Cuarenta y siete

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Levi

Podía escucharlo, todos lo hacían, por cada estruendo hacía el látigo contra la piel de su amado encogía sus hombros cerrando sus ojos para no verlo, no quería ver su rostro ni tampoco quería oírlo. Sus gritos, quejidos y lloriqueos lo ponían tan inquieto que su lobo ansiaba por salir, una parte de él quería dejarse llevar por sus instintos por qué no soportaba ver a su pareja ser lastimada por quien creía su familia, quería destruirlo todo y no volver jamás con tal de que nunca volvieran a hacerle daño. Por otro lado, no lograba hacer nada.
Su cuerpo humano luchaba para mantenerse firme, se sentía un asco y se despreciaba por dejarlo morir, ¿Realmente iba dejarlo pasar como toda su vida? ¿Simplemente obedeciendo cualquier orden que se le imponía haciendo todo lo que padre pedía con tal de obtener su aprobación? En sus diecinueve años de vida nunca vio una muestra de apoyo u orgullo por parte de ese hombre frío, actuaba tan indiferente que no servía de nada seguir escuchando sus peticiones cuando después de que Ethan falleciera será desterrado como un eterno castigo.

¿De qué servía si Levi ya sabía que nunca podría ser lo que su padre quería?

No iba a permitir que lo mataran, prefería ser asesinado también antes vivir sin aquella persona que iluminó su mundo, no podría vivir sin ver aquellos ojos grises como la luna sin sentir el toque de su piel ni admirar esa belleza inigualable cuyos rasgos adoraba cuya devoción se compararía con su Diosa. Daba igual, Levi finalmente actuó como debió hacerlo desde un principio, el miedo y la cobardía que antes sentía desapareció dejando salir a ese lobo que llevaba reprimiendo durante tanto tiempo.


Todo sucedió tan rápido que no se dió cuenta en qué momento sus colmillos se clavaron tan profundamente en el cuello del lobo, el sabor y olor metálico de la sangre lo hizo dejar de morder, de pronto la fuerza que su padre ejercía con sus patas ya no la sentía, se separó soltando sin querer un agudo chillido por la impresión de lo que estaba viendo. La cabeza de su padre golpeó contra el suelo, su cuerpo no se movía ni su corazón se oía, solamente había un cuerpo inerte bajo suyo. Sus ojos oscuros habían perdido ese brillo feroz quedando un simple color opaco.
Todos estaban aterrados, miró a su alrededor nadie se atrevía a acercarse simplemente lo observaban sin poder creer lo que sucedía frente a sus ojos; los cuerpos lo rodeaban, sus compañeros se hallaban en el suelo entre agonizando e inconscientes en un intento de detenerlo, los ancianos habían sido gravemente heridos que probablemente no sobrevivirían esa noche.

- Pero qué has hecho...

Una voz femenina el cuál reconocía con perfección, apareció a sus espaldas, su madre se llevó las manos a la boca en un intento de contener su grito pero no fue así, todos oyeron aquel grito desgarrador expresando un sentimiento de horror, los pensamientos de su madre arrasaron con la mente de todos sintiendo las mismas emociones que ella; Ethan siendo protegido por Yannick estaban estáticos, la mujer se dejó caer tocando el frío cuerpo de su padre con las manos temblando sin poder creerlo. No supo cómo pasó no había sido consciente de su fuerza, por primera vez, su madre a quien amó incondicionalmente lo miraba como si fuera un extraño.  

- Madre, yo... yo...

Sus ojos brillantes ya no estaban, sus lágrimas mojaban su rostro, su mirada transmitía odio y furia, pero eso no era lo que lo destruiría totalmente sino las palabras que salieron de su boca:

- ¡Largo! ¡Largo! ¡Tú ya no perteneces a este pueblo! ¡No quiero volver a verte! ¡Jamás!

- Fue un accidente.

- ¡Largo! ¡Largo!

Su pecho se encogió, su madre nunca antes le había hablado de esa manera ni tampoco le diría palabras horribles. Se quedó unos segundos para después volver a transformarse y correr hacia su pareja para salir de ahí lo antes posible, Yannick cargó a Ethan posicionándolo encima de su lomo. Miró una vez más hacia atrás, su madre sollozaba con fuerza, abrazando el cuerpo del amor de su vida, la gente se unía a ella llorando por la muerte de su alfa olvidando por completo su presencia.

Moonshine Where stories live. Discover now