mano contra su pecho, él palidece, pero no se mueve. Asciendo lentamente y acerco mis labios a su oreja.
— No te lo tomes a mal, pero soy la señora de esta casa — susurro.
Luego presiono el punto exacto y el cae al suelo, dormido. El otro guardia ni siquiera está a tres pasos lejos de nosotros. Cuando se da la vuelta por el ruido que hace el cuerpo de Beau al caer inconsciente al suelo, él corre hasta nosotros y procedo a repetir mi movimiento aprovechando que está atento al cuerpo de Beau.
Cuando cae al suelo, entro al despacho y rebusco entre los cajones de Alex hasta que encuentro el elixir. Me lo bebo de un solo golpe y me siento en su silla pensando en los efectos. Pero no ocurre nada.
Entre los cajones abiertos encuentro un sobre, lo tomo y al abrirlo veo las fotos de una mujer. Es una chica rubia de ojos verdes. Está algo arrugada. Me da la sensación de que la conozco de algún sitio.
Suspiro y tras dejarlo todo en su sitio salgo del despacho. En el pasillo los hombres de Alex todavía están dormidos. Sonrío y vuelvo a mi habitación.
Hasta me da tiempo de darme una ducha antes de escuchar el grito de Alex llamando por mí.
Sustituí el interior del elixir con algo de colorante y agua, aunque no sé si se dará cuenta.
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Sumisa ©
RomanceLibro 1 Sumisa: Seduciendo al dragón rojo. #SAGAMENTIRAS Alex Deberaux había logrado tener un nombre en el bajo mundo junto al poder que siempre había ansiado. El dragón rojo era sin duda el sueño de muchas mujeres, y también su perdición. El apodo...