145 | Criatura

15.2K 1.1K 248
                                    

"El primer amor de un padre, es su hija, siempre"

Alex.
Una hora antes

Miro hacia ambos lados del pasillo.

Guardo silencio y espero.

— Tenías razón, utilizar a la cría de rehén fue lo mejor. Ahora tenemos a las dos y solo nos queda matarlas — se jacta la voz de un hombre.

— No deberías haberte exhedido tanto — le dice otro — íbamos a matarla de todos modos, no deberíamos haberla torturado tanto.

— Ese maldita loca del Ángel Oscuro estuvo años haciéndonos la vida imposible, por eso estoy cabreado y tengo todo el derecho de deshaogarme con esta rata.

— Vamos, solo tírala de una vez al mar de lava.

De repente, escucho el ruido de una máquina de metal moviéndose. La voz de una niña llega hasta mí y no puedo evitar entrar en acción. Lo primero que hago es lanzarme contra el tipo que está maniobrando la especie de grua donde han encerrado a la niña, esta de desestabiliza y la celda se suelta, cayendo. Está demasiado cerca del borde, pero no estaba demasiado alto, así que espero que la niña está bien.

— ¿Quién coño eres tu? — brama.

— El marido de la maldita loca — gruño, aplastando su cabeza contra el suelo y rompiéndole el cráneo de un solo golpe.

No tengo tiempo que perder, después de todo.

Mis ojos se centran ahora en el segundo, que está con las manos elevadas y diciendo que él solo seguía órdenes.

Una mierda.

Tomo al tipo por el cuello y tras acercarme al vacío, lo lanzo hacia el mar de lava que hay a mis pies. Con una sonrisa, escucho sus gritos desesperados mientras es quemado vivo.

Disfruto algunos segundos más hasta que me giro hacia la celda de la niña. Ella está en un rincón, llorando casi sin fuerzas. Puedo ver la sangre formándose a su alrededor y por un momento me asusto, porque no sé si habrá sufrido algún daño por la caída.

Me acerco con cuidado y tengo que forzar algunos barrotes para poder crear una salida para ella.

— Ven aquí, pequeña.

— Mamá... — jadea desde la esquina donde se encuentra — mamí...

Es normal que no quiera estar con nadie que no sea su madre. Todos los niños que he ido rescatando a lo largo de las diferentes ruletas actúan igual. Buscan a alguien que provablemente ocasionó su dolor en primer lugar.

La tierra bajo mis pies tiembla y veo las grietas formándose alrededor de la celda, se va a caer. No aguantará la estructura de metal tan pesada y el piso va a ceder.

La niña de cabellos rojizos, parecidos a los de Àngel, se mantiene hecha un ovillo, ignorante de lo que sucede a su alrededor. Su cuerpo casi cuelga del precipicio y si no logro sacarla a tiempo, caerá en el mar de lava.

Puede que me este volviendo loco, que ya haya perdido la poca cordura que me quedaba tras un año separado de mi mujer. Y que probablemente la conversación que he escuchado sea algo diferente a lo que imagino en mi cabeza. Puede que aquella voz no fuera la de Ángel, gritando el nombre de esta niña... pero si lo es, y esta criatura es alguien importante para ella, no puedo abandonarla aquí.

— Vamos, cariño... tienes que venir conmigo — susurro en un tono demasiado dulce para tratarse de mí.

Pero ella sigue llorando.

Sumisa ©Место, где живут истории. Откройте их для себя