Uno

2.6K 205 101
                                    

Ethan.

Caminaba hacia la facultad cargando de su mochila a un hombro, le había pedido a su madre que lo dejara cuadras atrás antes de llegar a la institución porque sería totalmente vergonzoso estar en la universidad y que aún su madre lo dejara en la puerta. A ella no le molestó, solamente sonrió y le deseó suerte. Que lo llamara si pasaba algo y desayunara para no perder energías.
Él le dió un beso en la mejilla correspondiendo la sonrisa mientras le decía que regresara a casa con cuidado.

Se acomodó el cabello cuando estuvo a punto de llegar, su cabello azabache caía hasta la cintura, era tan lacio que no era necesario cepillarlo porque casi no se enredaba. Acomodó su falda negra lisa que le llegaba cinco dedos arriba de la rodilla, estiró un poco la playera negra con una estampa de letras blancas escrita en japonés y acomodó sus mangas blancas con rayas negras. De su cuello colgaban varios collares de plata algunos de fantasía y solo había uno real, era de una cruz que su madre le había regalado cuando hizo su primera comunión y desde entonces, lo comenzó a usar.

Usaba unos botines negros de tacón grueso bajo, miró que no tuvieran ni una mancha o rasguño de tierra. Asintió cuando no vió nada, estaba perfecto, estaba lindo.

O linda debía decir.

Ethan había llegado al pequeño pueblo Fayeteville hacía dos semanas, habían tenido que mudarse porque en la ciudad donde vivían no estaba la carrera que él quería. Hasta que encontraron un lugar que sí contaba con una universidad que la tenía, pudieron irse a otra parte pero era tan lejos que presentó examen en aquel pueblo tan viejo como los cuadros de pintura de la abuela. Que casualmente vivía en el mismo pueblo, ya después iría a visitarla.

Lo único que le gustaba era el paisaje, la cantidad de árboles que rodeaba todo el  paraje y su hermoso clima templado con un olor a tierra húmeda en el ambiente a causa de la niebla que se llegaba a formar en las mañanas. Lo sabía porque había estado corriendo casi desde que había llegado, su madre siempre le decía que hacer ejercicio mantenía al cuerpo feliz y era verdad, le gustaba la tranquilidad a pesar de que no contara con varios lugares a donde salir, ni siquiera un cine tenían y a duras penas una pequeña plaza con unos viejos juegos para niños tan oxidados que con un toque se desmoronaría.

Conforme caminaba hacia la facultad recibía demasiadas miradas no discretas por parte de los chicos, tanto de ellos como de ellas. Incluso aunque no mirara hacia atrás o cualquier lado, podía sentir aquellos ojos morbosos desnudarlo con un parpadeo. A pesar de estar acostumbrado a esas miradas, se llevó su mano a su frente con un ademán nervioso para acomodar su nuevo flequillo que había hecho anoche en un momento de locura; tal vez lo miraban de esa forma porque le había quedado mal o quizás simplemente estaban embobados.

Siguió caminando subiendo las escaleras para llegar a su salón, miró a todos lados y se preguntó ¿porqué demonios no ponían los grupos o números en cada salón? Estaban tan despintados que ni siquiera se distinguía, tambien la facultad era vieja porque olía extraño, a humedad o madera mojada. Frunció las cejas al no encontrar dicho salón, también había varios chicos y chicas que lo miraban tal vez se burlaban de él por qué se notaba a lenguas que era el nuevo. Estaba comenzando a frustrarse y al no saber que hacer tragó su orgulloso -o nerviosismo- para preguntar.

Se acercó a una chica bajita de caderas anchas y torso pequeño rápidamente pensó "Cuerpo de Pera", ya que sus hombros eran más chicos definiendo así una diminuta cintura que para Ethan era envidiable.
Su cabello era castaño oscuro que le llegaba hasta los hombros, su ropa era tan sosa si es que no era fea -porque sí, tenía un lindo cuerpo que si lo él lo tuviera usaría toda su vida faldas ajustadas para presumir- ya que usaba una playera floja muy grande quizás era de hombre y unos jeans ligeramente flojos porque solamente se le ajustaba de las dichas caderas. Quizás también era de hombre.

