53 | Enfrentamiento.

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"El tiempo no perdona a nadie, ni siquiera al amor"

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"El tiempo no perdona a nadie, ni siquiera al amor"

Ángel.

Nunca me cansaré de adorar a Alice y sus inventos. Cada aparato que ella construye es genial y no conozco a nadie capaz de igualarla. Siento pena porque nunca ha sabido darse su lugar en el Círculo.

He quedado con Jade en media hora en el Empire State. Iba a venir en moto — Jade la dejó escondida en el bosque cuando me trajo de vuelta a la mansión tras enfrentarnos a Jensen — hasta que olvidé que hace años que no monto en nada que no haya sido Alex.

En defensa de mi yo sin memoria, por lo menos diré que ha sabido mantener en la atención de ese mafioso. De haber sabido que las niñitas inocentes eran su rollo, lo hubiera seducido antes y ahora no tendría todos estos problemas.

Mis botas de tacón resuenan en la gravilla de este abandonado callejón por el que estoy caminando, junto a las mías, pero, escucho otro par de pisadas. Esos pasos... los reconocería incluso en el infierno, que es de donde ella viene.

A tres metros de distancia, veo una puerta de metal abierta. Esta zona está llena de apartamentos de poca monta. Nueva York no es todo relucientes calles metropolitanas.

Todavía sin hacerle saber sobre mi descubrimiento, justo al llegar a la puerta de metal oxidada medio abierta del edificio, me cuelo en el interior y cierro la puerta. Hay algunas barras de metal apiladas al lado de la puerta que utilizo para cerrarla.

Una vez lo he hecho, escucho los pasos a toda prisa acercarse, luego un golpe en la puerta. Pero no se abre. Sé que al otro lado hay un edificio parecido. Visto una sonrisa en mis labios y subo hacia la azotea.

Perdonaré a mi Ángel sin memoria por tenerle miedo a las alturas, pero mi lugar siempre ha sido lo más alto de la pirámide. Si no estoy en la cima, destruiré a todo el que lo esté. La altura siempre ha sido mi lugar favorito, así que me perdonaré por temerle porque  caí de cuarenta metros al agua y casi muero ahogada.

Una vez he llegado al final de las escaleras rotas de este lugar, abro la puerta de la azotea de una patada. Lentamente, me abro paso, hacia el exterior. Tengo las manos en los bolsillos, pero no es por frío pese a las gélidas temperaturas, es por protección, ella ya podría estar aquí arriba. Necesito estar preparada por si esa zorra traidora me ataca.

Sin embargo, cuando rodeo la azotea y llego al punto de partida, puedo verla en el edificio contiguo. De pie, observándome.

— ¿Vas a matarme? — me burlo.

Lleva dos dagas de plata, una en cada mano. Su atuendo es como el mío, ropa de cuero ajustada al cuerpo. La diferencia es que su traje es una de las versiones antiguas de Alice y el mío necesitará más que una simple daga para ser cortado.

Ángel Oscuro — susurra en el viento.

Llego a acercarme a la cornisa de la terraza, pero no me subo en ella. Le gusta analizar mis movimientos de pelea y ahora mismo ambas sabemos que no soportaré un ataque directo.

Sumisa ©Where stories live. Discover now