59 | Visitas inesperadas.

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"Vivamos aquí por un segundo, en el pasado, porque ya sabemos que  nuestro futuro no existe"

Ángel.


Por lo visto, la sala de reuniones en las que acabamos de tener sexo, se conecta directamente con el despacho de Alex. Lo sé porque me está llevando en brazos hasta allí sin tener que salir al pasillo. 

Una vez me deja en el sofá y me arulla con las sábanas que trae desde la habitación, veo cómo llama a su secretaria gracias a un a aparato situado en su escritorio. Debe ser una especie de interfono. 

¿Ha cambiado de secretaria?

No he visto por ninguna parte a su amante. Me pregunto si todavía la traerá aquí para acostarse con ella. Miro al sofá, intentando reconocer si es el mismo de hace unos años, cuando lo espiaba y descubría que venía aquí con cada mujer que podía. 

 — Aquí... ¿traes a tus amantes? — le pregunto cuando llega hasta mí y se tumba en el sofá. 

Con su brazo, rodea mis hombros y me atrae a él. 

— ¿Qué? — parece divertirle. 

— Que si te has acostado con alguien en este sofá — gruño. 

Alex rueda los ojos — no. 

— Mentiroso — murmuro, acomodándome en su pecho — seguro has traído aquí a muchas mujeres pechugonas. 

— Sí — acepta, logrando que me reincorpore de golpe y arquee una ceja — pero cambié los muebles hace poco. 

— ¿Por qué, descubriste que había sida en tu sofá?

— No, pero tu eres peor que el sida. 

Hago una mueca y él besa la punta de mi nariz, quiero discutir, pero su secretaria ha llegado. Trae una bandeja de dulces con bebidas. El tiempo que la mujer tarda en llegar hasta nosotros, me dedico a acomodar las sábanas alrededor de mi cuerpo. 

Observo la cantidad de dulces que deja en la mesa antes de sonreírle a Alex y retirarse. Él apenas repara en ella. 

— ¿Esa es tu secretaria? — pregunto, tirando de su camisa. 

Alex deja su mano sobre mi agarre en la solapa de su camisa y se dedica a observarme unos segundos. 

— ¿Porqué? ¿Celosa?

— Es fea — gruño mientras Alex toma una de las bebidas de la mesa. 

Aspiro el aroma y llego a notar que una de ellas es café. Me apetece una taza de café, lo hecho de menos. Bebía café para mantenerme en forma y ahora no dejo de necesitarlo. 

Hasta que me doy cuenta de que la taza de café es la que sostiene Alex con su mano. 

¿Como puedo beber lo mismo que mi enemigo?

Le odio, todo me copia. 

Hasta torturó a sus enemigos con mis técnicas. Pero pienso vengarme. También utilizaré sus técnicas y dejaré que la televisión lo grabe. Cuando haga mi resurgimiento como el Ángel Oscuro te vas a enterar, Deberaux copión. 

— ¿Qué te pasa? — demanda Alex, sacándome de mis planes de venganza. 

Aunque primero, debo recuperar mi café.

— Yo también quiero café — me quejo, extendiendo mis manos hacia su vaso. 

Alex arquea una ceja, algo extrañado, pero luego me acerca la bebida hasta los labios, tomo un pequeño sorbito, hasta que me doy cuenta de que está mezclado con vodka. 

Sumisa ©Où les histoires vivent. Découvrez maintenant