9| Desterradas.

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"Hay oscuridad dentro de todos nosotros; los más débiles sucumben a ella, los fuertes, la utilizan"

"Hay oscuridad dentro de todos nosotros; los más débiles sucumben a ella, los fuertes, la utilizan"

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Ángel.

Abril, 2006.

Tres años antes.

— ¡Claro! No tengo nada mejor que hacer — gruño, realizando una pausa para chasquear la lengua — Ponerme a crear un... ¿como lo has llamado? — demando con el peine de oro de Ámber en alto y mirándola, llena de confusión.

Ámber juega con los deditos de sus pies mientras canturrea, esperando a que acabe de prepararla.

— Mi nombre es magnífico — gruñe Bellamy — y lo llamé: el suero del olvido — dice, realizando un énfasis innecesario en el nombre.

— Para empezar — digo, mirándola — yo no creo sueros, Bella, creo venenos.

— Bellamy — me recuerda.

Todo el tiempo me dice cómo debo llamarla, pero nunca voy a  hacerle caso. Debería rendirse. Una vez he arreglado todo el cabello de mi pequeño demonio, la dejo en su alfombra de juegos donde hay decenas de juguetes a los que no suele prestarle atención y tras dejar el peine en el tocador camino hasta pararme al lado de Bella.

— Eso no existe — intento explicarle pese a conocer qué tan bien es incapaz de aceptar un no por respuesta.

— Solo no quieres hacerlo, es imposible que la mejor bioquímica del mundo sea incapaz de algo. Creas venenos capaces de freír un cerebro en quince segundos.

Son diez, son diez segundos. Pero no se lo digo, solo alimentaría sus esperanzas.

— ¿Cómo tengo que explicártelo?

— Seríamos diosas, Ángel, con algo como eso podríamos simplemente borrar la memoria de las personas sin asesinarlas.

Ese lado de ella me parece dulce.

Suspiro y niego con la cabeza — lo único que gastaré es tiempo, probablemente volverían a recuperar los recuerdos y sería inútil.

— Lo dices por Carina, ¿verdad?

Ámber está tirando de mi vestido antes de que pueda responderle. Observo las dos colas que le he hecho, una  a cada lado de su cabeza.

— Camille — me pide.

Una opresión en mi pecho me obliga a volver a ese lugar, donde hace algunos años perdimos a su hermana; Camille, mi mejor amiga.

Con un largo suspiro, tomo a Ámber en brazos y le acaricio la punta de la nariz con mi dedo — ya mi vida, pronto volverá.

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