54 | Corazones rotos.

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"Un corazón enamorado es un corazón débil"

Ángel.

— Bastian, por favor, basta — le pido cuando intenta volver a acercarse a mí.

Su boca está en mi cuello e intento hacerle retroceder empujando su pecho con toda la delicadeza que puedo reunir. No soy una persona a la que le guste lidiar con los demás. Y cuando lo hago, no tengo delicadeza, diría que en eso me parezco a Alex. Pero le debo la protección de los chicos y las promesas rotas sobre un futuro que, ahora sé, jamás cumpliré.

— Está bien — suspira, alejándose y dándome la oportunidad de incorporarme en mi asiento.

No está feliz de alejarse y no espero que lo comprenda, aunque no esperaba que se lanzara sobre mí cual animal hambriento. Esperaba encontrarme su rencor, no su anhelo. Sí, una parte de mí todavía tiene sentimientos por él. Todavía querría saber si, hace dos años, no me hubiera ocurrido lo del Elixir, tal vez ahora estaría en sus brazos.

Tal vez hubiera perdido mi virginidad con él, tal vez hubiera logrado matar a Alex o incluso acabar con la resurrección de la Ruleta Rusa. Hubiera evitado la idiotez que cometió el imbécil del hermano de Bella y mi vida sería distinta.

Pero si tan anhelado era ese destino, no entiendo por qué mi corazón late con fuerza contra mi pecho solo por haber aceptado el beso de Sebastian. Conozco la clase de hombre que es Alexander Deberaux y estoy segura de que la fidelidad no es una de sus virtudes, no lo era cuando estaba casado con esa mujer, y no lo es ahora que está utilizándome por el dinero de nuestro desaparecido padre.

Y esa idea todavía me tortura más.

— Por favor, llévame a casa — le pido.

— ¿Consideras que ese lugar es tu casa?

La pregunta me deja algo desconcertada.

— Considero que no deberías poner tu vida en peligro — suspiro mientras él se acomoda en el asiento del conductor.

El camino es silencioso, solo veo por la ventana, hacia las farolas de luces opacas que pasamos a cada pocos metros.

— Lo siento si no te ha gustado algo de lo que he hecho, seguramente estarás... lo siento.

—Tu... no eres el problema — le explico — es solo que, este no es el momento, Bastian.

— ¿Alguna vez será el momento?

— Probablemente jamás — me obligo a decir.

Siento cómo mi voz se rompe cuando confieso mis pensamientos. Pero derrotar la Ruleta nos costará años y tengo demasiados problemas en mi cabeza ahora mismo.

— Sabes que te quiero —confiesa Sebastian en uno de nuestros momentos de silencio.

Me hundo un poco más en mi asiento antes de responderle — Bastian... — musito, mirándole.

Tiene los ojos rojos y se niega a apartar la vista de la carretera. Mis palabras se cortan ahí. ¿Qué puedo explicarle? Que mi corazón no late pese a que acabo de escuchar su confesión, esa que tantas veces me negué a escuchar antes... y todo lo que siento en mi corazón es un vacío, porque ese hombre arrogante de ojos azules jamás sería capaz de decirme algo así.

Alex, mi marido, nunca me entregaría unas palabras como las que acabo de escuchar de la boca de Sebastian. Este es el motivo por el que callo. Todo lo que puedo sentir es el dolor de toparme con la realidad.

— Por favor — le pido — detén el coche aquí, si sigues hacia adelante las cámaras detectarán tu matrícula y no quisiera... no quiero verte sufrir por mi culpa.

Sumisa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora