Cuarenta y Cuatro

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Se sentía muy nervioso, Levi tenía miedo de arruinarlo. Sin embargo, ahí estaban, despiertos, ni siquiera era muy tarde según el reloj que colgaba en la pared eran cerca de las once de la noche.
La mente de Levi no dejaba de reproducir una y otra vez aquella mala noticia que recibió por parte de su mejor amigo, recordando la tristeza y la furia recorrer todo su ser con su lobo interior queriendo salir de su cuerpo. Recordando aquella sensación de angustia cuando entró a su casa, subir a su habitación y ver aquellas heridas que se provocó así mismo su Luna, las heridas que Leonard le causó fue otro golpe para el corazón. Su lobo lloraba desconsolado, dolía. No le gustaba verlo de esa manera, se había jurado protegerlo de todo aquel que intentara lastimarlo; un juramento hueco o tonto, no pudo hacerlo ni en su propio hogar.

Ethan acarició la mejilla de su novio, parecía estar sufriendo, si fuera un lobo habría sentido u oído los miles de pensamiento arrasar contra su mente. Volvió a acercarse mucho más, tocando con sus dedos su piel que se sentía ligeramente áspera por el crecimiento constante de su barba que cada mañana se razuraba, tocó sus cejas, su cabello, intentando transmitir que todo estaba bien. Hacía unos momentos que se derrumbaba y ahora era él quien quería consolar a su pareja. Le parecía ciertamente gracioso, si uno caía el otro lo ayudaba a levantarse, siempre era así.

Si Levi caía él lo ayudaría, si él caía Levi lo ayudaría también.
Todo era recíproco. Siempre buscando el bienestar del otro.

Sus corazones se oían en medio de la noche, ninguno parecía ser capaz de cerrar sus ojos para dormir, querían estar despiertos sentirse uno con el otro sintiendo esa comodidad e intensidad recorrer todo su cuerpo. El lobo no sabía si podría soportarlo más, estaba desesperado y el rubio estaba que moría de nervios, se sentía esa tensión que los absorbía a los dos.
¿Sería capaz el lobo de controlar sus impulsos? Tantos meses soportando, reprimiendo cada emoción y/o sentimiento de querer reclamar a su pareja guardados con un candado ¿Serían abiertos de la caja?

Por supuesto que sí.

Cuando el lobo se acercó lentamente para besar a su Luna fue como sentir flotar en el cielo, estar tocando la suavidad de las nubes o algo parecido. Fue como besar por primera vez los labios de su amado en un beso dulce, tímido, tierno, cálido lleno de amor incondicional.
Ethan tenía esa extraña sensación de miles de flores florecer en todo su cuerpo, con las raíces enredado sus piernas, sus brazos y su torso brotando capullos que se abrían al paso de cada movimiento en su boca.

Ambos se separaron ligeramente, podían sentir sus pechos palpitar a causa de su corazones latentes, sus rostros ruborizados con los ojos brillando cuyas estrellas en la noche. Volvieron a unir sus labios esta vez con mucha intensidad, más amor, más hambre y deseo, acariciando sus cabellos y el cuerpo del otro.
Ya antes se habían besado de esa manera con la diferencia de que simplemente se tocaban un poco sobre y debajo de la ropa, jamás cruzaban la línea pero esa noche podría suceder algo más, los hacía sentir ciertamente  curiosos y temerosos.

Levi sin poder aguantar ni un segundo más se puso encima de su novio, no supo si era él mismo o su instinto natural, que tal vez el lobo estaba tomando las riendas de la situación en la que se encontraban. Su enorme torso cubría el cuerpo que tenía debajo, el rostro de Ethan lo miraba con los ojos ligeramente sorprendido con las mejillas sonrojadas vio como su mano lo tomaba del mentón para seguir con aquellos besos que le provocaban cosquilleos en su vientre.
Ahí, había un permiso, le decía que siguiera. Todo era tan lento y rápido a la vez, silencioso y ruidoso al mismo tiempo tratando de no hacer un escándalo ante la intimidad del momento.
Ethan trataba de mantener su mente despierta con el pensamiento de que no estaban en una casa sola, ni en su habitación, estaban en la casa de sus futuros suegros que probablemente dormían tranquilamente mientras al otro lado del corredor... Bueno, qué podría decir. 
Sin embargo, no podía. No podía estar al tanto de los sonidos del exterior porque Levi no se lo permitía, sus labios comenzaron a bajar lentamente hacia su cuello a la vez que sus enormes manos se colaban debajo de su playera acariciando de su espalda y pecho, haciéndole sentir muchas más flores brotar listas para que una abeja fuera por polen. Pésima metáfora.

Moonshine Where stories live. Discover now