22| Sospechas.

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"Las mentiras tienen pies cortos si el mentiroso no es hábil"

Alex:

Enviaron la prueba

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Enviaron la prueba.

Angel no es mi hermana.

Pensaba llevarla a una cena, compensarla por el mal momento del día anterior. Simplemente fue el alcohol. Me cabreé al ver que no correspondió a mi beso, pero como iba a hacerlo si la había alejado de mí todo ese tiempo.

Traté de entenderla.

La dejé mantener a Bjorn.

Y para qué.

Para que vuelva a escaparse.

Sostengo el frasco de cristal lleno de un líquido negro en su interior.

— Qué es esto — demando.

Bjorn está arrodillado en el suelo. Sus manos atadas a la espalda. Su rostro se mantiene inexpresivo pese a que he llenado su espalda de golpes con el látigo. Está sangrando y sin fuerzas, pero no cede.

— Es la primera vez que lo veo — miente.

Sonrío — estaba en las ropas de mi mujer — no sé porqué, pero recalcando esa palabra me siento un poco mejor — es la segunda vez que desparece. Hay hombres buscando por todo el bosque, la van a encontrar. Y cuando la traigan a rastras vamos a ver quién de vosotros es tan amable de decirme dónde va.

— No existe ninguna relación amorosa entre nosotros, jefe.

Sonrío — todavía tienes los cojones de llamarme jefe cuando no haces más que ceder a sus malditos caprichos.

— Ella no ha hecho nada malo.

Sonrío — sé la mitad de la historia, solo querría saber a quién no puede ver en nuestra casa que tiene que irse a escondidas como una vulgar prostituta.

Arrojo uno de los pendientes en forma de corazón frente a Bjorn. Sus ojos se abren, mostrando miedo por primera vez.

— Hace unos días atacaron a Martin. Pensé que había sido el jodido FBI, o la secreta. Eso puede pasar. Yo no perdí nada. Pero fui a comprobar qué coño había pasado, ya sabes, para asegurarme de que Martin decía la verdad.

Bjorn traga el nudo de su garganta.

— Los hombres que protegían ese lugar, estaban apilados en una pequeña montaña. Y sobre esa montaña había un cuchillo de plata clavado en el pecho del último hombre — también arrojo el cuchillo a Bjorn, que ahora respira con fuerza — ¿Has visto el grabado? Solo dos personas se atreverían a llevar un cuchillo como ese y a utilizarlo como advertencia para mí.

— Jefe...

— Yo no soy tu jefe, Bjorn. La dueña de ese puto pendiente es tu jefa. Angel tiene muchísimas joyas, no podría acordarme de todas, pero esos se los regalé el año pasado. Son únicos y los diamantes tienen un número de serie privado. ¿Qué crees que encontraré cuando investigue? ¿Son suyos?

— Lo ignoro, jefe — dice con la cabeza agachada.

Sonrío.

— Ese cuchillo es de Bellamy, ¿La conoces? A la despiadada asesina que se baña con la sangre de sus enemigos... pero parece que todos olvidaron a su mano derecha.

— No sé de quién habla, señor.

— Hablo del círculo. Esos hijos de perra se han separado y ahora se ocultan y mientras ganan más poder, se están abriendo paso a costa de los demás. Para la mayoría del mundo son solo un mito, así que la poli no va tras ellos, porque no existen. No dejan pruebas. No dejan huellas. No dejan rastro. Pero alguien dejó un cuchillo en mi territorio como advertencia.

— ¿Bellamy está contra usted?

— Bellamy tiene muchas cosas de las que ocuparse ahora que Cole está desaparecido. Nunca buscaría una guerra conmigo.

Bjorn me mira — ¿entonces?

— ¿No estabas allí cuando la reina carmesí dejó esto para mí?

Bjorn niega — no.

— Eres peor que Judas.

— Le juro que no se nada, jefe.

— Sabes, Angel siempre hace tonterías y sus juegos suelen ser entretenidos. Pero de repente roba todo un cargamento y se escapa. Me hizo preguntarme porqué. Así que investigué. No encontraron fotos, pero la descripción del ángel negro es bastante detallada. Cabello rojizo, ojos azules, piel suave. Metro setenta. Delgada... y siempre deja un cuchillo clavado en el pecho de sus víctimas como advertencia para el resto.

— No entiendo dónde quiere llegar.

— Dicen que le gustaba jugar. Que parecía un ángel. Un ser demasiado puro. La describen siendo dulce, tranquila. Pero su sed de sangre era insaciable. A veces era peor que Bellamy. Ella colgaba a sus víctimas de los pies, las degollaba y dejaba que murieran desangradas. Lentamente. Agonizando. Ha arrasado con clanes rusos hasta su extinción. No tiene piedad. Durante algunos años, mientras se habló de ella, la admiré. Una mujer así debía ser única. Pero entonces, hace dos años, cuando Angel apareció frente a mí, la reina carmesí se esfumó.

Bjorn me mira — ¿usted cree que Ángel es el angel oscuro?

Sonrío con sorna — vamos a averiguarlo.

Uno de mis hombres entra, trae a Ángel a rastras y la arroja en medio de la habitación.

Lo primero que ella ve es a Bjorn a su lado. Sus ojos se abren y busca los míos en busca de una explicación. Eso es lo que yo querría de ella. Una jodida explicación.

— Sacad a este idiota de aquí.

Angel espera sin decir nada a que se lo lleven y luego se gira hacia mí.

— ¿Qué pasó?

Solo de pensar que está tentando las aguas me da ganas de empujarla contra la pared y no parar hasta que confiese sus crímenes.

— Ven aquí, amor — le pido.

Ella sonríe y se levanta rápido para llegar hasta mí. Como de costumbre se sienta en mi regazo y pasa su mano por detrás de mi cuello.

— ¿Vas a castigarme?

Mis ojos se centran en sus labios. Así que los acaricio con mi pulgar. Ella los entreabre y se pone ahorcajadas.

No sabe que tengo las pruebas. Así que voy a seguirle el juego.

— ¿Dónde estabas, cariño?

Angel pasa su nariz por mi cuello y me permito presionar su trasero con mis manos. Ella se queda inmóvil y retrocede.

— ¿No... tienes miedo?

— A quién.

— A Dios, te castigará por...

Decido callarla con un beso. Ella gime, pero no se niega. Sus manos se presionan contra mi pecho y toma mi camisa con sus pequeños dedos. La coloco un poco más cerca de mí y ella se presiona justo donde la quiero, contra el bulto de mis pantalones.

— Alex — susurra.

Mi lengua recorre la piel de su cuello y beso el lomo de sus pechos. Ella se aferra a mí. ¿Que se siente que jueguen contigo pequeña muñeca?

— Mmmm — gime cuando muerdo su cuello.

Está en otro lugar. Uno en el que cree que todavía no puedo hacerle nada. Pero ahora nada nos detiene.

Sumisa ©Where stories live. Discover now