- Disculpa -murmuró con una voz ligera, aguda y lo más femenina posible. Se supone que era una mujer-, ¿Sabes dónde se ubica el salón catorce?

Su rostro parecía el de una niña aún, tan inocente y pura pero con un cuerpo de una digna mujer. Sus mejillas eran un poco hinchadas y una nariz pequeña y redonda, con unos ojos café o quizás negros, no lograba distinguir bien a causa de sus anteojos de armazón negro. Sus cejas se veían lindas aunque podía ver algunos vellos sueltos que arruinaban la silueta y sus labios pequeños y ligeramente gruesos.

- Claro -sonrió la chica de los anteojos-, es este que está aquí en frente.

- ¿Eres nueva? -preguntó otro. Era un chico tan alto como él.

Ethan medía en un total de metro ochenta y cinco el doctor había mencionado que dejaría de crecer hasta los quince -medía metro setenta y tres- pero cuando cumplió  los dieciocho ya medía la estatura de una jirafa, literalmente. La estatura de jirafa lo había heredado de su padre.

El chico que tenía en frente casi parecía el gemelo de la chica, parecían estar vestidos igual sólo que la diferencia es que él si estaba usando la ropa de su sexo. Su cabello era de un rubio oscuro tan largo que le cubría un poco la frente  tapando unos ojos café, su nariz estaba curvada hacia abajo, unos labios delgados y marcas de acné en sus mejillas. El chico necesitaba una limpieza facial.

- Sí soy nueva -respondió sonriendo. La verdad es que no tenía muchas ganas de socializar, no ahora-. Bueno, me voy. Gracias por su ayuda.

- Espera -dijo la chica de los anteojos-, ¿Te gustaría sentarte con nosotros en el receso?

Ethan casi se quedó estático, no tenía ganas de hablar con nadie ni siquiera tenía pensado juntarse con alguien. Tenía planeado comer solo mirando de la ventana mientras pensaba que ropa usar mañana o cualquier cosa menos entablar relaciones de amistad.
Sin embargo, debía darse una oportunidad a tener amigos ya que en su otra escuela lo consideraban raro por vestirse de chica -y eso que era la capital donde se supone que la mente debía estar más abierta que nunca- si su madre estuviera con él en ese instante le diría que sería muy grosero de su parte rechazar una invitación.

Además estaba solo, no conocía a  nadie ni nadie lo conocía a él. Todos piensan que es una chica, al menos en ese momento con esa ropa lo era. Al igual que al no conocer de aquel pueblo, ellos podrían enseñarle de sus maravillas.

Por lo que sonrió para verse amable.

- Claro.

- Está bien, chica nueva.

Entró al aula se sentó hasta atrás en la última fila hacía la ventana, si se sentaba adelante muchos se quejarían de que no podrían ver. Pasaron diez minutos para que todos los chicos -incluidos la chica de anteojos y el chico de acné en el rostro- entraron y tomaron sus lugares a su lado. Un maestro llegó quizás igual de viejo que la escuela, no pudo evitar sonreír por su propio y pésimo chiste.

Esperaba que nadie se diera cuenta que era un él.
Un chico.
Un varón.
Un hombre.

¡Holaaa! 💕

Aquí estoy, me ganó la emoción y la subí porque pues quería que lo leyeran ya.

Así que espero les haya gustado este primer capítulo por qué asies banda hay que estrenar además el Ethan es todo un amor y quería presentarles a mi nuevo niño, antes de que lo odien por mamoncito el chico.

Bueno, espero les haya gustado.

¡Gracias por leer! ✨

¡Gracias por leer! ✨

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Moonshine Donde viven las historias. Descúbrelo ahora