Seis

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Levi

Tanta era la emoción que se concentraba en su estómago, en un cosquilleo y revoltijo al mismo tiempo, sentía que vomitaría arcoiris.  
Solamente podía pensar en lo hermosa que era de cerca, pudo ver las sombras de maquillaje oscuras en el párpado, el color rosado de su labial, el largo de sus pestañas, su perfecto cabello negro cayendo con gracia sobre su delgado cuerpo y lo anchos que eran sus muslos enredados en aquellas medias de red.

Quería tocarla, quería abrazarla y besarla hasta no sentir sus labios y quedarse sin aliento, quería dormir a su lado para oír su corazón en calma, quería hacerla suya y susurrar su nombre una y otra vez.

«Elise»

La casa se veía vieja pero en buen estado, parecía estar pintado recientemente de un azul cielo, frente a ella se encontraba un largo jardín bien cuidado, tenía flores coloridas y pequeños arbustos que los acompañaban; en medio del pasto se formaba un largo camino de concreto, al final unos tres escalones de madera que llegaban a la entrada, a lado de la puerta había una ventana enorme con las cortinas a medio abrir, mientras que en el segundo piso todas las ventanas estaban con las cortinas cerradas sin poder ver el interior.

Levi se bajó del Camaro para abrirle la puerta a su chica, ella le sonrió con timidez y la siguió hasta la entrada pero él se quedó en las escaleras para mantener distancia. No quería sofocarla con su cercanía por mucho que quisiera.

- Gracias por traerme -dijo ella rompiendo el silencio. Su mochila la tenía en frente cubriendo sus piernas, con una mano se llevó un mechón de cabello detrás de la oreja mostrando un arete plateado en forma de rosa.

- No hay de qué, Elise -sonrió sin dejar de apartar sus ojos de la azabache-. Cuando necesites que alguien te lleve, yo puedo hacerlo. ¿Siempre te vas sola? -preguntó intentando sacar un poco de conversación que no pudo en el auto. Ella solamente daba respuestas cortas.

- Mi madre pasa por mi, suelo caminar un poco y ella llega. Sólo que esta vez no pudo ir, está trabajando -se encogió de hombros, volviendo al silencio incómodo.

Levi ya no supo que decir, si su amigo estuviera cerca él sabría que decir para que pudiera acercarse a ella. Yannick si sabía hablar con chicas -y con chicos y con todo el mundo-. Justamente cuando iba a despedirse vio a Elise de rodillas sacando sus libros y útiles con desesperación.

- Dejé mi llave, no la tengo -sacudía la mochila del cual sólo salían bolas de papel, envolturas de dulces y caían monedas de centavos. Suspiró pasándose una mano por el cabello con frustración, su flequillo se despeinó-. Creo que la dejé en mi habitación.

- ¿A qué hora llega tu madre?

- A las tres.

Apenas eran las doce del medio día, no quería dejarla sola a pesar de que le había prometido a Yannick pasar por él una vez que dejara a Elise en su casa. Se mordió el labio inferior, tal vez su amigo podía esperar que caminara un poco, un poco de ejercicio no le haría mal un día; aunque sabía que lo iba a matar llegando a casa, ya después se las arreglaría.

- Bien, me quedaré -anunció como si fuera un hecho-. Esperaremos a que tu madre llegue ¿De acuerdo? -sonrió sentándose en las escaleras mirando la calle solitaria.

- ¿No tienes que irte a casa? No quiero molestar y pierdas tu tiempo... Conmigo -lo último sonó tembloroso, ella recogía sus cosas metiéndolas en su mochila.

- No haces perder mi tiempo, Elise ¿O acaso quieres que me vaya?

La azabache miró al suelo apretando sus labios de manera pensativa, luego lo miró a él negando con la cabeza. Aquello hizo que sintiera mariposas en el estómago, sentía que se iba a morir de ternura y deseaba darle montones de besos en todo el rostro.

Moonshine Where stories live. Discover now