15| Castigo.

85.2K 5.6K 1.8K
                                    

"Cuidado, porque el peligro siempre está en hombres calientes"

ALEX:

Sus quejidos no logran hacer desvanecer la furia que corre a través de mis venas

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Sus quejidos no logran hacer desvanecer la furia que corre a través de mis venas. He destrozado su ropa, así que al llegar a la mansión la visto, pese a sus quejas, con mi chaqueta de tela. Solo se ve una pequeña parte de sus pechos, pero podría ser perfectamente un vestido. Ángel es de constitución delgada y aún así tiene las curvas suficientes para volverme loco. Una vez fuera del coche, tengo que tomarla en brazos porque tiene demasiada facilidad para perder sus zapatos y no puedo hacerla caminar con calcetines por el suelo.

Hace una hora Bjorn se presentó en casa como si nada diciendo que Angel estaba en Central Park y se negó a decirme nada más. Pensé que había saciado mi cabreo con él, pero el verla en ese diminuto top negro con el escote tan pronunciado, me enloqueció.

¿Donde fue? ¿Con quién? ¿Porqué no volvió a casa?

Angel no se escapó porque estuviera enfadada. Se fue con alguien.

Bjorn no quiso hablar pero ella tendrá que darme explicaciones. Si se ha atrevido a follar con otro...

— Alex — lloriquea, intentando desatarse.

Acabo de arrojarla a la cama. A mí cama. Es la primera vez que ella entra aquí. Debido a aquel pequeño desliz, cambié mi cama por la repugnancia que me daba saber lo que hice en ella con esas zorras.

Ángel, medio desnuda, me observa con miedo en sus ojos.

— ¿Qué demonios te pasa, es que te has vuelto loco? ¡Dices que soy tu hermana pero me tienes desnuda! — chilla.

Nada me hace entrar en razón. Solo me saco la chaqueta y los zapatos y me arrojo sobre ella. Ángel se revuelve bajo mi cuerpo, logro meterme entre sus piernas pese a sus vanos intentos por alejarme y lamo su cuello.

Como compensación para mí mismo, succiono la piel suave de su cuello y recibo un gemido ahogado de regalo y una hermosa marca rojiza en su piel. Feliz por haber dejado otra marca en ella, sonrío.

Sus ojos me miran con odio.

— Donde has estado — le exijo.

— En un hotel — repite.

— Qué puto hotel, porque los he comprobado todos — gruño dando un golpe en el colchón, al lado de su cabeza.

— Jodete — se atreve a decirme.

Está asustada, furiosa y llorando. Le doy una nalgada y ella abre sus grandes ojos azules y me mira sin comprender lo que acaba de pasar.

— Voy a darte otra si no te comportas — amenazo.

Y ella empieza a relajarse, adoptando un comportamiento más sumiso. Sus piernas se abren un poco más y me abrazan mejor.

— Eso me gusta más.

Sumisa ©Where stories live. Discover now